¿Puede la Argentina salir del círculo de la pobreza?
En una reciente exposición organizada por LA NACION, el periodista Carlos Pagni mencionó que la Argentina es el único país del mundo en el que, desde hace décadas, la pobreza crece sistemáticamente. En todo el resto de los países, incluso en los que tiene más pobreza que el nuestro, esta viene disminuyendo.
El círculo actual de aumento de la pobreza está claro: la política viene enfrentando el problema con más planes asistenciales, más empleo público y más gasto previsional. Esos excesos se pagan con más déficit fiscal, más impuesto inflacionario, más impuestos y más controles de precios. Eso impacta con menos empresas y empleos formales, que a su vez lesionan la recaudación fiscal, aumentan la pobreza y –frente a necesidades electorales- generan más ciclos de asistencialismo. En los momentos de auge del precio de las exportaciones, la política compromete más gastos permanentes que agravan el ciclo cuando los precios caen. La macroeconomía de corto plazo analiza esos desbordes, pero reconoce la dificultad política de enfrentarlos ante una población de pobres, que votan y que está llegando al 40%. Coinciden en que sin equilibrio macroeconómico no es posible el desarrollo y la consiguiente reducción de la pobreza, y al mismo tiempo reconocen la imposibilidad política de ese equilibrio.
En silencio, un segmento de población parece no estar de acuerdo. Es el segmento que triplicó las exportaciones argentinas en veinte años. Esos son los que incorporan cambios tecnológicos en el sector agropecuario y los que exportan servicios del conocimiento. No lo hacen con el Estado sino, a pesar del Estado. No es para festejar: la participación de nuestro comercio cayó, porque la Argentina compite con países que tienen políticas de desarrollo.
Propongo cambiar la conclusión de los macroeconomistas: "no es posible el equilibrio macroeconómico sin políticas de desarrollo". Pediría a la profesión que haga un estudio contra fáctico: ¿cómo sería hoy la situación fiscal, monetaria, empleo y pobreza si no hubieran existido las innovaciones en la producción agropecuaria ni la exportación de servicios del conocimiento?
El desarrollo económico en el siglo XXI está centrado en el conocimiento: la investigación, el desarrollo y la innovación, y en la velocidad de difusión de la innovación en el entramado productivo
Pero...¿qué es la gestión del desarrollo en el siglo XXI? Durante buena parte del siglo XX esa gestión se concebía desde la industrialización sustitutiva de importaciones, las fábricas encontraban en las grandes concentraciones urbanas su mercado y los trabajadores migrantes su empleo. El proceso se retroalimentaba con más mercado y más fábricas para abastecerlo.
Es lo que motorizó el crecimiento del Gran Buenos Aires: entre los censos de 1947 y 1960 superó el 6% anual acumulativo y entre 1960 a 1970 el 3.6%. Al agotarse el modelo el aumento de esa población se limitó al crecimiento vegetativo, y el GBA con otros núcleos conurbanos se convirtieron en el principal locus de la pobreza.
La gestión pública era competencia exclusiva del gobierno nacional: principalmente aranceles aduaneros, reducción (o eliminación) de impuestos nacionales y créditos subsidiados para las empresas y, por el otro lado, inversiones en servicios públicos para responder al crecimiento de las manchas urbanas.
Las políticas regionales también eran competencia nacional: subsidios postoperativos para la radicación de industrias en provincias rezagadas. Ese modelo fue abandonado en todas partes del mundo porque no generaba entramados productivos permanentes y, en cambio, creaba radicaciones industriales precarias que se sostenían por los subsidios. Luego, los lobbies en defensa de esos subsidios, usaban a los trabajadores de las empresas beneficiarias como rehenes. Como resabio de ese modelo, sobrevive el costoso régimen fueguino. El ciclo que menciona Pagni se inició cuando se agotó todo ese modelo de gestión.
El desarrollo económico en el siglo XXI está centrado en el conocimiento: la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i), y en la velocidad de difusión de la innovación en el entramado productivo. Por eso el primer lugar de las políticas de desarrollo lo tiene la educación: la competencia entre países y regiones es entre sistemas educativos.
La nueva gestión del desarrollo redefine el rol del territorio. Los niveles críticos son el provincial y el municipal. La razón es sencilla: mientras la innovación en las grandes corporaciones es dentro de las empresas, cobró importancia decisiva la confluencia de las tecnologías en las pymes y la dinámica de creación de nuevas empresas (start ups). Esa confluencia y el desarrollo de las pymes y las start ups del conocimiento, es resultado del diálogo de las empresas entre sí y con los sistemas científico- tecnológico y educativos en cada lugar. No se busca que las pymes sigan siendo pymes, sino que estén en condiciones de crecer y competir en el mercado global. Para eso el sector público local provee servicios e inversiones a esos entramados territoriales.
La gestión es multinivel y hay funciones ineludibles del nivel nacional: 1) la construcción institucional del entramado, 2) la cofinanciación de proyectos y servicios con provincias y municipios, 3) la capacitación de funcionarios, y líderes científicos y empresarios, en los tres niveles de gobierno, 4) la inversión en el desarrollo de las tecnologías transversales que se aplican a todas las especializaciones productivas locales y, 5) la apertura de mercados internacionales. El resto es labor de provincias y municipios.
La Argentina no está en condiciones de construir una política de desarrollo sin la cooperación de organizaciones como la OCDE (o expertos de países federales de esa organización), la Unión Europea o el Banco Mundial. Esta última, además puede aportar al financiamiento.
Miembro del Club Político Argentino