Que la pandemia no tape los grandes logros de la civilización
A veces, los tiempos difíciles nos nublan la vista y nos impiden tomar conciencia de los logros conseguidos. Esta pandemia trajo consigo una tragedia humana sin precedentes. Muchos países, incluyendo el nuestro, y mucha gente la están pasando mal. Pérdida de seres queridos, pérdida de empleo, jóvenes y niños con escolarización deficiente, aislamiento y soledad fueron algunos de los impactos innegables, y en gran parte desiguales, que afectaron a mucha gente durante este año y medio de Covid en el mundo, con consecuencias personales a largo plazo muy variables. Esto es así. Pero esta desgracia ha alimentado la popularidad un relato sobre el estado del mundo que me parece excesivamente pesimista y una mala guía para tomar decisiones de largo plazo. No me sorprende. Nuestras sociedades están ahora enfocadas en recuperarse y reconstruirse. Pero quizás recordar la base sólida sobre el que caminamos sea también una forma de empatía.
Si bien con problemas, interrogantes y cuestiones por mejorar, el trazo grueso es que nuestra civilización vive una época de bonanza sin precedentes. Como una medida sintética y comprensiva de su desempeño, me focalizaré en el tamaño de nuestra especie. Desde 1970 se duplicó la población del mundo y la tasa de pobreza extrema cayó dramáticamente, desde el 60% a menos del 10% de la población global. La combinación de ambos factores hizo que la población por sobre la línea de pobreza extrema se vea multiplicada por más de cuatro en tan solo medio siglo, subiendo de 1500 millones de personas a 6600 millones. Esto requiere, entre otras cosas, producir muchos más alimentos, una oportunidad y un gran interrogante para Argentina, cuyo estancamiento data precisamente de mediados de la década del 70.
Este éxito de la humanidad sobre los desafíos de la naturaleza fue el resultado de un stock importante de descubrimientos previos sobre virus relacionados, mecanismos más rápidos para la producción de vacunas, toneladas de financiamiento estatal y privado y un nivel de cooperación inusitado a nivel planetario
Este exitoso crecimiento de la humanidad ha hecho que el motor y la cocina del mundo no den abasto, y se caliente el planeta. Pero claro, los serios dilemas ambientales que enfrentamos, en parte resultan de que las generaciones vivas hemos priorizado excesivamente nuestro propio bienestar a expensas del de las generaciones futuras. Ahora el mundo parece haber tomado conciencia de este problema, en cuya raíz está el costo de imponer austeridad a las generaciones vivas, que son las que votan; para mejorar la situación de las generaciones futuras, que obviamente hoy no votan. Ojalá que el progreso técnico y un uso más racional de los recursos permitan en las próximas décadas resolver este dilema. Después de todo, en el pasado, la tecnología también echó por tierra con los sombríos pronósticos del economista Thomas Malthus sobre el agotamiento de otro recurso, que en ese caso no era el clima frío sino casualmente la oferta alimenticia.
A menudo se esgrime que la desigualdad ha alcanzado un grado intolerable. Es cierto que se ha ralentizado la mejora del nivel de vida de los trabajadores de baja calificación de los países ricos. Ello se debe a dos motivos: el cambio tecnológico que reemplazó su trabajo por máquinas, y el desplazamiento hacia Asia, África y América Latina de industrias trabajo-intensivas. Comparada con la evolución de ingresos de sus connacionales más calificados, esto ha agravado la desigualdad al interior de los países ricos. Pero, mientras se trabaja para recalificar a los trabajadores allí desplazados, es importante reconocer que el gran logro de la globalización ha sido una notable mejora para los habitantes más pobres del planeta, una meta ética sumamente loable para cualquier humanista. El correlato es que, a nivel global, la desigualdad no ha aumentado, sino que ha disminuido desde 1970.
Otro motivo para el optimismo es el cortísimo plazo en que, en 2020, se desarrollaron una decena de vacunas contra el Covid-19. Según la revista Nature, el tiempo más breve de desarrollo de una vacuna antes que esta, desde el muestreo del virus hasta su aprobación, fueron los cuatro años que tomó la del sarampión en los años ‘60. ¿Se imaginan si las del Covid hubiesen demorado 48 meses en lugar de 11?
Este éxito de la humanidad sobre los desafíos de la naturaleza fue el resultado de un stock importante de descubrimientos previos sobre virus relacionados, mecanismos más rápidos para la producción de vacunas, toneladas de financiamiento estatal y privado y un nivel de cooperación inusitado a nivel planetario.
Pérdida de seres queridos, pérdida de empleo, jóvenes y niños con escolarización deficiente, aislamiento y soledad fueron algunos de los impactos innegables, y en gran parte desiguales, que afectaron a mucha gente durante este año y medio de Covid en el mundo
Otro hecho notable de los últimos años es la democratización del acceso a la información y a la tecnología. Gran parte de la información del mundo está hoy al alcance de un teléfono celular, y eso ha contribuido a derribar barreras y prejuicios que hasta hace unos pocos años eran infranqueables. Esta revolución no nos es ajena institucionalmente. Graduados ditellianos son parte de la misma desde muchos puestos clave, con los éxitos más notorios siendo los unicornios Mural y Kavak.
Es cierto que la globalización, a la sombra de este costado luminoso, también ha traído consigo algunos problemas. Pero una cosa es corregir los defectos de un proceso eminentemente virtuoso, y otra negar la eficacia de los mecanismos de mercado con adecuada regulación estatal, el respeto a los derechos de propiedad y a los derechos humanos, la libertad individual y la democracia para lograr el progreso de los pueblos.
Si bien muchos profesores de la universidad pensamos como acabo de describir, siendo la Di Tella una institución plural, hay colegas que tienen una visión menos benévola del devenir global de las últimas décadas. Pero contraponer visiones diversas a través del conocimiento y el debate es lo que hace vibrante la vida de una gran universidad.
A este mundo lleno de oportunidades y desafíos, que muchas veces parece lejano desde la Argentina, queremos contribuir desde la Di Tella con un optimismo constructivo, tanto desde nuestras investigaciones como en la formación de graduados cosmopolitas que se destaquen. Creemos con humildad que este es también un sendero para Argentina.
* El autor es Rector de la Universidad Torcuato Di Tella. Fragmento del discurso pronunciado en el cierre de la Campaña Anual de Recaudación para el Fondo de Becas