¿Qué pasó con los barones del conurbano?
La política en la provincia de Buenos Aires en los últimos 20 años ha devaluado sistemáticamente el protagonismo de los intendentes, otrora conocidos como los barones del conurbano.
Si miramos hacia atrás, vemos que cuando Duhalde eligió a Néstor Kirchner para competir contra Carlos Menem en las elecciones de 2003, concentró todos sus esfuerzos y recursos en el conurbano bonaerense. Allí contaba con el apoyo absoluto de todos y cada uno de los poderosos intendentes y fue así que logró el 22 por ciento de los votos, que finalmente lo llevaron a la presidencia.
Mientras Duhalde fue gobernador de la provincia, los intendentes consolidaron y aumentaron el poder territorial que ya tenían. Eran estos dirigentes quienes controlaban las movilizaciones populares y fueron quienes en circunstancias aún muy poco claras “provocaron o toleraron” los saqueos y movilizaciones que terminaron por derrocar al gobierno de Fernando de la Rúa.
Todo cambió con Néstor Kirchner, quien desde el primer día de mandato comenzó a tejer una estrategia para apartar absolutamente a Duhalde de cualquier posición de poder desde la cual pudiera seguir operando sobre los municipios. El artífice del operativo fue Florencio Randazzo, que entonces era ministro del gobernador Felipe Solá.
La estrategia tenía dos componentes principales. En primer lugar, los recursos económicos se empezaron a manejar directamente desde el gobierno nacional, sin pasar por la provincia. El Presidente personalmente hablaba con los intendentes y les pedía un informe de situación respecto a sus necesidades financieras para cerrar el mes a mes. También analizaba con ellos las principales obras de infraestructura que habría que llevar adelante. Una vez decididas pasaron a ejecutarse desde el Ministerio de Infraestructura de la Nación, a cargo de Julio de Vido. Los intendentes y la provincia perdieron así el control de ejecución de todas y cada una de las obras que se llevaban a cabo en sus distritos.
En segundo lugar, en esos años comenzó el empoderamiento sistemático de los movimientos sociales, quienes eran asistidos por el gobierno nacional para atender los acuciantes problemas de los sectores más carenciados de las barriadas más empobrecidas del conurbano. Esta segunda maniobra llevó a que los intendentes comenzaran a perder el monopolio que durante años tuvieron sobre sus territorios. Ahora debían compartirlo con organizaciones sociales, que tenían todo el apoyo económico del gobierno nacional para distribuir y administrar los planes sociales que llegaban a la gente más humilde.
Así llegamos hasta hoy, donde los exbarones están tan a la defensiva que tuvieron que aceptar que Máximo Kirchner accediera a la presidencia del PJ provincial. También debieron buscar refugio en el gobierno nacional y provincial cada vez que sus reelecciones estuvieron amenazadas.
Los tiempos por venir, sin embargo, van a requerir que los municipios vuelvan a ganar protagonismo. Con un 50 por ciento de pobres y una política asistencialista que no está dando resultados, es fundamental que las intendencias retomen un rol más activo en el control de la ejecución de las políticas sociales. Los recursos tienen que llegar directamente a la gente, pero son los municipios quienes junto con los gobiernos provincial y nacional tienen la responsabilidad institucional de hacer el seguimiento de la eficacia de las políticas que se implementen. Dirigentes como Juan Grabois y Emilio Pérsico tendrán seguramente su espacio en la política pero no pueden administrar recursos públicos. Esas anomalías deben repararse para recuperar la institucionalidad de nuestra democracia.
Magíster en Filosofía de la Economía de la Universidad de Cambridge y especialista en Políticas Públicas