Que el aula no consolide la desigualdad social
Dos grandes equívocos se convocaron en los últimos días en el debate educativo que giró sobre "la vuelta de los aplazos" en la provincia de Buenos Aires.
El primer equívoco es legal: nunca se eliminaron los aplazos en la provincia de Buenos Aires, por lo tanto, nunca se reinstalaron. Siempre estuvieron presentes en la normativa. El cambio de régimen académico (resolución 1057/14) introdujo muchas cuestiones de la educación primaria, pero no eliminó los aplazos. Fue una norma integral, profunda, que tomó en cuenta grandes avances en las concepciones pedagógicas y que tuvo como base la experiencia piloto en 150 escuelas. Uno de los aspectos que modificó esa resolución fue la escala de puntaje de los alumnos: se eliminó el de 1 a 3 y quedó de 4 a 10. Los alumnos con nota 4 a 6 estaban desaprobados (aplazados). Los países tienen distintos sistemas de puntaje; la propia provincia lo cambió muchas veces. Es algo poco trascendente en esencia.
Lamentablemente, algunos medios de comunicación se confundieron y tomaron el cambio como una "eliminación de los aplazos". Esto generó mucha polémica, y efectivamente muchos docentes dejaron de aplazar a los alumnos: no por la norma, sino por un efecto mediático en cadena.
La nueva norma sancionada esta semana sólo modifica dos aspectos del régimen académico: uno de ellos es la escala numérica. Restablece las notas de 1 a 10. Eso es todo: los aplazos ("desaprobados", como dicen ambas normas) siguen estando como antes, pero ahora corresponden a los que sacan nota 1 a 6, antes los de nota 4 a 6. El bloque pedagógico integrado en primer y segundo grado (una medida aprobada por unanimidad por todas las provincias y vigente en casi todos los países de la región) también sigue vigente.
El segundo equívoco es más profundo y se esconde detrás del falso dilema "repitencia o promoción automática". Éste ya es un debate viejo para la pedagogía, pero se reedita una y otra vez. Ninguno de ambos caminos es el correcto. Está probado por innumerables estudios que la repitencia es la peor alternativa pedagógica para los alumnos. Por ejemplo: en las pruebas de la Unesco para toda América latina se demostró que en los 15 países participantes ningún otro factor tiene más efecto negativo en los aprendizajes que la repitencia (aislada de todo factor social).
Tampoco aprobar a los alumnos sin aprendizajes es una "medida" útil. La clave es superar este debate con nuevas visiones pedagógicas.
Un sistema meritocrático puro basado en el aplazo como amenaza es aliado de un modelo de enseñanza memorístico y expositivo: el docente enseña a todos por igual y el que más esfuerzo hace saca mejor nota. Todo depende del alumno. Este modelo defiende una justicia ficticia: todos sabemos que reproduce la desigualdad, porque al depender todo del alumno el efecto del contexto social es inmenso.
En cambio, creo que debemos defender una concepción de la enseñanza en la diversidad. Un buen docente en este modelo busca caminos para sus alumnos, genera distintas actividades para potenciarlos y no reducirlos a una única forma de aprender (menos aún memorística y ritual para el examen). En este modelo se trabaja por proyectos, se evalúa en el proceso y de manera continua, como retroalimentación del aprendizaje.
Este modelo es meritocrático: no olvida los esfuerzos. Sólo que la meritocracia no es el ordenador principal: primero está la justicia pedagógica, generar actividades que abran el deseo de aprender, buscar alternativas, potenciar a cada grupo y a cada alumno. Es un modelo redistributivo donde la justicia pedagógica ordena y la meritocracia complementa.
El debate no debería ser "aplazo o no aplazo". La clave es mejorar la enseñanza para no quedar atrapados en un camino que conduce a la expulsión a través de la repitencia. La meritocracia pura reproduce la desigualdad social y condena a los desaventajados. La no meritocracia es un populismo pedagógico: todo vale lo mismo, todos pasan. Ni una cosa ni la otra: modelos de enseñanza que se enriquecen en la diversidad, que generan justicia dentro de las aulas sin olvidar los esfuerzos, que potencian a cada alumno y al grupo.
Claro que todo esto requiere mucha formación, buenos salarios y carreras docentes profesionales. En eso deben trabajar las políticas. Mientras tanto, hay mucho por hacer desde cada lugar. No reproducir una discusión simplificada es un trabajo que todos podemos comenzar hoy mismo.
Director del Programa de Educación de Cippec