¿Qué nos pasa con el peso? La dictadura del cuerpo ideal y los riesgos para la salud
A casi un año de reglamentarse la Ley de Talles y en medio de pequeños indicios de que algo podría estar cambiando, la presión social sobre el aspecto de los cuerpos sigue provocando sufrimiento
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A pocos días de cumplirse un año de la reglamentación de la Ley de Talles, todavía es mucha la gente que sale de una tienda sin haber podido encontrar ropa que se adapte a sus medidas. “Me cuesta encontrar talles de pantalones; por lo general, del modelo que me gusta no hay en mi medida y termino eligiendo el que me entra. Si me gusta o no, no importa, mucho no puedo hacer. Es algo que me hace sentir muy mal, uno se siente excluido”, dice Sofía, de 19 años, de Villa Ortúzar.
El caso de Sofía no es aislado, y así lo demuestra un estudio realizado por el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH-Unesco) y divulgado a principios de marzo, que concluyó en que más del 70% de los argentinos tiene dificultad para encontrar talles de ropa y calzado. Por otra parte, el 70,8% de los consultados reconoció sentirse excluido del acceso a gran parte de las prendas que le gustaría adquirir por estar afuera de los estándares con los que se rige la industria textil, mientras que otro 65,6% se siente mal por no encajar en la ropa que pretende.
En este contexto, surge la pregunta: ¿si tenemos una ley que propone talles “reales” para los cuerpos “reales” de la población argentina, por qué todavía pasa esto? En este punto vale aclarar que la Ley N°27.521 –sancionada en noviembre de 2019 y reglamentada en junio pasado– establece la creación de un Sistema Único Normalizado de Identificación de Talles de Indumentaria (Suniti), que se basa en los datos recopilados en el Estudio Antropométrico Nacional Argentino (EAAr). Este informe, que realiza en Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), aún no concluyó y su finalización es fundamental para que la ley se aplique, porque determinará la forma y dimensiones actuales de los cuerpos que conforman la población del país.
Faltan medidas
“Para que la Ley de Talles sea exigible se necesita terminar el estudio antropométrico. Esto es muy importante porque nos va a permitir saber cuáles son las medidas promedio de la población argentina”, señala Laura Contrera, abogada, profesora de filosofía y activista gorda. “Este informe es en sí revolucionario porque por primera vez vamos a dejar atrás medidas que no se corresponden con la población argentina”, agrega y asegura que una vez terminado, se establecerá una curva de talles en base a esas medidas. “Después queda el compromiso de las marcas en vestir a esta población real argentina y no a un ideal que tiene más que ver con estereotipos culturales y de belleza que con la realidad de proporcionarle vestimenta a las personas”, enfatiza.
Para la activista no solo es problemático conseguir talles en nuestro país, sino además lograr no pagar un recargo por talles más grandes, algo que afecta sobre todo a las personas con menos recursos. “Esto sucede por una decisión de marketing de no querer vestir a determinados cuerpos: la gordura se asocia con un menor poder adquisitivo, con algo menos cool, menos lindo, menos estético, menos agradable, y esto es discriminatorio”, advierte.
No encontrar ropa que se adapte a las medidas corporales representa para las personas con exceso de peso una carga emocional y psicológica importante respecto a una situación que es un derecho humano básico
No encontrar ropa que se adapte a las medidas corporales representa para las personas con exceso de peso una carga emocional y psicológica importante respecto a una situación que es un derecho humano básico. Contrera sostiene que, claramente, los argentinos somos “gordofóbicos”. Esta afirmación se corresponde con los datos que arroja el Instituto Nacional Contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), que tiene entre los puestos más altos de su ránking a la discriminación por aspecto físico, y en relación al peso. “La violencia y discriminación que sufren las personas gordas en relación a su peso son tremendas. Que no puedas acceder a la vestimenta, a un empleo o a una cobertura de salud digna, es algo que como sociedad no tenemos que permitir”, sostiene.
A pesar de que en los últimos años empezó a decaer la presión social sobre el cuerpo, recientemente se difundió el caso de Josefina Macchi, de 25 años, quien no fue tenida en cuenta para el puesto de azafata de una línea aérea internacional, a causa de su peso. A fines de abril, Josefina acudió a la entrevista laboral en un hotel del centro y luego de pasar exitosamente distintas instancias se enteró que no quedaba seleccionada para continuar en la siguiente etapa. “Me llamó la atención. Recuerdo que cuando llegó el momento de hablar en inglés me fue muy bien, me sentí cómoda, incluso ayudé a una compañera que había tenido errores usuales. Pero me dijeron que hasta ahí llegaba”, explica.
“Me di cuenta de que, evidentemente, había algo más y quería saberlo. Me acerqué a la reclutadora y le pregunté qué podía hacer para mejorar para la próxima vez y dijo: ‘honestamente, tenés que bajar de peso’”, cuenta y asegura que nunca había vivido algo así. “Más allá de la discriminación, me llamó la atención la crueldad de decirlo en una entrevista laboral y tan directamente. No veo la necesidad de marcarle al otro que está en falta y más por una cuestión estética. Pero la sociedad está cambiando y, por eso mi caso hizo tanto ruido”, dice.
Aceptar lo diverso
Evidentemente, la repercusión del caso en las redes nos hace pensar que de alguna manera la sociedad actual comienza a cuestionarse las imposiciones respecto del aspecto físico. Otro ejemplo reciente de estos movimientos en torno a los estándares de belleza es el revuelo que generó Kim Kardashian después de participar de la gala del MET, al admitir que tuvo que hacer una dieta estricta durante semanas para bajar 7 kilos con el objetivo de “entrar” en un mítico vestido que perteneció a Marilyn Monroe. La influencer y celebrity admitió que hizo muchos sacrificios para conseguirlo e inmediatamente fue blanco de críticas. ¿Debemos “entrar” en un vestido? ¿Es necesario dejar de comer porque tenemos que encajar en un atuendo para ir a una fiesta? La ropa tendría que adaptarse a nuestro cuerpo y no al revés: esta premisa, que durante mucho tiempo se vio desnaturalizada por la presión social sobre el físico, femenino, hoy se renueva como motivo de debate.
Por eso, cada vez más, la aceptación de lo diverso se celebra como lo que nos aleja de los estereotipos de siluetas perfectas y de todo lo que nos lleva a trastornos físicos, psicológicos y emocionales por perseguir ideales inalcanzables. En ese sentido, la aparición de Rocío Gómez Wlosko, actriz que interpreta a la hija de Benjamín Vicuña en la tira El primero de nosotros en Telefé, conecta con esta necesidad de que haya más cuerpos reales en la televisión, con los que las personas puedan identificarse. “A las personas gordas se las sigue castigando un montón”, dijo la actriz en una entrevista con la nacion, mientras hacía visible una problemática instalada sobre la que debemos reflexionar. “Tenemos que entender que los cuerpos gordos también pueden ser sexies, lindos, pueden ser amados y deseados”, enfatizó Wlosko.
La discriminación hacia las personas con sobrepeso es una realidad que no solo se vive en la Argentina, sino también en muchos otros países. Para Diego Sívori, nutricionista (MN 4870) y director de la carrera de Nutrición de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), esto sucede porque la persona con sobrepeso u obesidad es entendida como alguien que no tiene voluntad, que está en su situación hasta casi intencionalmente.
La Argentina es un país muy estético donde se explota mucho la culpa por trasgredir la norma cultural de no verme estéticamente como mi sociedad lo impone. Se da esta asociación entre la delgadez y el éxito que, por suerte, es una barrera que cada vez se quiebra más
“La Argentina es un país muy estético donde se explota mucho la culpa por trasgredir la norma cultural de no verme estéticamente como mi sociedad lo impone. Se da esta asociación entre la delgadez y el éxito que, por suerte, es una barrera que cada vez se quiebra más”, asegura. El especialista en nutrición considera que la sociedad ve a esta enfermedad crónica como un estado voluntario de dejadez. Y, si bien hay políticas que fomentan la educación sobre cómo hay que tratar a una enfermedad como la obesidad, esto no se condice con los espacios o servicios destinados a estas personas, desde sillas en lugares públicos, asientos de aviones o espacios para hacer actividad física no adaptados.
Por último, es necesario considerar que más allá de lo positivo de aceptar nuestros cuerpos tal como son, de darle una mayor visibilidad a la diversidad y de no caer en actitudes discriminatorias, es importante subrayar que mantener un peso adecuado repercute sobre la salud integral de las personas. En este punto, podemos cuestionarnos, ¿el exceso de peso es siempre sinónimo de enfermedad?, ¿puede una persona con sobrepeso considerarse sana? “Tranquilamente una persona que tiene sobrepeso u obesidad podría llegar a considerarse sana desde su criterio. Desde el criterio científico hablamos de distintos grados de sobrepeso y de obesidad que están determinados por el índice de masa corporal y que están asociados por el exceso de grasa corporal a distintos tipos de complicaciones ya sea físicas, mentales o psicológicas”, explica Sívori.
Desde el punto de vista médico es necesario determinar el exceso de peso y su distribución. Según explica el especialista, por ejemplo, un leve sobrepeso en lo que sería un cuerpo con una forma ginoide, o forma de pera, es decir, que tiene un poco de grasa ubicada en piernas y glúteos, según diversos estudios podría llegar a tener un efecto de protección. En cambio, si la grasa está ubicada en la zona de las vísceras, en la zona media del cuerpo, lo que se denomina obesidad androide o forma de manzana, es un sobrepeso más complicado porque predispone la insulinorresistencia, la inflamación crónica, enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares. “Hay que aclarar que esta distinción solo puede hacerse en grados leves de obesidad. Pero cuando se habla de niveles mayores no se puede discriminar entre si es sano o no, porque siempre es perjudicial para la salud convivir con el exceso de grasa corporal”, finaliza.
Kim Kardashian dejar la vida (y la salud) en un vestido
Fue una de las noticias más comentadas en torno a la Gala del MET de este año: la celebrity estadounidense, de enorme influencia en las redes, adelgazó siete kilos en tres semanas (algo que puede ser riesgoso para la salud) con el solo objetivo de “entrar” en el vestido que
Marilyn Monroe lució en 1962, durante el evento donde le cantó el Feliz Cumpleaños al presidente John F. Kennedy. La terrible paradoja es que Marilyn murió pocas semanas después de haber estrenado ese vestido, sumida en una crisis depresiva que mucho tuvo que ver con el lugar que ocupaba en las fantasías de toda una sociedad.