Puertos: todos avanzan, menos nosotros
Días atrás leía sobre el desarrollo portuario en la hermana república del Uruguay, sus avances, sus debates, si los puertos deben llegar a 14 metros de profundidad. Leía sobre sus inversiones, 500, 800, 900 millones de dólares para mejorar infraestructuras, muelles, plazoletas, compra de scanners, tecnología en general, sistemas, maquinaria.
También leía sobre el vínculo que tiene su centenaria ANP (Administración Nacional de Puertos) ejerciendo su rol de autoridad portuaria, pero sobre todas las cosas, siendo facilitadora del comercio exterior, a través de sus puertos y sobre todo, el Puerto Montevideo, con esa simbiosis envidiable, vanguardista y productiva que lograron los hermanos orientales, logrando esta sociedad público-privada entre un operador portuario de primer nivel global y la propia administración portuaria.
A medida que avanzo en el análisis de la región, veo como el puerto de Santos, en Brasil, sigue creciendo, sumando nuevo equipamiento, nuevos espacios entre plazoletas y cámaras de frío, más productividad, más carga, más y más, siempre un poco más.
No tiene sentido abordar la política portuaria de Chile, ya que en esta “batalla” que pasa por la hidrovía y nuestro Río de la Plata no compite plenamente (perdón Mendoza, San Juan, La Rioja; asiduos exportadores por Puerto Valparaíso y San Antonio de carga porque nosotros en la Argentina no supimos darles las herramientas para que salgan por nuestros puertos).
Y Paraguay, con la tercera flota de barcazas más grande del mundo, esa que la Argentina supo perder sistemáticamente por abusos y extorsiones sindicales, por la catastrófica carga impositiva, sumado a los vicios aduaneros y los costos distorsivos migratorios; sus desarrollos portuarios sobre el Rio Paraguay, basta con ingresar a Google Maps, escribir Villeta, ver y comparar el lado argentino con el lado paraguayo: desarrollo versus desidia, imprevisión y falta de visión a largo plazo e inversión; la misma que nos llevó a perder la carga de transbordo proveniente de los convoyes de barcazas, esa que fue recuperada por lapsos lúcidos entre 2017 y 2019, pero vuelta a perder en su totalidad, desde 2020 hasta la fecha.
Después de repasar escuetamente la realidad de la región llegamos, tristemente y a paso de tortuga, a nuestro país, donde la falta de previsibilidad, los vicios, el estancamiento, la economía, la inflación, las trabas a todo lo que sea internacional y productivo, sumado a la avaricia y esa falta de ideas permanente impide el desarrollo sustentable, poder hablar de los próximos 35, 50, 80 años es una utopía y no justamente la del gran Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”
En nuestro caso, ese caminar, destruye generaciones, quiebra empresarios y ahuyenta empresarios e impide toda estrategia desarrollista: mata el sueño y las ideas.
En nuestro país no existe modelo portuario, no existe planificación estratégica, no hay un plan integral, aquellos puertos que se desarrollan y avanzan, requieren de un titánico esfuerzo por parte de los privados que día a día deben defenderse del avasallamiento del Estado y sus huéspedes de lujo, contaminados con ideas que fallaron en todo el mundo como son sus gobernantes.
Basta con analizar la tertulia sobre la hidrovía pasa por la caja, por las tasas, por cuanto van a cobrar y no tiene una mirada integral, ¿cómo van a planificar la hidrovía sin planificar los puertos? ¿cómo puede ser que la solución no sea integral? ¿que la solución no integre a la Aduana? ¿cómo puede ser que se haya dejado de hablar de VUCE, de PCS; de sistemas integrados? ¿como funcionan en todo el mundo? Y que solo debemos adaptarlos, no inventarlos.
Por qué nos cuesta tanto dejar que nos ayuden, por qué permitimos, desde la comunidad portuaria, que nos alejen del mundo. A veces, solo es necesario mirar, preguntar, aceptar y aprender.
En Puerto Montevideo, vecino más cercano, están llevando adelante la transformación más grande e importante desde la ley de puertos de los años 90; sólo basta con visitar su Terminal Cuenca del Plata para entender que están por el camino correcto, el camino de las inversiones, la productividad, el cuidado del medio ambiente y la integración puerto-ciudad, tristemente interpretado en nuestro puertos como “desarrollo inmobiliario”.
Mientras Uruguay y la región avanza, en nuestro querido Puerto Buenos Aires, cada vez hay más trabas, más distorsión, más desidia que con seguridad, y de seguir así, nos llevara a convertirnos en un puerto feeder, incrementando más los costos, su impacto directo en el consumo y la producción de nuestra Nación, directamente al consumidor, vos.
Expresidente Comisión Interamericana de Puertos, Organización Estados Americanos (OEA), exvicepresidente Consejo Portuario Argentino, exvicepresidente RETE para Latinoamérica, Relación Puerto Ciudad; exinterventor Administración General de Puertos; actual consultor logístico portuario