Que en el Senado prime la cordura
En el Instituto Lanari, una pequeña pantalla de televisión típica de institución pública antigua mostraba cómo algunos legisladores pampeanos se daban vuelta a último momento y facilitaban la media sanción del proyecto de ley más significativo de lo que va del siglo. En el mismo hospital, un hombre de mediana edad leía, durante su espera, un afiche que contrastaba con la efusiva celebración de la allí televisada media sanción. Estaba pegado en la puerta de la sala de rayos del hospital y mostraba a una mujer embarazada, de cuya panza sobresalía una pequeña mano, y a cuyo lado decía: "Mami, no te hagas una radiografía, que me puede hacer daño".
Aquel hombre era yo, y no pude más que pensar: "¿Qué será de este tipo de carteles si la Argentina se convierte en un país abortista?". Pues la introducción del aborto, guste o no, requeriría una redefinición del concepto de salud pública que, como se destaca a ambos lados del debate, es la clave de lo que Fernando Iglesias (uno de los diputados que votó a favor de la despenalización) calificó acertadamente como una tragedia.
Los que se sorprendieron con la actitud de Cambiemos, incluidas las supuestas pero verosímiles apretadas de último momento, tal vez fueron ingenuos o poco observadores. Ya desde su estética cumbiera, con un toque de fiesta de cumpleaños, Pro anunciaba una opción mitad frívola, mitad progre. Es una lógica compatible con un cuasi ministro de Economía que con una mano acuerda con el Fondo Monetario y con la otra tuitea un guiño al proyecto abortista. Y compatible también con espacio para posiciones "provida" (que las hubo, dentro del espectro político oficialista).
En todo caso, el panorama aludido cierra bastante con la consideración de la susodicha tragedia como algo cool: un mojón más en la ruta de un progresismo que, a pesar de su orientación económica, deja amplio margen para valores culturales y morales semejantes a los que imperaron, de un modo más asertivo, los doce años anteriores.
Además, a los que se quejan de que el áspero asunto no figuraba en la plataforma de Pro cabe recordarles, con algo de ironía, que frente a problemas supuestamente inesperados -como la continuada crisis económica- se requieren medidas sorpresivas o, si no se requieren, al menos convienen (o tal vez convienen al Fondo y a otros organismos internacionales con agenda progre). El problema no es, necesariamente, la reacción alejada de una plataforma, sino la sorpresa en cuestión: plantear intempestivamente el debate sobre el aborto y favorecer discretamente la sanción de un proyecto de una exageración tal que nos hace pasar del polo en el que estábamos al más opuesto concebible. Si el Senado sanciona la ley, el sistema de salud en bloque se vería obligado a garantizar que pueda abortar todo aquel que quiera, por cualquier razón, durante las primeras catorce semanas de un embarazo.
Hablar de champagne en el contexto del aborto parece un tanto fuerte. Pero al festejo de los pañuelos verdes solo le faltaba un brindis. El Senado aún está a tiempo de evitar la consumación de un proyecto tan extremo. Acaso haya una mayoría de senadores rebeldes que se atrevan a poner sobre la mesa una señal más luminosa. Ojalá prime la cordura, se tome en serio la posibilidad de moderar el supuesto grito abortista de las masas y se garantice así, de verdad, la salud pública de todas y todos: grandes, chicos y también criaturas aparentemente irrisorias.
Profesor de Derecho e Investigador del Conicet