¿Qué puede aprender la economía de la selección?
Para explicar la maravillosa gesta de la selección argentina que ganó la cotizada tercera estrella, debería hablarse de planificación, trabajo en equipo, mérito y constancia. Todo aquello de lo que el Gobierno carece, especialmente porque decidió desde el primer día que el plan fuera la improvisación. Los festejos de la llegada de la selección reflejaron esa nula planificación: el micro no podía llegar por la propia aglomeración.
Desde lo económico, la improvisación sale cara. La inflación es el principal resultado de la falta de un plan consistente. Con un mes de noviembre que dio una inflación del 4,9%, el Gobierno celebró –ya que en octubre había sido del 6,3%– en forma apresurada. El año pasado la inflación del mes de noviembre –que fue la mitad, 2,5%– también fue inferior a la de octubre, pero en diciembre se disparó a 3,8%. Una vez más, la metáfora del fútbol es clara: no conviene gritar los goles ni un segundo antes. Por otro lado, mientras la Reserva Federal de EE.UU. y el Banco Central Europeo observan la inflación “núcleo”, que deja afuera los precios de la energía y de los alimentos por su nivel de estacionalidad, el Gobierno festeja una baja puntual de los alimentos que entraron en el control de Precios Justos. Relevar los precios acordados es hacer un gol con la mano. Creo que el VAR hoy no permitiría un gol con la mano.
El costo de emparchar los problemas de la economía sin una planificación general es considerable. En el caso del dólar soja en sus versiones uno y dos, devaluar selectivamente el tipo de cambio de exportación para ese grano provocó problemas de corto y largo plazo. De corto, porque requiere emitir miles de millones de pesos extras para cubrir la diferencia con la venta de dólares “baratos” a los importadores. De largo, porque los incentivos a la soja perjudican la rotación de los cultivos y la futura productividad del campo. El Gobierno está en una encerrona: le faltan dólares para no devaluar y sus parches generan un futuro con menos dólares.
La improvisación del Gobierno genera golpes de expectativas en lo económico. Esto sucede porque si el Gobierno no se ordena, el mercado lo ajusta. El otro ejemplo son los bonos de fin de año. Si el sector privado los financia, reacomodaría su gasto en sueldos para el resto del año. Pan para hoy y hambre para mañana. Pero, además, provocando malos incentivos, porque dinero destinado a un premio para el mejor empleado ahora se repartiría entre todos. Es como que la Copa del Mundo se divida en 32 copitas para darles una a cada equipo por participar, ganen o pierdan.
Thomas Sargent, premio Nobel de Economía, sostiene que el déficit fiscal es la causa última de la inflación. Y el déficit fiscal es gastar más de lo que se recauda, algo simple de entender. Para reducirlo, tiene que haber una programación financiera acorde. Lo cual es imposible si nadie en el Gobierno sabe cuál es el próximo paso del Ministerio de Economía. Los dos dólares soja llevados adelante y los bonos de fin de año son ejemplos de la falta de un programa integral de estabilización. No se puede estabilizar la economía sin un paso a paso consistente en el mediano plazo y medidas estructurales de largo plazo, simplemente porque lo que debe recuperar el Gobierno hoy es credibilidad. Sucede que el mercado no elige creer en la improvisación del Gobierno.ß
Master of Science en Desarrollo Económico de la Universidad de Sussex, Economista y Mg. en Finanzas (UBA)