¡Qué básicos son los hombres!
Todo iba más o menos mal hasta que un día el señor en cuestión se fue de vacaciones solo
Daniel es un amigo, el dueño de un quiosco a la vuelta de mi casa. Dani, como le dicen todos, es un hombre casado hace más de veinte años con Inés. Tienen varios hijos, Raúl de 15 años, el menor, vive con ellos. Daniel es un personaje, mide más de un metro ochenta, tiene bigotes, es fortachón y hay días en que apenas saluda. Es así, ya todos lo conocen en el barrio. Todos saben también que con Inés se pelean fuerte. Que después de tantos años de matrimonio se les hace cuesta arriba la convivencia, como a todas las parejas del mundo. Desde que Dani tiene su celular, que no deja ni a sol ni a sombra , se lo pasa mandando mensajitos a todas las señoritas que circulan por la cuadra. El es así. Picaflor.
Lo que sí sé, porque él mismo me lo confesó, es que volvió fulminado de amor por una formoseña
No quiero olvidarme de un detalle, la familia vive al fondo del negocio en un PH muy confortable. Era frecuente escuchar las peleas desde la calle. Es un hombre de pocas pulgas y ella, Inés, una persona de una paciencia infinita. Todo iba más o menos mal hasta que un día el señor en cuestión se fue de vacaciones solo. Solito su alma partió para Formosa. No sé muy bien si de casualidad o por alguna razón en especial. Lo que sí sé, porque él mismo me lo confesó, es que volvió fulminado de amor por una formoseña. Es así que ni corto ni perezoso y de la noche a la mañana, en un santiamén, la despachó a Inés y a Raúl del PH, con las cacerolas, la heladera, los muebles; en fin todos los bártulos acumulados durante una vida .Les alquiló un departamento a un par de cuadras del quiosco. Se lo veía contento, ilusionado. Es más, había empezado una dieta y se le notaban los kilos bajados. Ya se arreglaba más. Se recortó el bigote, el pelo y se perfumaba con énfasis. Estuvo una semana solo. Pero a los siete días y una vez finiquitado el operativo desalojo, llegó la "susodicha" la amada amante, su objeto de tanto deseo. Ahora bien, no apareció sola, lo hizo acompañada de una hija de 20 años, un novio de la hija de 21 y un bebe de un año. En fin toda una familia. Cada vez que yo pasaba por el quiosco le preguntaba: "Y Daniel; cómo anda eso?". "Bien, por ahora", me contestaba. "Ya me prometió la hija que apenas consiga un trabajo se mudan con el novio y el nene". Así pasaron los días, los meses, el año y cada vez Dani iba perdiendo entusiasmo y vitalidad. Se lo veía desprolijo, con cara de pocos amigos, cansado. Ya los vecinos no se animaban a entablar una conversación porque era como si nada. Dani no se daba por aludido. Los vecinos le pagan lo que deben y chau.
Cada vez que yo pasaba por el quiosco le preguntaba: "Y Daniel; cómo anda eso?"
El lunes pasado, antes de ir al canal, pasé a comprar pilas para mi grabador y lo encuentro a Dani más contento. Entre "¡qué calor, qué barbaridad los precios!", le pregunto: "¿Cómo andan las cosas?". Me contesta sonriente: "Ahora bien porque me mudé a la casa de mi ex mujer y estoy más contento". Obvio que no quedaba otra que consultarle el destino de su otra familia, la de Formosa. Y me contesta: "Los tengo a todos en el PH al fondo esperando que encuentren un trabajo y se vayan. No puedo echarlos y dejarlos en la calle". Con una sonrisa primero y luego con una carcajada solitaria me vine para el canal. Imposible no pensar en qué básicos son los hombres. Como Daniel debe haber miles de señores que dejan a la esposa después de treinta años, se enamoran de otra sin darse cuenta que, después de un tiempo, cualquier mujer se convierte en una esposa. ¡Que mal negocio, Daniel!
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