Quién es quién en la discusión sobre la educación y las escuelas
La última semana se habló mucho de los protocolos en las escuelas, a raíz de los cambios anunciados por el Ministerio de Educación del gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Muchas voces que se alzaron en contra parecían tener mucho para esconder, tras el griterío y la indignación impostadas. No hay que olvidar que los que hoy se rasgan las vestiduras por la flexibilización de los cuidados son los que pidieron, por dos años, que los chicos no volvieran a las aulas, discutiendo con necedad todas las pruebas científicas de que la presencialidad en las aulas es segura.
No solo era segura, sino también necesaria y urgente. Entre 2020 y 2021 cientos de miles de chicos se desvincularon de la escuela. En la provincia de Buenos Aires fueron 280 mil, para ser exactos. La cifra no es un invento mío, sino que la dio a conocer el propio ministro de Educación del gobierno de la provincia, Alberto Sileoni, aunque no habló de desvinculación sino que usó un eufemismo: “relación tenue y distante con la escuela” dijo. Para parafrasear a otro ministro, Martín Guzmán: “sarasa”. La realidad es que esos chicos se quedaron afuera de la educación. Se quedaron sin futuro.
La educación ha sido uno de los grandes temas de discusión desde que empezó la pandemia. Al principio, cuando parecía primar la racionalidad, hubo un gran acuerdo nacional sobre la necesidad de mantener las escuelas cerradas, momentáneamente, al igual que otros entornos y actividades para frenar la transmisión de un virus del que no sabíamos casi nada. La oposición acompañó al gobierno nacional en su decisión inicial de la cuarentena y fue, en ese sentido, absolutamente responsable, sabiendo que era un momento de dificultad que requería de mucha unidad en toda la clase dirigente. La ciudadanía pedía eso y actuamos de manera acorde.
Sin embargo, como todos sabemos, el Gobierno prolongó la cuarentena y, con ello, el cierre de las escuelas más de lo necesario y muchísimo más de lo tolerable. Madres y padres de todo el país, de chicos y chicas de distintas edades tuvieron que arreglárselas para trabajar con sus niños en casa y atender sus necesidades, contando en la mayoría de los casos con muy escasos recursos y sin el apoyo de sus familiares (ya que se nos impedía también juntarnos). Pero más allá de la necesidad de alimentación, de entretenimiento y de afecto, hay una que los padres, por mucho empeño y buena voluntad que le pongan, no pueden satisfacer: la necesidad de educarse. Para esta necesidad, que constituye uno de los más básicos derechos humanos ya que garantiza un futuro y vida digna, no hay otro recurso que la escuela.
Muchos grandes pensadores de lo social han identificado a la escuela como una de las instituciones primordiales de las sociedades democráticas. La educación es lo que provee a las personas de dos elementos clave para desenvolverse en la vida, y que a su vez colaboran con la fortaleza de un país a largo plazo: un sentido de la responsabilidad ciudadana basado en el conocimiento y el respeto de su historia, sus leyes y símbolos patrios, por un lado; y las capacidades físicas, intelectuales y morales para el desempeño de labores productivas y económicas que hacen a la puesta en valor de un país y que abastecen a la comunidad en sus múltiples necesidades. En definitiva, la escuela es la antesala necesaria para una ciudadanía laboriosa y capaz, el principal recurso económico de cualquier país desarrollado.
Por todo esto es que consideramos a la educación y al funcionamiento de los establecimientos escolares como una bisagra elemental del desarrollo argentino, y hemos sido muy críticos de la baja –por no decir nula- prioridad que los gobiernos tanto nacional como de la provincia de Buenos Aires le han dado en el transcurso de estos últimos dos años. Desde el primer momento en que entendimos que el Presidente y el gobernador se encaminaban a una extensión indefinida de la cuarentena y del cierre de las escuelas pedimos insistentemente por su reapertura y acompañamos a la ciudadanía en la sensatez de ese reclamo. Vale aclarar que este se desarrolló por medios totalmente democráticos y transparentes, como la creación de la Red de Familias y Padres Organizados por la Educación, que han hecho un gran trabajo en concientizar la importancia de la vuelta a clases y son un ejemplo de participación ciudadana honesta, sin clientelismo ni móviles dudosos.
Las autoridades desoyeron ese pedido una y otra vez, mientras se liberaban presos, se acaparaban vacunas para los amigos del poder y se hacían fiestas clandestinas como las que ellos mismos condenaban en cadenas nacionales, conferencias de prensa y entrevistas televisivas. Claro, hasta que perdieron las elecciones. Ahí sí se dieron cuenta de que las complicaciones que le generaron a la ciudadanía, de las cuales esta dio reiterados y contundentes avisos, tienen consecuencias incluso para los más poderosos.
La desesperación por recomponer ese vínculo con la ciudadanía –movida únicamente por ambiciones electoralistas que están cada vez más frustradas– se manifiesta en esa indignación impostada de quienes se pasaron dos años destruyendo el vínculo de la sociedad con la escuela y ahora se escandalizan por políticas que buscan hacerla cada vez más accesibles a los chicos y a las familias. Son los mismos que minimizaron los efectos del cierre de las aulas (que se han demostrado devastadores, según estudios de Unicef) y exageraron las virtudes hipotéticas de la educación a distancia y de nuestra conectividad, parches precarios que los promotores del retraso educativo nos quisieron vender como grandes soluciones tecnológicas.
En la misma línea, las declaraciones recientes de la vicegobernadora de la provincia, Verónica Magario (que ejerció momentáneamente el Poder Ejecutivo durante la gira internacional del Kicillof junto a Alberto Fernández) sobre la importancia de la educación para la gestión provincial son parte de la misma pantalla. La vicegobernadora, que visitó obras de infraestructura escolar en General Rodríguez busca, por estos medios, proyectar una idea contraria a la que vivió la ciudadanía en carne propia durante estos años: que al gobierno de la provincia le importa la educación.
Lo cierto es que a la gente le importa la educación, a Kicillof y Magario les importa no perder otra elección. Y que estamos cerca de empezar un nuevo ciclo lectivo, y 2022 se perfila como un año de grandes dificultades en materia educativa. Ya lo mencionó en la Cámara de Diputados de la provincia mi compañero de bloque Valentín Miranda. Desde Juntos por el Cambio vamos a acompañar e impulsar políticas que preserven la educación y que le aseguren un futuro a nuestros chicos. Esto solo puede hacerse en diálogo sincero y constante con los actores fundamentales de la cuestión educativa: las familias, que han sido postergadas y ninguneadas en un asunto que es, para ellas, de lo más vital. Y que saben perfectamente quién es quién en cada discusión y griterío que se arma sobre el tema.
Diputada provincial Juntos por el Cambio