¿Quién es Circe Maia?
La autora uruguaya editó su primer libro de poemas a los 12 años; tras un exilio interior durante la dictadura en su país, publicó títulos como Superficies, que la consagraron en el panorama literario uruguayo; multifacética, grabó tres discos y tradujo a Pound, Dylan Thomas y William Carlos Williams
Circe Maia es una de las poetas centrales de América Latina. Su obra, sin embargo, se conoce más por los elogios que otros poetas y escritores como Eduardo Galeano, María Teresa Andruetto o Mario Benedetti han hecho de su escritura vívida y musical. Maia nació en Montevideo en 1932. En 1944, cuando tenía doce años, su padre le publicó su primer libro de poemas, Plumitas. Pero el que figura como primero en su bibliografía es En el tiempo, de 1958, que contiene textos sobre la naturaleza, sobre la naturaleza del tiempo, del cambio y de la permanencia y sobre la muerte de su padre. Años después Maia, ya casada con el médico Ariel Ferreira y madre de dos hijas, se mudó a Tacuarembó, en el norte de Uruguay.
Impulsada acaso por el origen griego de su nombre, como declaró en una entrevista, cursó estudios de filosofía y fue profesora de esa materia por más de treinta años. Su texto favorito era el Fedón, de Platón. Los temas filosóficos, impregnados de vivencias cotidianas y de sensaciones vinculadas con la percepción del entorno, aparecen en toda su obra poética. Maia padeció, como muchos otros intelectuales de su país, los años de la dictadura militar. En 1972 arrestaron a su esposo, integrante del Movimiento de Liberación Nacional conocido como Tupamaros; a ella la dejaron en libertad porque su hija menor tenía apenas cuatro días de vida. Un año después, Maia fue destituida de su cargo como docente de escuela secundaria. Debió ganarse la vida como profesora particular de idiomas. En 1983 perdió a su hijo en un accidente de tránsito. Esa experiencia trágica, sumada a las dificultades para escribir y publicar durante la dictadura, la llevó a distanciarse de su trabajo poético. Con el regreso de la democracia a Uruguay en 1985, fue reintegrada a su cargo como profesora de educación secundaria y a partir de entonces se conocieron sus nuevos libros: Destrucciones (1987), escrito en prosa, y Un viaje a Salto (1987), donde relata el encarcelamiento de su marido. Pero fue la publicación de Superficies, en 1990, la que determinó su regreso a la poesía. En 2007 se recopilaron sus libros de poesía en el volumen Circe Maia: obra poética, de más de 400 páginas. Ese año obtuvo también el Premio Nacional de Poesía de Uruguay.
Algunos de los poemas de Circe Maia fueron interpretados por Numa Moraes, Jorge Lazaroff y Los que Iban Cantando. Su poema "Por detrás de mi voz", de En el tiempo, fue musicalizado por Daniel Viglietti en la canción "Otra voz canta", en 1978, y se convirtió en una denuncia de las atrocidades cometidas por los regímenes militares en América del Sur. Grabó tres discos: Circe Maia por ella misma, Imagen final y otros textos y el libro CD/DVD P(M)atrias. Maia tradujo a William Shakespeare, a William Carlos Williams (para la revista porteña Diario de Poesía), a Dylan Thomas y a Ezra Pound, entre otros.
Maia concibe el lenguaje poético como una conversación: "Me da mucho placer que en el poema suene, a veces, una expresión bien de nuestra conversación, porque casi siempre hay un diálogo con el lector. Lo prosaico. Me gusta el prosaísmo". Los objetos, las personas, las muertes cercanas, las flores, la pintura y el tiempo son algunos de los temas elegidos para revelar los pliegues de la experiencia humana y de la existencia. En 2013, el sello cordobés Viento de Fondo publicó La pesadora de perlas, un hermoso libro de conversaciones entre María Teresa Andruetto y Circe Maia. La narradora y poeta cordobesa, que visitó a la poeta uruguaya en su casa de Tacuarembó en otoño de 2012, seleccionó además poemas de ocho libros de Maia publicados entre 1958 y 2001. De esa selección nosotros elegimos cinco poemas.
II
(Las cosas)
¿Para quién son entonces
tranquilas, quietas, siempre
quedándose
mientras tú y yo nos vamos?
Como si atravesáramos una plaza, de noche
nosotros, con la noche
de la mano del viento
y atrás vamos dejando
bancos desiertos, piedras
faroles apagados
árboles entrevistos
vistos de paso, apenas.
¿Y para quién se quedan
–ya casi ni las vemos–
tranquilas, apoyadas
en su aire sin tiempo?
VI
(La pesadora de perlas)
El objeto más delicado sostenido
también delicadísimamente:
la pequeña balanza de las perlas.
En el aire está inmóvil.
Equilibrio perfecto: la mano la sostiene
los ojos la sostienen
aire-luz la sostiene.
Mírala.
O mejor no la mires
no la miremos
ojo opaco podría acaso
¿no lo crees?
desnivelarla.
Vegetal
Aguantar de raíces
esfuerzo acumulado gota a gota.
Crecimiento de ramas, silencioso
crecer de oculta fuerza.
Como rumor de bosque
permanencia del bosque, voz del bosque
múltiple voz de inacabables lenguas.
Si p, entonces q
Red fortísima, de hilos de acero.
Afirmación y negación se enlazan,
se siguen, se desprenden como gotas
de plomo derretido, que se sueltan
de las premisas, como de altos hornos.
Nadie corta estos hilos.
Nadie pellizca la piel de la lógica.
Los finísimos dedos arrojan
su red sobre las cosas.
Sin embargo
la red vuelve vacía.
El golpe negro
¿Otra vez vas a hablarme de plantas?
-Pero ésta
merece que la mires.
Una flor tan enorme
blanca, estirada, abierta,
y en su interior –ya ves–
llena de insectos negros.
Y todo alrededor, también esconde
–rodeado de verdores–
el golpe negro, que se da en los bordes
o por dentro mismo
muy adentro.