¿Qué hiciste en la guerra, Adolf?
Una investigación del historiador alemán Thomas Weber da por tierra con algunas creencias sobre la participación del líder nazi en la I Guerra Mundial
Ese anodino hombre gris de uniforme que cruza una calle adoquinada fusil al hombro y tocado con el pickelhaube, el característico casco alemán de la Gran Guerra coronado por un pincho, será con el tiempo el causante de la mayor hecatombe de la historia. Se llama Adolf Hitler. El historiador alemán Thomas Weber (1974), doctorado en Oxford y profesor de Historia Europa e Internacional en la Universidad de Aberdeen, en Escocia, se ha asomado a la vieja fotografía desenfocada en la que se destaca, cómo no, un bigote, para investigar cuál fue en realidad la experiencia bélica del futuro líder nazi en la I Guerra Mundial, y si fue tan decisiva para él y su ideología (opina que no). El resultado es un libro revelador y apasionante, La primera guerra de Hitler (Taurus), en la que Weber, mediante un concienzudo estudio de los registros del regimiento en el que luchó Hitler -el 16º Regimiento Bávaro de Infantería de Reserva, RIR 16, o Regimiento List, por su comandante- desmonta lugares comunes, tópicos y clichés. De entrada, y esto sorprenderá a muchos, apunta que en realidad Hitler no fue cabo.
"No, no es que yo lo haya degradado. Su único ascenso fue a gefreiter , soldado de primera. Nunca tuvo mando de tropa, ni de un sólo soldado. No sé de dónde viene lo de atribuirle el rango de cabo. En Alemania se conoce perfectamente el término, probablemente es un problema de traducción a otras lenguas que ha persistido a lo largo del tiempo." Tampoco fue su experiencia la de un soldado de primera línea, como el propio Hitler sostuvo luego, sino que se mantuvo casi toda la guerra en un servicio menos arriesgado. Desde luego no fue un Jünger. Once días después de su llegada al frente y tras participar el 29 de octubre de 1914 en la primera batalla de Yprés, bautismo de fuego de su regimiento, Hitler fue nombrado correo y destinado al puesto de mando de la unidad, un sitio mucho más cómodo y menos peligroso que las trincheras. "Fue un buen soldado, diligente, concienzudo. Hizo lo que le mandaron. Sin embargo, lo que hizo no fue lo que luego contó en Mein Kampf y lo que recogió la propaganda. Es un hecho que mintió sobre su experiencia bélica, sobredimensionándola, que se reinventó por razones políticas".
Un cerdo en la retaguardia
Weber es taxativo al asegurar que Hitler no fue ningún héroe. "Mostró valor en su cometido. Pero había una distancia entre el hombre de las trincheras y él. No era el típico producto del regimiento; de hecho, sus camaradas del frente lo evitaban, lo veían como un Etappenschweine , un cerdo de la retaguardia. Pensaban que hacía un trabajo fácil, en la plana mayor. Hitler no es un soldado clásico de la Gran Guerra, no conoció la vida de las trincheras ni la hermandad de las armas como luego trató de hacer creer." Weber no discute que Hitler ganara la Cruz de Hierro de Primera Clase. "Es cierto, y era algo muy raro para un soldado. No obstante, se la concedieron en un momento en que se abrió la mano para hacerla más accesible a la tropa y subir la moral. Se benefició de esa nueva política. Y en su caso fue decisiva su intimidad con los oficiales, sus conexiones."
Para Weber, lo esencial es desmontar la idea de que el Hitler que conocemos es resultado de la I Guerra Mundial, que aquella experiencia fue lo que creó al Führer, la que hizo que un pintor de postales se convirtiera en el mayor criminal de la historia. "No fue la deshumanización de la guerra lo que lo radicalizó, fue mucho después cuando vemos surgir al Hitler de las convicciones. Su antisemitismo, por ejemplo, no va entonces más allá de los clichés religiosos, no es para nada el antisemitismo racial y radical nazi."
¿Mató Hitler a alguien en la guerra? "Lo más probable es que no; sería raro. Excepto en esos días del principio en Yprés no tuvo oportunidad. No podemos excluir la posibilidad, pero nunca lo reivindicó y dada su absoluta falta de preparación al llegar al frente y la entidad profesional del enemigo al que se enfrentó aquella única vez -regimientos británicos como los Highlanders- es extremadamente improbable." Es curioso pensar que el hombre que causó la muerte de tantos millones pudiera no haber matado con su propia mano a nadie. Excepto a sí mismo.
Al acabar la conversación, le digo a Weber que no hemos hablado de sexo. "Siempre hay tiempo para eso", dice tomando asiento otra vez. Del de Hitler. "Es difícil decir. Sus camaradas lo consideraban asexuado. Era un obseso de la higiene y temía mucho contraer la sífilis, lo que no es coherente con el no practicar el sexo, si bien se piensa."
El historiador desmiente que Hitler perdiera un testículo en el Somme y que, como se ha sugerido, hubiera procreado un vástago durante la guerra en Francia.
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