Pruebas PISA: ¿cuándo aprenderemos que la educación deber ser una prioridad?
Los resultados en la Argentina y en el mundo de las Pruebas PISA 2022 fueron un duro golpe y fuerzan un sinceramiento con la realidad respecto del empobrecimiento generalizado de la calidad educativa en las escuelas. Tras la pandemia, la OCDE habla de un retroceso “sin precedentes” a nivel mundial, aunque en nuestro país, los especialistas advierten la caída no fue tan abrupta. De hecho, más bien ven un estancamiento en el mal desempeño antes que un mayor declive significativo. El problema, entonces, no es tanto si empeoramos en educación (como sí pasó en la mayoría de los países), sino que estamos mal desde hace tiempo, y ante esta situación, es imperativo tomar decisiones significativas para cambiar nuestra realidad educativa.
En la última edición, el país se ubicó en el puesto 66 de 81 participantes por su desempeño en Matemáticas, y, en general, más de la mitad de los alumnos argentinos están por debajo del nivel básico en las tres asignaturas evaluadas. Pero estos datos que hoy duelen tienen reiterados antecedentes. Desde el año 2000, cuando se comenzaron a realizar estas pruebas, nunca se observaron mejoras significativas en la performance de nuestros alumnos. En este punto, es justo mencionar que la responsabilidad no es solo de los docentes ni de lo de los alumnos, sino de la política educativa (o la falta de ella), y de la dirigencia que tiene la responsabilidad de crearla e implementarla.
Lo que aún es peor, la noticia más grave de los resultados PISA 2022 es que naturalizamos nuestro bajo nivel educativo. Estamos anestesiados y, no nos damos cuenta de que este empobrecimiento educativo se traslada, evidentemente, al deterioro del país en cuanto a oportunidades futuras de desarrollo, y que, en definitiva, estos resultados son la consecuencia de décadas en las que los sucesivos gobiernos nunca pusieron real foco en la educación. Y no hablamos de falta de inversión. No se invierte poco en materia de educación, sino que invertimos mal porque no nos preocupamos por trabajar seriamente en educación.
Tras el censo de 1869, el entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento entendió que si la Argentina quería crecer debía trabajar fuerte en educación. En ese momento, de 413.465 niños en edad escolar, sólo 82.671 estudiaban, había un 75% de pobreza, el 70% de la población era analfabeta. Ante este contexto, la respuesta de Sarmiento fue decisiva para el posterior desarrollo del país. “Señores ministros”, dijo, “ante los primeros datos del censo, voy a proclamar mi primera política de estado para un siglo: escuelas, escuelas, escuelas”.
Hace 154 años, Sarmiento puso a la educación como prioridad dentro de su plan de gobierno, y el trabajo realizado a fines del siglo XIX permitió que el país, en menos de 50 años, bajara 64 puntos la tasa de analfabetismo. Con un país mejor educado, se logaron empleos más calificados y, en general, un mayor valor agregado a las tareas y, así, un crecimiento económico para la sociedad.
Hoy, tenemos más del 44% de pobreza (sin contar los planes sociales, esta cifra supera holgadamente el 50%), y al poner foco en los niños, la situación es aún peor: 1 de cada 6 es pobre. Por lo tanto, no es casual que 1 de cada 7 no pueda resolver problemas básicos de matemáticas. En especial teniendo en cuenta que, desde el regreso a la democracia, más allá de la anomalía del período de pandemia, en la Argentina no hemos tenido un año en el que se hayan alcanzado los 180 días de clases, piso fijado por la ley 25.864, de 2003. ¿Cómo podemos esperar entonces que los chicos aprendan si no están en las aulas?
Ante esta preocupación, antes de las elecciones la Academia Nacional de Educación presentó la declaración “La educación es una prioridad”, exhortando a los partidos políticos y principales candidatos en las últimas elecciones a incluir en sus propuestas políticas públicas que comprometan a “declarar a la educación en todos los niveles y modalidades como servicio esencial por su trascendencia sobre el futuro de los alumnos, para asegurar el derecho a una educación integral y de calidad y el cumplimiento del ciclo lectivo completo”.
Para Sarmiento, el censo no solo fue una herramienta estadística, sino que le ayudó a poner un norte para su plan de gobierno. A pocos días de la asunción del nuevo presidente, y con los resultados de las nuevas pruebas PISA, esperemos tome nota de estos datos y, como se hizo hace un siglo y medio atrás, el nuevo gobierno vuelva a poner a la educación como prioridad.
Vicepresidente primero de Academia Nacional de Educación (ANE), presidente y rector honorario de UADE