Que perviva la memoria de Malvinas
Estará por siempre en mis mejores recuerdos la imagen de las islas Malvinas flotando sobre el mar helado, profundo y de un azul único volviendo realidad las imágenes que en la escuela fui incorporando, con afecto e inclaudicable sentido de pertenencia. Son, vistas desde el avión, como aprendimos e imaginamos, con esa paz y soledad que reclama permanentemente el no olvido. La guerra por Malvinas, de la que se cumplen 38 años, me tomó por sorpresa como a toda la sociedad. El secreto, la mentira, el engaño, la manipulación y el desprecio por la vida eran los pilares sobre los cuales se sostenía la feroz dictadura militar, azotándonos y ahogándonos, con la ambición de eternizarse en el poder.
La guerra me tuvo como un observador más, solidario en lo que se podía. La viví con la expectante angustia de no saber si iba a ser convocado, ya que había concluido mi servicio militar obligatorio poco tiempo atrás. Soy clase 1959 y fui movilizado en la Operación Soberanía, el conflicto con Chile por el Canal de Beagle. Otra locura y despropósito de los militares.
El tiempo pasó y la vida me dio la oportunidad de coordinar, desde la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación, las acciones del Proyecto Humanitario de Identificación de nuestros héroes de Malvinas. Un orgullo para todos los argentinos, para siempre. Ese trabajo trasciende cualquier posicionamiento ideológico y tiene al veterano Julio Aro como inspirador y motor fundamental, junto a la periodista Gabriela Coccifi. Un proyecto que en lo personal me permitió hacer el mejor y más grande de los homenajes.
Esta tarea, que logró la identificación de 115 héroes en el Cementerio de Darwin, aún no concluyó y sé que el gobierno actual la continuará, porque es por sobre todas las cosas un acto de amor y justicia para con los familiares que durante 36 años aguardaron del Estado esa respuesta que les ayude a cerrar una vida de incertidumbre, permitiéndoles, con la verdad, realizar el duelo necesario que calme y recupere recuerdos para permitir el homenaje. Para transformar el dolor por la paz de haber concluido una búsqueda tortuosa plena de destrato, indiferencia, silencio, mentiras y fabulaciones. En definitiva, actos de cobardía y canallescos de un Estado que por casi cuatro décadas no supo cuidar a su gente.
Este 2 de abril 115 familias recordarán los viajes del 26 de marzo de 2018 y del 13 de marzo de 2019, en los que pudieron cambiar esas placas que identificaban las tumbas con la frase: "Soldado argentino solo conocido por Dios", por la que les daba el nombre de quien allí descansa. De su ser amado, padre, esposo, hijo o hermano. La sociedad pudo saber quiénes son, y gracias a los testimonios periodísticos, también conocer quiénes fueron. Porque dar nombre a cada persona, recuperar los relatos y las historias de los que ya no están, nos hace más humanos y le da un valor mayor al ejercicio de la memoria. En un canto a la vida, la poeta israelí Zelda escribió: "Todo hombre tiene un nombre que D-s le dio, que sus padres le dieron... Todo hombre tiene un nombre que sus enemigos le dieron, que su amada le dio. Todo hombre tiene un nombre que su trabajo le dio. Todo hombre tiene un nombre que el mar le dio, que su muerte le dio".
Se cumplen 38 años de la Guerra de Malvinas. Recordemos a los héroes, honremos a los veteranos, abracemos a las madres y los padres, reafirmemos nuestro compromiso con la soberanía de las islas y mantengamos juntos la llama de la memoria y de la paz. Para siempre.
Exsecretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación; presidente honorario del Museo del Holocausto de Buenos Aires