Qué Estado necesitamos para nuestra educación
Desde el inicio de la conformación del Estado, en nuestro país, la educación fue un instrumento clave para operar el pase de la sociedad tradicional a la moderna. Fue una elección acertada y exitosa, y si bien no tuvo el alcance deseable fue un factor que diferenció nuestro proceso de modernización de otros de la región.
Con la reinauguración de la democracia, en 1983, se renovó el esfuerzo por ampliar los beneficios de la escolarización a todos los sectores sociales. El propósito tuvo rápido éxito en la fase de incorporación, pero no se supo cómo acompañar este movimiento con una propuesta pedagógica que les permitiera a los incorporados adueñarse de los instrumentos culturales necesarios para dialogar exitosamente con la actual configuración de la cultura. Por el contrario, sabemos que el Estado nacional hoy no es capaz de trasladar a los niños y jóvenes los instrumentos básicos de la cultura letrada; que, a la vez, reproduce las diferencias de origen social y está muy atrasado en cuanto a contenidos, prácticas pedagógicas y organización, tanto del sistema como de las instituciones.
Dado que se inicia una nueva administración de la educación cabe preguntarse qué Estado necesitamos para construir el futuro. Hay dos premisas insoslayables desde las cuales conviene plantear la reflexión: hoy no hay mercado que pueda prescindir del Estado para formar los recursos humanos que se necesitan, y tampoco hay posibilidades de actualizar la “libertad” de niños y jóvenes si no logran romper el cerco de la ignorancia.
A partir de esto nos atrevemos a repensar qué necesita la educación del Estado. En los últimos tiempos se discutió sobre el presupuesto para la educación. Primero es imperioso dar transparencia a todos y cada uno de los pesos que invertimos en el sector. Si no logramos esto no sabremos nunca cuánto presupuesto necesitamos para tener una educación de calidad.
Forma parte del mismo requerimiento la producción confiable de datos, la evaluación de los aprendizajes y el seguimiento de los resultados de las inversiones realizadas. Es cierto que tenemos un sistema federal y que las provincias deben hacerse cargo de los subsistemas locales. Pero no puede prescindirse de un Estado nacional que auxilie tanto con recursos técnicos como materiales a las jurisdicciones que hasta ahora no han sido capaces de cumplir con este cometido. Es necesario rediseñar los incentivos para procurar el interés provincial por destinar sus recursos a la educación. Hasta ahora la organización de la administración del sistema incentiva la dependencia de los recursos nacionales.
No necesitamos del Estado lo mismo que hace 40 años, aunque nunca el Estado cumplió acabadamente con las exigencias del sector. Es urgente generar un ministerio nacional “inteligente” en el sentido de una estructura ágil, eficiente, capaz de pensar los problemas en clave innovadora orientada hacia lo que viene y no a remediar el pasado. Es urgente recuperar una mirada amplia y pluralista por parte del Estado que revise el instrumental metodológico con el que se enseñan los saberes más básicas como la lectura, la escritura y la matemáticas, metodologías que hoy no son eficaces a la hora de generar aprendizaje en niños y jóvenes.
El pluralismo debe ser la regla para la formación de las nuevas generaciones. Estas solo serán libres si les permitimos desde los inicios de su escolarización reflexionar y construir su criterio respecto de las variadas versiones existentes sobre la realidad. La escuela populista abandonó a los chicos a sus propios recursos de origen en materia de cognición de la cultura elaborada y a su vez avanzó como nunca sobre las subjetividades de los alumnos y la transmisión de visiones muy sectarias respecto de nuestra historia así como interpretaciones dogmáticas de la realidad.
Tenemos un país culturalmente heterogéneo y socioeconómicamente muy desigual. Es de esperar que ensayemos desde el Estado modos de procesar la diversidad cultural neutralizando las desigualdades educativas. Cuanto más crezcamos económicamente más necesitará el mercado que se lo provea de los recursos humanos técnicamente formados. A la vez, será necesario atender a la complejidad de las sociedades modernas desarrollando mentes inteligentes capaces de dialogar con ella. No queremos quedarnos fuera de un futuro que promete y a la vez amenaza. Necesitamos un Estado para procesar positivamente tanto sus oportunidades como sus riesgos.
No existen antinomias entre Estado y mercado, por el contrario son instancias mutuamente dependientes en casi todas las actividades de la sociedad. No podremos ser eficientes en la producción de bienes y servicios que debe proveer el Estado si no dedicamos tiempo, esfuerzo e inversión a generar condiciones adecuadas en la población. Y estas condiciones abarcan un amplio abanico de saberes, habilidades y valores, y la escuela sigue siendo un instrumento privilegiado para lograrlo.
La educación está en una situación en la que el cambio es imprescindible. Si bien pareciera que no le importa mucho a nadie, es un ámbito muy sensible y con gran capacidad de producir conflicto. Seguramente los habrá y parte de la población los sufrirá. Lo que importa es que el esfuerzo dé frutos y lo que necesitamos es un Estado que marque un rumbo que nos conduzca al futuro y nos saque del pantano.
Miembro del Club político Argentino y de la Coalición por la Educación