Quiénes son los golpistas
La denuncia lanzada por Victoria Tolosa Paz contra la oposición busca desviar la atención de algunos furibundos ataques al Presidente surgidos dentro de la propia coalición gobernante
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No deja de resultar curioso que la candidata a diputada por el oficialismo Victoria Tolosa Paz haya acusado ayer a la oposición de pretender hacerle un “golpe blando” al gobierno de Alberto Fernández, cuando hasta el momento la única proclama golpista que se ha escuchado ha surgido de las propias filas del Frente de Todos: concretamente, de una grabación en la que la diputada cristinista Fernanda Vallejos tildó de “okupa” al propio presidente de la Nación, entre otros calificativos nada amistosos.
Convendría recordarle a Victoria Tolosa Paz algunos de los conceptos lanzados, pocos días después de las primarias abiertas del 12 de septiembre, por la diputada Vallejos: “Este señor, que gracias a Cristina y a todas y todos nosotros está sentado en el sillón de Rivadavia, no tiene ningún mérito propio para estar sentado ahí. Y entonces se tiene que allanar… Allanar a lo que le diga Cristina que tiene que hacer. ¿Por qué? Porque Cristina es la representación de la voz del pueblo argentino. Por su boca habla el pueblo argentino, no por la de Alberto Fernández…”.
Para muchos observadores, estas declaraciones, de las que más tarde la diputada Vallejos pediría disculpas, no son más que el pensamiento íntimo de la vicepresidenta Cristina Kirchner. Y si alguna duda cabe, basta con recordar los dichos de la expresidenta de la Nación vertidos en una carta pública dada a conocer el 15 de septiembre, aún en medio de la bronca por el resultado electoral adverso en las PASO. En esa ocasión, Cristina Kirchner expresó: “Cuando tomé la decisión de proponer a Alberto Fernández como candidato a presidente de todos los argentinos y las argentinas, lo hice con la convicción de que era lo mejor para mi Patria. Solo le pido al Presidente que honre aquella decisión. Pero, por sobre todas las cosas, tomando sus palabras y convicciones también, lo que es más importante que nada: que honre la voluntad del pueblo argentino”.
En la concepción autoritaria del poder que han exhibido tanto la vicepresidenta como la diputada Vallejos, Cristina es el pueblo y la voluntad del pueblo es su propia voluntad. Y según esa misma concepción, Alberto Fernández debería someterse mansamente a las decisiones de Cristina Kirchner, como si el Poder Ejecutivo no fuese otra cosa que un poder vicepresidencial. ¿Puede haber más golpismo en los cuestionamientos de la oposición a las políticas del Gobierno que en aquella visión del poder que manifiesta el cristinismo?
El gobierno de Alberto Fernández continúa preso de la misma discusión que casi se inició con su llegada al poder: ¿quién manda realmente? ¿El Presidente o la vicepresidenta?
Después de que el primer mandatario y su jefe de gabinete, Juan Manzur, parecieron garantizarles a los empresarios que cualquier medida asociada a controles de precios se iba a adoptar en el marco del diálogo y del acuerdo, el recién llegado secretario de Comercio, Roberto Feletti, dispuso, con el aval de Cristina Kirchner, el congelamiento de los precios de más de 1400 productos de consumo masivo, que hasta incluyó 96 bebidas alcohólicas.
Muchos se preguntan si podría ocurrir algo parecido con las negociaciones con el FMI por la deuda de unos 44.000 millones de dólares con el organismo internacional. En otras palabras, que la vocación por acordar que han exhibido públicamente el jefe del Estado, el jefe de Gabinete y el ministro de Economía, Martín Guzmán, termine durmiendo el sueño de los justos y que, finalmente, se imponga la resistencia de los sectores más duros del kirchnerismo, cuyo mensaje es que “la deuda contraída por el gobierno de Macri no debe ser pagada”.
Durante el acto público del fin de semana último realizado en Lanús, encabezado por Máximo Kirchner, entre las pancartas y banderas, se destacó una con la leyenda “Primero lxs argentinxs. Fuera FMI”. En ese marco, el hijo de la vicepresidenta y jefe del bloque de diputados nacionales del Frente de Todos expresó: “Lo que está en juego es lo que votó la gente en 2019. La gente no votó el plan de gobierno del FMI en 2019, votó en contra de ese plan que era lo que estaba haciendo Macri”. Y concluyó : “Esa deuda no la vamos a pagar. Con el hambre de la gente no se jode más”.
Es probable que si el Frente de Todos sale relativamente airoso del compromiso electoral del 14 de noviembre, pueda consolidar su espacio dentro del Gobierno el peronismo del interior, cuyo mayor exponente es el propio Manzur.
¿Qué significaría para el oficialismo salir airoso en las elecciones generales? Perder por una diferencia menor que en las PASO, cuando el Frente de Todos perdió por diez puntos en el nivel nacional y por cuatro puntos en la provincia de Buenos Aires; mantener la primera minoría en la Cámara de Diputados de la Nación y conservar la mayoría en el Senado, hoy seriamente amenazada.
Una consolidación del peronismo del interior –y de Manzur– frente al cristinismo y La Cámpora también podría pavimentar el camino hacia un acuerdo con el FMI, con la posibilidad de que se firme antes de que termine el verano.
Por el contrario, una peor derrota electoral para la coalición oficialista desataría una crisis de proporciones imprevisibles, donde no podría descartarse una mayor radicalización del Gobierno ni la alternativa de que el acuerdo con el FMI se postergue indefinidamente, lo cual implicaría un nuevo default.
Claro que la resistencia de ciertos núcleos cristinistas no es la única traba para el acuerdo con el FMI. Hoy el mayor obstáculo para ese entendimiento no es otro que la ausencia de un programa fiscal y monetario integral que brinde confianza a cualquier acreedor de la Argentina.