¿Quiénes son los argentinos que estudiaron en Harvard?
Las historias de los que llegan a esa universidad tienen guiones diversos
El paso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por la Universidad de Harvard instaló una nueva división en un clima de época donde la simplificación marca el ritmo de las operaciones mentales: de un lado, en Harvard, chicos ricos, privilegiados y dolarizados; del otro, en la Universidad de La Matanza, argentinos pobres, sin chances educativas de primer mundo y, con suerte, pesificados.
¿Pero cuántos y quiénes son efectivamente los argentinos que salieron de Harvard, o están allí estudiando?
El número de graduados argentinos de carreras de grado o posgrado –maestrías y doctorados- en Harvard rondaría los seiscientos casos, de acuerdo con estimaciones de algunos socios del Club Argentino de Harvard, una organización local que agrupa a más de trescientos graduados de esa universidad.
Aunque los graduados argentinos de Harvard son cientos, de gran diversidad, la veintena de argentinos conocidos que obtuvo un título en Harvard alienta estereotipos entre quienes tienen el estigma fácil
Y entre los veinte mil alumnos que cursan en Harvard hoy, hay unos treinta y seis argentinos, dos en la carrera de grado –que en Estados Unidos corresponde al nivel de "undergraduate" y donde la presencia de estudiantes internacionales es muy minoritaria-; la mayoría haciendo maestrías y algunos, doctorados. En estos dos niveles es donde se juegan las chances los argentinos y estudiantes internacionales.
Aunque los graduados argentinos de Harvard son cientos, de gran diversidad, la veintena de argentinos conocidos que obtuvo un título en Harvard alienta estereotipos entre quienes tienen el estigma fácil. Hay veces en que los nombres propios limitan el análisis.
Pasando lista
Allí está el caso del demonizado Domingo Cavallo, que tiene un doctorado en Economía en Harvard. Sus tres hijos, todos egresados del colegio bilingüe San Andrés y de la Universidad de San Andrés, estudiaron en Harvard. Alberto obtuvo, como su padre, un doctorado en Economía. Su hermana Sonia, un máster en Políticas Públicas y Eduardo, máster y doctorado en la misma área.
También están los casos de banqueros como el CEO del Citibank, el abogado de la UCA y egresado del colegio Cardenal Newman, Juan Bruchou, por ejemplo, que obtuvo un máster en Leyes en Harvard, o el ex presidente del Banco de Boston, el ingeniero de la UBA Manuel Sacerdote, que tiene un Máster in Business Administration (MBA). Otro ex banquero que se graduó de Harvard, en su caso con un máster en Administración Pública, es el economista de la UBA Martín Redrado, egresado del colegio San Andrés. El presidente de Fiat, Cristiano Ratazzi, también tiene un MBA en Harvard.
Entre los economistas que pasaron por Harvard están Juan Carlos de Pablo, que cursó el Phd (Doctorado), y el ex viceministro de Economía en 1989 y fundador de la Universidad del CEMA, Orlando Ferreres, que hizo un programa de negocios en Harvard.
Entre los nombres más antiguos, está el del ex secretario de de Coordinación y Programación Económica, entre 1976 y 1981, el abogado de la UBA Guillermo Walter Klein, que obtuvo dos másters en Harvard, uno en Derecho y otro en Administración Pública – Economía. Y aún antes, el del economista de la Universidad de La Plata, José María Dagnino Pastore, ministro de Economía entre 1979 y 1983 y doctor en Economía de Harvard.
Más recientemente, otros que obtuvieron un MBA en Harvard son el CEO de OLX.com, Alec Oxenford, administrador de empresas de la UCA y también egresado del San Andrés, y el economista de la UBA y egresado de la Escuela Argentina Modelo, jefe de Gabinete de Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, que también tiene un MBA en Harvard.
Casos más actuales también se dan, por ejemplo, en el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec). De sus doce fundadores, nueve de ellos –seis egresados de la Universidad de San Andrés, uno de la Georgetown University, uno de la Universidad del Salvador y otro de la de Tucumán-, obtuvieron títulos en Harvard. Nicolás Ducoté, por ejemplo, tiene un máster en Políticas Públicas y Miguel Braun, máster y doctorado en Economía.
Y en los últimos días, al listado de argentinos en Harvard que se volvieron conocidos por motivos diversos, se sumó el estudiante Juan Ignacio Maqueyra, con militancia cercana al Pro, que incomodó a la Presidenta con sus preguntas.
Es cierto, la muestra de graduados conocidos presenta un patrón: familias de buen pasar, algunos; pasados escolares de colegio privados, incluso de elite, otros; universidades privadas de alta gama; carreras profesionales en ciertos sectores de la economía; actividad política en la centro derecha del espectro ideológico, en algunos casos. Pero hay que decirlo: la muestra es sesgada.
Pasando lista II
En rigor de verdad, las historias de los argentinos que llegan a Harvard tienen guiones mucho más diversos.
Allí está, por ejemplo, el caso del ex procurador general de la ciudad de Buenos Aires Agustín Zbar, que egresó de uno de los secundarios dependientes de la UBA, el ILSE, se recibió de abogado en la UBA y llegó a Harvard en 1988 para obtener una maestría en Leyes. El ex estudiante del ILSE fue compañero de Barack Obama, que cursaba el mismo posgrado.
El rector de la Universidad Di Tella, Ernesto Schargrodsky, otro ejemplo, es un egresado del Carlos Pellegrini, otro de los colegios públicos de excelencia, y en la universidad eligió la UBA, donde obtuvo su título de licenciatura en Economía. Schargrodsky es doctor en Economía de Harvard.
Otro egresado del Pellegrini que hoy estudia en Harvard es el economista de la Universidad Di Tella Nicolás Grosman, de 30 años. Grosman cursa una maestría en Políticas Públicas y Desarrollo (MPA/ID) en la Kennedy School of Government.
En su día a día en Harvard, Grosman se cruza con otros chicos del Pellegrini que están haciendo sus maestrías. "Mezcla", dice el estudiante cuando reflexiona sobre las universidades de las que provienen los argentinos que conoce en Harvard: de la UBA, de la Universidad de La Plata, la Di Tella, enumera algunas.
Grosman llegó a Harvard el año pasado. Ni su padre, médico, ni su madre, psicóloga, habían estudiado en el exterior. Tampoco disponían de los cuarenta mil dólares por año que sale la maestría. Pero el dinero no fue un problema para Grosman que ganó la beca Joint Japan World Bank Scholarship Program, una beca muy importante y buscada.
Es cierto que las elites argentinas están más acostumbradas a surfear el mundo global y en su horizonte de expectativas Harvard queda más cerca
Con la aceptación Harvard luego de la "aplicación", como se conoce el proceso arduo de postulación, Harvard envía un listado completísimo con opciones de financiamiento. Si no son becas que cubren parte de los costos académicos, Harvard y otras instituciones dan préstamos realmente pagables. En el caso de los estudiantes de doctorado, Harvard los beca por completo.
La otra opción de financiarse es dar clases en Harvard mismo, una opción disponible para casi todos los estudiantes de maestrías y doctorados. Con eso se pueden obtener unos 800 dólares mensuales como mínimo.
Con beca o préstamos y dando clases es posible cubrir casi el total de los costos, incluyendo los académicos y los de vida, por ejemplo, una habitación por quinientos dólares en un barrio alejado, más comidas en los bares subsidiados de Harvard, donde una ensalada con una gaseosa cuesta unos seis dólares.
Premio al esfuerzo
Es cierto que las elites argentinas –las económicas o sociales- están más acostumbradas a surfear el mundo global y en su horizonte de expectativas Harvard queda más cerca. El dominio del inglés, por ejemplo, puede ser una ventaja competitiva.
Pero a la hora de pelear por un lugar en Harvard, nadie corre con ventaja, ni siquiera los que manejan bien el inglés. Si el mérito en términos de esfuerzo y ganas de hacer las cosas bien es claro, Harvard hace excepciones. La historia de Gavin Feng, un estudiante chino que hoy hace una maestría en Políticas Públicas en la Escuela de Gobierno, lo confirma: aunque su prueba de inglés fue mala, Harvard viajó hasta China para conocer mejor su caso. Y lo aceptaron. Valoraron el empeño de Feng, oriundo de una aldea aislada, hijo de una familia consumida por la desnutrición, que se convirtió en el primero de su aldea en hacer la escuela en el pueblo más cercano, siguió en la universidad, logró un trabajo en el gobierno chino y, crítico de la realidad que vio, se propuso aprender más para cambiar su entorno y aplicó a Harvard.
Como bien me explica Grosman, el proceso de aceptación tiene dos etapas bien diferenciadas: "Primero te aceptan en función de tu mérito. Recién después se analiza el modo de financiar tus estudios y te ayudan con eso. Nunca el financiamiento condiciona la selección".
Nada condiciona la selección para ingresar. Ni los apellidos. Ni los contactos. Ni la capacidad de pago. Ni las ideas políticas. Ni las ideas religiosas
Nada condiciona la selección para ingresar. Ni los apellidos. Ni los contactos. Ni la capacidad de pago. Ni las ideas políticas. Ni las ideas religiosas. Chicos de las elites económicas y sociales y chicos de las clases medias más o menos esforzadas, con aspiraciones intelectuales, deben enfrentar con las mismas armas –buenas notas en la universidad sin necesidad de ser "medalla de oro", esfuerzo, actitud, voluntad de logros, confianza en el conocimiento- el mismo filtro y tienen las mismas oportunidades, que son muy pocas: el cupo en Harvard es restrictivo.
Al MBA este año se presentaron casi nueve mil candidatos, pero entraron 919 estudiantes, 31 de Centro y Sudamérica, es decir una tasa de admisión del 13 por ciento. Para el MPA/ID, donde se presentaron 800 candidatos e ingresaron 40 en 2011 -67 por ciento de estudiantes internacionales-, la tasa de aceptación es del 20 por ciento.
A la Escuela de Medicina, a su máster, se presentaron cerca de 5500 candidatos, pero sólo fueron admitidos el 4,1 por ciento, es decir, 223 estudiantes.
En ese sentido, el caso del médico santafecino de 25 años Leandro Grimaldi, graduado de la Universidad del Litoral en 2011, es una de las historias más significativas en pos de desarmar preconceptos.
Grimaldi es un joven esforzado de una familia humilde del barrio Barranquitas de Santa Fe. En 2011 compitió con cuatro mil médicos de toda América y se convirtió en el primer argentino en ganar una de las doce becas que Harvard otorga en el marco del programa Iniciativa Latinoamericana, que beca médicos a su Escuela de Medicina.
La beca cubre el 99 por ciento del costo del programa. Pero el 1 por ciento restante, además de los gastos para vivir, quedaban lejos de las posibilidades de Grimaldi y sus padres.
Hoy Grimaldi es el único argentino que cuenta con un subsidio de la Presidencia para pagar parte de los costos de su estadía en Harvard
Grimaldi recorrió los medios de su provincia intentando llamar la atención para conseguir el apoyo provincial. Su historia y su pedido de ayuda oficial llegaron a oídos de Cristina Fernández, que quiso conocer su historia.
Hoy Grimaldi es el único argentino que cuenta con un subsidio de la Presidencia para pagar parte de los costos de su estadía en Harvard. La ayuda económica se canalizó a través del Centro de Desarrollo y Asistencia Tecnología (CEDyAT). Como contraprestación, Grimaldi deberá volver a la Argentina una vez terminada su especialización.
Lo que Cristina Fernández valoró y destacó en el caso de Grimaldi –el esfuerzo y su voluntad de excelencia y su objetivo de marcar una diferencia- es común en los estudiantes aceptados en Harvard, anónimos y también conocidos, de clases altas o medias, entre los que hacen o no preguntas molestas.
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