Putin y la nueva visión rusa del mundo en 2021
El Presidente Putin acaba de firmar, el 2 de julio, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de la Federación Rusia. Aunque algunos analistas y comentaristas no le otorgan mucho valor a este tipo de documentos, declarándolos generales, vagos o poco específicos, lo cierto es que su preparación insume una gran cantidad de tiempo, reflexión y recursos humanos al máximo nivel. En este caso, el organismo coordinador fue la Secretaría de Seguridad Nacional (un poco el equivalente al National Security Advisor de Estados Unidos), a cargo del todopoderoso Nikholai Patruschev (de máxima confianza de Putin y bien conocido por los últimos equipos presidenciales argentinos), y lleva claramente su sello. El resultado es un documento de 44 páginas, que si bien está conectado con los previos, es seminal, como mínimo inaugura otra etapa y quizá una era. Su análisis exhaustivo obviamente excede este artículo, pero vale la pena hacer unos comentarios iniciales sobre este verdadero y preciso termómetro de como Putin y su grupo ve el mundo y a la propia Rusia.
Este documento debe ser actualizado cada seis años y por ende una primera e inevitable herramienta analítica es compararlo con los documentos previos, en particular con el último, de 2015 y evaluar los cambios y continuidades. Aquel vio la luz después de los eventos de Crimea, que marcaron un deterioro brusco de las relaciones con occidente. En ese sentido, una mayoría de observadores en occidente considera que hay cambios sustanciales. El nuevo documento refleja la profundización de la fragmentación de la globalización. El espíritu del documento es de independencia estratégica de Rusia. China aparece como un aliado importante, pero no tanto bilateralmente sino a la par de la India, viejo aliado ruso y también aliado estratégico desde ya hace varios años de Estados Unidos. Dicho de otro modo, la relación bilateral con China aparece subsumida y rebalanceada en el triángulo China-India-Rusia. Esta pragmática recontextualización de las relaciones con China (relaciones que, no está demás decirlo, siguen siendo muy importantes) es un ajuste no menor, pero sería ingenuo por otro lado deducir de esta lectura un pronóstico de mejora de las relaciones con Estados Unidos en el corto plazo.
Si Xi Jinping despliega desde 2013 su bandera de la Iniciativa de la Franja y Ruta de la Seda (inspirado originariamente en la vieja Ruta de la Seda, pero por cierto excediendo desde hace rato la referencia histórica inicial), y Estados Unidos despliega su contención articulando el Pacífico con el Índico con sus socios Japón, Australia e India en el “Indo-Pacífico” (o “Indo-Pacífico Libre y Abierto”, en su versión más japonesa), Putin lucha desde 2015 para introducir y sostener en la grieta entre las dos superpotencias su propia idea de una deseable Asociación de la Gran Eurasia, su sello personal. Esta idea, de la que se habla poco fuera de la esfera rusa, inicialmente limitada a lo económico, llega ahora oficialmente a la Estrategia de Seguridad Nacional de 2021, llamada a defender la relevancia de Rusia como potencia, insistir en su predominio en su entorno y defensivamente, prevenir o demorar el alineamiento gravitacional estratégico de la región en la Iniciativa de la Franja y la Ruta. La Iniciativa genera mucha más preocupación que el Indo-Pacífico en Rusia. Precisamente, la lectura entre líneas del grado de cooperación rusa-china y sus límites, frente a Estados Unidos y en Asia, será uno de los focos de análisis de este documento.
Uno de los ejes (mucho más que un mero “aspecto destacado”) es la “securitizacion” de más aspectos de la vida rusa, fundamentalmente la supervivencia de la identidad nacional, los valores tradicionales y la estructura de la sociedad. Esto ha llevado a analistas en occidente a calificar el documento como “conservador” y aun “paranoico”. Sin embargo, también incorpora la calidad de vida y el desarrollo del capital humano. Ciertamente, la mirada sobre lo interno ocupa una porción sustancial, inesperada para muchos en un documento de esta naturaleza. Son amenazas graves la desestabilización social, las campañas de desinformación, el uso de la historia, la promoción de valores “no rusos”. Estas amenazas pueden ser operaciones de desinformación que vulneren el “espacio de información segura”, campañas de opinión pública y de allí a ciberamenazas y otras encuadrables en el concepto de “guerra híbrida”. Incluso estas amenazas externas a la estabilidad pueden ser no estatales. También los problemas estructurales de la economía rusa, muchos históricos, son mencionados en este documento. Entre ellos vale la pena destacar la sobredependencia en los recursos naturales, la necesidad de promover las industrias y poner el acento en la ciencia, la tecnología y la innovación.
Otro área de interés, notable, es la que se refiere al cambio climático. Muchos rusos de a pie ven con simpatía el aumento de temperatura promedio en un país enorme en gran parte generalmente frío buena parte del año, y Rusia despliega su músculo militar en las nuevas rutas árticas que el acelerado deshielo permite. Sin embargo los jóvenes rusos consideran el cambio climático como una amenaza a la “casa común” (los enormes incendios de Siberia son un claro ejemplo), y un área de participación pública alternativa a la política partidaria. En resolver la contradicción de ser una economía mediana basada en exportaciones masivas de energía tradicional fósil, y aspirar a desarrollar la economía verde que un diagnóstico de cambio climático inexorablemente demanda, se abre un desafío en el que Rusia se juega su futuro. Lejos de la visión trumpista negacionista sobre este tema, esta percepción compartida de preocupación sobre el clima ahora definida como un tema de seguridad estratégica abre una ventana de oportunidad importante para la cooperación con occidente y el resto del mundo.
Doctor en Relaciones Internacionales, profesor e investigador de la Universidad de Georgetown, Washington DC