Que reinen la paz y el amor, o que terminen rápido
La Cámpora arma un buen zafarrancho por el 24 de marzo, pero se ocupa más de Alberto que de Videla; Cuervo Larroque recuerda ahí que cuando Cristina lo tocó con la varita mágica, el profesor venía de un espacio político que entraba en un monoambiente. Luis D’Elía amonesta a Máximo: “El kirchnerismo no es una propiedad inmueble de la familia Kirchner”, referencia nada velada al imperio inmobiliario construido por Néstor y Cristina. Hebe de Bonafini acusa a Alberto de no compartir el proyecto kirchnerista, y me cuentan que Alberto pidió que le tradujeran “proyecto”. Intelectuales albertistas (ya sé que suena raro) escriben una carta para pedir la unidad, que es como decirles a Cris, Máximo y La Cámpora que salgan del escondite, que se den por vencidos. Intelectuales cercanos a la vicepresidenta, entre los que figuran eminencias del pensamiento metafísico como Dady Brieva, Artemio López y Luisa Kuliok, responden a esa afrenta también por escrito: ¿unidad con el gobierno del ajuste neoliberal fondomonetarista? Antes preferimos el destierro; incluso un destierro en Puerto Madero, Nordelta o Abril. Cristina le dicta a Horacio Verbitsky: “Poné que yo digo que en un mes el país vuela por los aires”; Verbitsky, nostalgioso de viejas luchas subterráneas, cumple, lo publica. En dependencias en las que conviven funcionarios de las dos tribus la cartelería advierte que están prohibidos los tacles a la altura de la cabeza. El ministro Kulfas, oficialista, detesta al secretario Feletti, opositor; Feletti detesta a Kulfas, y los dos detestan no saber qué hacer para frenar los precios. Guillermo Moreno, y perdón por citar a alguien tan poco citable, dice que el peronismo, todo el peronismo, “ya se hartó” de Cristina. Cristina está convencida de que Alberto, para intimidarla, organizó la intifada contra su despacho. Alberto no soporta que ella viva clavándole el visto, o que atienda las llamadas y le conteste: “En estos momentos la señora se encuentra ocupada”. En fin, una monadita los vecinos del consorcio oficialista, como llama Jesús Rodríguez a lo que nació no hace tanto tiempo como gran coalición de credos peronistas. El Papa, que en sus condenas a la guerra en Ucrania no menciona a Putin por si es llamado como mediador, podría ir poniéndose en forma: ¿qué tal si intenta una reconciliación entre el Presi y la vice? En realidad, debería ser al revés: que empiece por Putin, que le va a resultar más fácil que Cristina.
"Asistimos a la superposición de batallas y gestos de distensión. Llaman a una tregua, y también a tomar las armas"
Al imponente espectáculo de esta guerra fratricida se le suma ahora una movida por la paz; porque una cosa es andar a los tiros, y otra, que la sangre llegue al río, que haya más sangre que río. Voces de ambos bandos reclaman un cese del fuego. Ahí están, por ejemplo, Eduardo Valdés, Martín Insaurralde, María Seoane… María, la sacrificada escribidora detrás del mamotreto Sinceramente, leyó la carta albertista, le encantó y la firmó; después leyó la carta antialbertista, le encantó y la firmó: se ve que ella también se postula para interceder entre Rusia y Ucrania. Alberto le pidió a Cafierito que publicara un artículo de tono conciliador; “en español”, le aclaró. Llamativo que haya pensado en Cafierito, no solo por sus dificultades para darse a entender, sino porque pocas personas provocan más rechazo en Cristina; bueno, quizá lo hizo precisamente por eso.
Asistimos a la superposición de batallas y gestos de distensión. Llaman a una tregua, y también a tomar las armas. ¡Las mismas personas! Wado dijo que era el acuerdo con el Fondo o el fin del mundo, y anteayer fue a la marcha que llevó como bandera la condena al acuerdo con el Fondo. Yo creo que va a primar el amor, un amor especial, pletórico de odio. Disfrutaremos de una entretenidísima sucesión de conflagraciones seguidas por ramos de olivos, ese peculiar protocolo peronista de supervivencia. Lo nuevo ahora es que las bases no saben detrás de quién ir. Muchedumbres de ovejas sin pastor, qué cosa más triste. Un menú que ofrece a Cristina, Alberto, Massa, Máximo, Kicillof… es como que saca el hambre. La Cámpora está bien organizada y moviliza a una multitud de militantes, pero una suerte de sino trágico le impide parir candidatos a cosas serias. Las encuestas dicen, invariablemente, que solo pueden competir en la liga de intendentes. Un estudio genético debería investigar cómo es que pasan los años y Máximo y sus chicos no crecen.
En la columna de Andrés Oppenheimer sobre el ranking mundial de la felicidad (en el que la Argentina, no me explico por qué, acaba de retroceder 10 lugares), un experto israelí sostiene que las sociedades más felices son aquellas donde reina la cohesión, donde la gente se sabe apoyada por familiares y amigos; y cita al filósofo británico Francis Bacon: “La amistad duplica la alegría y reduce el dolor a la mitad”. Moraleja obvia: hago un ferviente llamado a Cris y al profesor para que vuelvan a ser amigos. Sí, que se quieran, que se ayuden. Un clamor nacional y popular reclama que hagan las paces.
Si no atienden ese ruego y persisten en anularse, en destruirse, OK, el país les desea mucha suerte a ambos.