¿Quién decide la vuelta a clases?
Que el 2020 ha sido un año inesperado, vertiginoso y angustiante lo sabemos todos. A lo largo del año se nos fue revelando la necesidad de crear nuevos escenarios y planes de acción ante lo desconocido. Sin embargo, lo que siempre estuvo claro fue que debíamos volver a las clases presenciales tras la pandemia. El gran desafío consiste en: ¿cómo volver?
Debemos volver considerando que no es lo mismo el vínculo exclusivamente virtual que la presencialidad, más aun para quienes no tuvieron ningún tipo de acceso y corren el riesgo de incrementar las estadísticas de deserción escolar. No podemos olvidar que también se vieron afectados por la virtualidad aquellos que cuentan con distintas realidades familiares o personales, que requieren de dispositivos de inclusión educativa, procesos acordes a sus necesidades madurativas o de aprendizaje. Según declaraciones del ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, un millón de alumnos no estuvieron conectados con el sistema educativo. Entonces nos preguntamos ¿cómo continúan? ¿Y sus familias? ¿Y los procesos de adquisición de habilidades?
Debemos volver minimizando riesgos, permitiendo ejercer la libertad individual de niñas, niños y jóvenes, pero también de sus familias. ¿Podremos asegurarles a los estudiantes que sigan conectados en la virtualidad? En este punto, sería importante la intervención de otros actores sociales, tales como empresas (de telecomunicaciones, transportes, servicios, proveedores de insumos) que tomen medidas extraordinarias y colaboren en una situación desafiante como la actual. A su vez, que el estado articule los ATP y la baja de impuestos para asegurar insumos y servicios. Es fundamental que distribuyamos esfuerzos y responsabilidades.
Debemos volver teniendo la posibilidad de que los profesionales, equipos docentes y no docentes con dificultades para regresar a la presencialidad puedan aportar a este proceso desde sus casas sin perder la continuidad, aunque sea en un formato alternativo para continuar aprendiendo como lo exigió el 2020.
Debemos volver siendo conscientes que, durante y a posteriori de una crisis como la que estamos atravesando, tendremos que poner en práctica nuevos procesos, adecuarlos y ajustarlos a lo largo de las semanas. Esto implica que no hay que "sentarse" a ver cómo las decisiones de otros fallan, sino que deben modificarse para beneplácito de unos y otros.
Debemos volver a las aulas analizando la realidad diversa de un país tan vasto y con una enorme brecha de accesibilidad a las diferentes necesidades de las personas, lo cual determina políticas comunes pero con aplicaciones acordes a los distintos contextos. Esto conlleva autonomía y responsabilidad por parte de autoridades locales y de las propias instituciones que, en línea con los marcos establecidos por los responsables de la salud y la educación, puedan aplicar las mejores medidas para su región o incluso para sí mismos.
Debemos volver para diagnosticar el impacto de este tsunami, evaluando constantemente la estrategia con nuestros datos, estudiando experiencias de otros países en conjunto y ampliando la mesa de análisis con especialistas de distintos ámbitos. La educación necesita de miradas y datos científicos, no solo opiniones. La conversación, además de los actores directos del sistema educativo, requiere de especialistas de diferentes áreas de la salud, científicos, familias y expertos en seguridad. Debemos saber que los acuerdos y protocolos que se creen son sujetos a modificaciones ante una realidad que cambia constantemente y la incertidumbre de las etapas de una pandemia desconocida.
En relación a los representantes sindicales, integrados por una diversidad de docentes, es importante que apoyen este proceso aportando no solo ideas y propuestas, sino información fehaciente sobre el estado de sus representados y las escuelas para las que trabajan. También se deben escuchar las voces de aquellos que no están sindicalizados o no se sienten parte y a su vez brindarles la posibilidad de volver o tramitar de forma personal en su institución o región el modo de exceptuar su vuelta y trabajar desde sus casas.
Es indispensable volver sintiendo que, si una triste realidad nos hace tener en la agenda a la educación como preocupación, es el momento para tomar consciencia de que no debe salir de la esfera de las prioridades. Los esfuerzos en pos de la inversión en educación, de un compromiso conjunto entre escuela y familia, una necesidad de actualización, un desarrollo profesional de quienes trabajan en el sector son esenciales y quizás las primeras llaves para consolidar una educación más innovadora que dé respuestas a las realidades cambiantes e inciertas y dote de herramientas cada vez más significativas a niñas, niños y jóvenes.
En definitiva, volver para atravesar una tormenta despiadada, sin perder el horizonte de construir un proyecto de país cada vez más justo y en crecimiento cimentado en la educación.
- El autor es fundador de Red Itínere a la que pertenecen 6 colegios de Provincia de Buenos Aires. Fundador y Director ejecutivo de Asociación Civil HUB