Qué significa hacer una política industrial
Argentina está discutiendo el modelo económico que necesita y la industria es un eje del debate. Tras 30 años en el rubro, habiendo visto y analizado cómo funciona el sector en el país y el mundo, quisiera compartir unas reflexiones.
Partamos del inicio: la industria uno de los sectores transables de la economía, por lo que compite a nivel internacional con empresas de otros países. Un industrial compara sus precios y calidades con otros de todas partes del mundo. Diferente es el no transable, que compite dentro del país: seguros, bancos, peluquerías, etc. ¿Cuál es la principal diferencia entre ambos? Las condiciones: el sector transable compite con industrias que producen bajo escenarios macroeconómicas distintos. La competencia internacional es muy exigente, pero el aislamiento es inviable ya que detiene el desarrollo del país.
La industria, como sector transable de la economía, necesita elevar su nivel de productividad y que los factores de competitividad mejoren, esto determina su crecimiento y sustentabilidad. La productividad depende de la eficiencia del sector y de la gestión de las propias empresas: qué hacemos con los recursos humanos y de capital, qué tecnología usamos, cuánto tiempo demora la producción y la distribución de un producto, qué calidad final alcanzamos, etc. La competitividad, en cambio, proviene de factores que no dependen de la empresa o del sector. En particular, el nivel y la cantidad de impuestos, la calidad y los costos de la infraestructura y de la logística, las restricciones que pone la legislación laboral y el costo del crédito, entre otros.
Si tomamos en cuenta esta distinción, veremos que la Argentina cuenta con muchas industrias que en el mundo están primeras en productividad y últimas en competitividad. Esto es como si tuviésemos un plantel entero de futbolistas de élite, que son favoritos para el mundial, pero que antes de salir a la cancha se los cargara con una mochila llena de piedras. Efectivamente, serían más lentos, se cansarían más rápido y no tendrían los resultados esperados.
Hacer política industrial es mejorar los factores de productividad y competitividad, pero veamos qué hicimos en la Argentina en los últimos 20 años.
Aumento de Impuestos: a nivel municipal, provincial y nacional aumentaron hasta llegar a una presión tributaria récord a nivel mundial alcanzando el 50,7%.
Bajo financiamiento: en los últimos años, se promovió la demanda a través de emisión y gasto público, generando actividad basada sólo en el consumo de corto plazo, provocando un proceso inflacionario que destruyó la moneda y el ahorro. Por tal, los depósitos del sistema financiero[1] (determinante en la capacidad prestable) sólo alcanzaron el 14% en promedio del PBI en 2022, muy por debajo de los países vecinos que están cerca del 100%. Además, los escasos fondos quedaban absorbidos por el BCRA para financiar el déficit estatal.
Rigidez laboral: se diseñó un régimen con altos costos por el impacto negativo de los juicios laborales y la formación de un ambiente permisivo con las prácticas inconstitucionales (bloqueos de plantas, agresiones a directivos y a los empleados, etc.). La violencia y el freno de la producción afectan al sector, pero especialmente a las Pymes, llegando a un contexto anti-empleo. Desde 2012 Argentina no aumentó el trabajo registrado en el ámbito privado.
Falta de capacitación: la calidad educativa se deterioró considerablemente, no sólo por el abandono que el Estado hizo de las escuelas técnicas especializadas en oficios industriales, sino porque las provincias abandonaron a su suerte a niños y a adolescentes que terminaron cursando la mitad de los días de clases. Así, nos encontramos con la contradicción de una alta demanda de mano de obra del sector, pero sin personal con suficiente formación técnica.
Déficit de infraestructura: la inversión en rutas terrestres, aéreas o marítimas fue nula o incluso regresiva. Se aumentaron considerablemente los precios por los mismos o peores servicios, se restringió la competencia interna entre el transporte en tren y en camión, no se invirtió suficientemente en puertos, los cuales a través de una mala administración aumentaron considerablemente su costo de uso. La lista de medidas regresivas es extensa, incluyendo la falta de parques industriales.
Sistema energético: se dejó de invertir lo necesario para garantizar el suministro de energía en los procesos productivos y teniendo que importar energía. A su vez, se alteró negativamente el financiamiento energético: en lugar de bajar los costos de la energía mayorista, el Estado financió el consumo de los hogares de aquellos que no lo necesitaban. En efecto, las empresas locales pagaron altos precios por un servicio de peor calidad, con cortes y pérdidas.
Falta de seguridad jurídica: el sector industrial requiere de estabilidad y previsibilidad. En la Argentina se han cambiado condiciones impositivas, de distribución de dividendos, de comercialización y de pagos al exterior, entre muchas otras. La seguridad jurídica es un componente esencial para la inversión que impacta en la competitividad y así, luego, en la productividad de las compañías.
Barreras a las Pymes: poco se ha trabajado por las pymes, son el principal actor del entramado industrial y es por ello que se necesita un régimen laboral e impositivo con reglas y condiciones diferenciales. El crecimiento de las pymes es la pieza fundamental del sector que posee un alto grado de informalidad como resultado de no poder afrontar el nivel de presión fiscal del Estado.
Sistema científico-tecnológico: Argentina invierte anualmente entre 0,6% y 0,8% de su PBI, y sólo el 20% de ese presupuesto va a la industria. El mundo invierte 4 veces más, aplicando el 80% al sector. Además, la poca inversión no se direcciona a dar solución a las necesidades de innovación del entramado industrial.
No haber trabajado sobre estos factores generaron el estancamiento de la industria desde 2011. La generación de riqueza proviene del sector privado, el Estado no puede reemplazarlo y debe garantizar las condiciones para que así sea.
Nuestro país está iniciando un proceso de transformación. Nuestras empresas corren el riesgo de no poder seguir jugando el partido (compitiendo) por no soportar el peso de una mochila de piedras innecesaria. Si aquellas industrias de élite van al mundial con ese lastre, perderán con equipos inferiores y quedarán eliminados en primera ronda. Necesitamos que el ordenamiento macroeconómico tenga una segunda etapa donde saque las rocas antes de salir a la cancha.
Es un orgullo ser industrial y, en contra de lo que indican los prejuicios, muchos creemos en la capacidad del sector. No pedimos protección, sino competir en igualdad de condiciones, sin la mochila de piedras. Un plan productivo no sólo es deseable y necesario, también es posible.
Presidente de la Unión Industrial de la Provincia de Buenos Aires