¿Puede el peronismo ser derrotado en la provincia de Buenos Aires?
Mientras en el Frente de Todos se cree que el elevado nivel de unidad que ofrece la coalición gobernante la convierte en invencible, en la oposición se apuesta a que las debilidades de la economía tornan vulnerable al oficialismo
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Si bien el resultado de las próximas elecciones nacionales debería medirse por la composición que depare la renovación de la mitad de la Cámara de Diputados de la Nación y de un tercio del Senado, la foto de quienes logren triunfar en el distrito más grande del país, la provincia de Buenos Aires, seguramente será la imagen más repetida en los medios de comunicación al día siguiente del acto electoral. Pero esta cuestión conducirá a variadas interpretaciones acerca de los guarismos electorales: habrá quienes entiendan que la victoria supone simplemente obtener el mayor número de votos y estarán los que medirán el éxito o el fracaso en función de las elecciones pasadas. Dentro de estos últimos, las opiniones se dividirán entre quienes comparen las bancas de diputados nacionales que se consigan en noviembre próximo con las logradas cuatro años atrás y quienes pretendan hacerlo con las cosechadas en 2019.
Las diferencias entre una y otra tesitura son claras. Dos años atrás, el Frente de Todos obtuvo en la elección de diputados nacionales en la provincia de Buenos Aires cerca del 52% de los votos contra algo menos del 38% de Juntos por el Cambio. En cambio, en 2017, la coalición inspirada por Mauricio Macri se impuso en la categoría de diputados con el 42,1%, llevando a Graciela Ocaña a la cabeza de la lista, contra el 36,2% del kirchnerismo, que en aquel entonces concurrió con la denominación de Unidad Ciudadana y llevó como primera postulante a Fernanda Vallejos. En ese año, también se eligieron senadores nacionales, categoría en la cual la nómina encabezada por Cristina Kirchner alcanzó el 37,3%, exactamente cuatro puntos menos que la nómina que lideró Esteban Bullrich.
Como en los próximos comicios se renovarán las bancas obtenidas por unos y otros en 2017, es esperable que el actual oficialismo tienda a ganar escaños en la Cámara de Diputados, al tiempo que a la principal fuerza opositora le costará más renovar la misma cantidad de legisladores obtenida en aquel año. Por el contrario, a la coalición gobernante le costará bastante repetir la buena performance electoral de 2019 en el actual escenario socioeconómico y a juzgar por las encuestas que exhiben una fuerte caída en la imagen de la gestión de Alberto Fernández con respecto a sus primeros meses en el gobierno.
Al margen de esas aclaraciones e interpretaciones, la pregunta que todos se formulan es si el Frente de Todos podría ceder el primer puesto obtenido dos años atrás en la provincia de Buenos Aires. Arriesgar una respuesta hoy a ese interrogante no es sencillo. Entre otras cosas, porque mientras el oficialismo ya tiene una lista de candidatos definida, con Victoria Tolosa Paz y Daniel Gollan en los primeros lugares, Juntos por el Cambio aún debe resolver en las PASO del 12 de septiembre si su nómina de postulantes será liderada por Diego Santilli o por Facundo Manes. Podría conjeturarse que esta lucha interna, si se resuelve pacíficamente, podría fortalecer y ayudar a movilizar a la principal fuerza opositora. Sin embargo, nunca se puede saber cómo reaccionará la totalidad de los votantes de la fracción que resulte derrotada en las PASO.
En el kirchnerismo se deja trascender un particular optimismo. El motivo es que, con la excepción del núcleo representado por Florencio Randazzo, el peronismo irá esta vez unido a las elecciones en el distrito bonaerense. Algo que nunca se produjo en elecciones legislativas de medio término desde la llegada al poder de Néstor Kirchner. En los comicios de 2005, 2009, 2013 y 2017, el justicialismo concurrió a las urnas con más de una opción electoral y, salvo en 2005, la fuerza que integró el kirchnerismo perdió en todas esas competencias electorales.
- La última victoria kirchnerista en la mayor provincia del país en una elección legislativa intermedia se registró en 2005, cuando la Alianza Frente para la Victoria, que llevó a Cristina Kirchner como candidata a senadora nacional se impuso con el 43% de los votos sobre el Frente Justicialista, que encabezaba Hilda “Chiche” Duhalde y obtuvo el 15% de las voluntades. Ese proceso electoral marcó el fin del duhaldismo y la consolidación del kirchnerismo.
- Cuatro años después, en 2009, el peronismo volvió a ir dividido a las urnas, pero esta vez el triunfo le correspondió a la Alianza Unión Pro, encabezada por Francisco de Narváez, que cosechó el 34,6% de adhesiones contra el 32,1% de la Alianza Frente Justicialista para la Victoria, que llevó a Daniel Scioli y a Néstor Kirchner como candidatos a diputado. En esos comicios, el kirchnerismo perdió votos a manos de la Alianza Nuevo Encuentro, liderada por Martín Sabbatella, que cosechó el 5,5% y, de alguna manera, ayudó a impedir el triunfo de la lista kirchnerista.
- En 2013, el peronismo también concurrió a los comicios fracturado. El Frente Renovador, encabezado por Sergio Massa, venció al kirchnerista Frente para la Victoria, que llevó como postulante a la Cámara de Diputados al intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde. El resultado fue 43,9% a 32,3%.
- Finalmente, en 2017, con Mauricio Macri en la presidencia de la Nación y María Eugenia Vidal en la gobernación bonaerense, Cambiemos también derrotó a un peronismo dividido en tres vertientes: la kirchnerista Unidad Ciudadana, que postuló a Cristina Kirchner para el Senado nacional y a Fernanda Vallejos como diputada; el Frente Un País, conducido por Sergio Massa y Felipe Solá, y el Frente Justicialista Cumplir, de Florencio Randazzo. La coalición macrista logró el 41,3% para el Senado, con Esteban Bullrich a la cabeza, y el 42,1%, con Graciela Ocaña –hoy también candidata a diputada nacional– para la Cámara baja. Unidad Ciudadana cosechó el 37,7% para el Senado y el 36,2% para Diputados. El massismo logró alrededor del 11% y el randazzismo, poco más del 5%.
El mayor nivel de unidad que presenta hoy el peronismo es el principal argumento que esgrimen los kirchneristas para fundar su confianza en el triunfo en la provincia de Buenos Aires. Un segundo factor que los alienta es que las dificultades que atravesó la gestión macrista hasta 2019 estarían aún frescas en la memoria de los bonaerenses. Por otra parte, confían en que, hacia septiembre, el nivel de vacunación contra el Covid-19 cobrará un volumen que posibilitaría que la mayoría de la población adulta esté inmunizada al menos con una dosis y que habrá más signos de recuperación económica en términos interanuales que los actuales. Por último, apuestan a que la aparición de las fuerzas liberales, como la liderada por José Luis Espert, podría restarle algunos votos a Juntos por el Cambio.
En contra de ese optimismo oficialista hay toda una corriente de opinión que, a partir del análisis de no pocos sondeos de opinión pública, está persuadida de que las condiciones objetivas en materia socioeconómica deberían ser suficientes para forzar una derrota de la coalición gobernante. En tal sentido, se destaca que con el actual nivel de preocupación sobre la economía, parecería difícil que el oficialismo gane. De hecho, casi todas las fuerzas gobernantes del mundo, en los presentes tiempos de pandemia, con sus secuelas económicas, experimentaron derrotas electorales en los últimos meses. Estados Unidos, España, Chile, Perú y hasta Israel son algunos ejemplos.
El gobierno de Alberto Fernández se encuentra ante un desafío mayúsculo, que pasa por imponer una narrativa y tópicos de campaña que eviten las cuestiones que más lo pueden incomodar de cara a los comicios. Según el analista de opinión pública Juan Germano, esos temas incómodos no son otros que la economía y la situación judicial de Cristina Kirchner. “El oficialismo deberá tratar de correr el eje de discusión de la economía, al igual que del debate sobre el posible regreso de Cristina Kirchner o el ascenso de Máximo Kirchner al poder”, señala.
Por el contrario, este consultor cree que “al Gobierno no debería incomodarlo el debate sobre la pandemia y las vacunas”, especialmente si las estadísticas sobre nivel de vacunación y contagios mejoran hacia septiembre. De hecho, con la decisión de postular al ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollan, como segundo candidato a diputado nacional por el distrito bonaerense, el oficialismo parecería mostrar predisposición a debatir ese tema.
Otra cuestión que podría impactar, aunque en menor medida, en el resultado de las elecciones, será el nivel de participación ciudadana en los comicios. Las últimas elecciones provinciales exhiben una caída en el porcentaje de votantes, que podría ser atribuida tanto a los efectos de la pandemia como al enojo de una porción relevante de la ciudadanía con la política en general. Así, en Misiones concurrió a las urnas el 63,5% (18% menos que en 2019) y en Jujuy asistió el 65% (19,7% menos que dos años atrás), según los datos relevados por la consultora Mariel Fornoni, de Management & Fit.
Es difícil predecir a quiénes beneficiaría y a quiénes perjudicaría una menor afluencia de votantes. Podría suponerse que la menor asistencia a las urnas podría verificarse entre los adultos mayores, que según las encuestas tienden a votar más por la oposición que por el actual oficialismo; sin embargo, también se supone que ese segmento de la sociedad podría estar dentro de los sectores con mayor nivel de inmunización por ser el que cuenta con más probabilidades de recibir la doble vacunación de aquí hasta las elecciones. De acuerdo con Germano, el ausentismo electoral tiende a favorecer a los polos del arco político, por cuanto son los más propensos a movilizarse.
¿Cuánto pueden influir los nombres de los candidatos en la elección bonaerense? Los especialistas en marketing electoral señalan que no deberían influir mayormente en los núcleos de la ciudadanía que ya tienen prácticamente definido su voto, aunque sí pueden influir en el electorado más independiente y menos ideologizado, que se ubica en torno del 20% y es el que suele definir no pocas elecciones, según Germano.
En este punto, tanto Santilli como Manes tendrían hoy un nivel de imagen positiva mayor al de los primeros candidatos a diputado nacional del Frente de Todos.