Promesas y realidad
Eternos dilemas sacuden nuestra realidad: inflación o ajuste, despilfarro o recesión, privado o estatal, proteccionismo o colonización, populismo o ultra-neoliberalismo y siguen muchos etcéteras. En medio de ese maremágnum, los distintos sectores sociales sufren la violencia de los cambios bruscos y sin anestesia que los sucesivos gobiernos aplican, aplican y parece que seguirán aplicando. De todos estos sube y baja van quedando tendales de seres humanos que no pueden asimilar tantos contrastes y tantas "operaciones de shocks sin anestesia" que aparte de marginar producen resentimientos sociales que generan desde el escepticismo más acérrimo hasta la violencia colectiva.
Si a este panorama le agregamos los descubrimientos siempre tardíos de los abusos, corrupciones y robos descarados de las administraciones anteriores a través de los cuales la población postergada, frustrada y marginada ve como sus aportes al sistema son arrebatados por los eternos amigos del poder de turno, no debemos asombrarnos del malestar social que esto implica y, sobre todo, de la tentación fatal de sumarse al mundo delictivo ignorando que seguramente la justicia caerá sobre el improvisado corrupto y se aplicará el viejo axioma del ladrón de gallinas que va preso mientras que el corrupto amigo y poderoso, como mucho, subirá y bajará un par de veces por las escalinatas del juzgado de Comodoro Py negándose a hacer declaraciones a la prensa y eludiendo paparazzis cual vedetonga en apuros y terminará saliendo ileso cuando no absuelto sin que "nada manche su buen nombre y honor".
Nadie puede ignorar que la solución a estos grandes problemas dista mucho de ser fácil pero en nuestro caso argentino ya hemos hecho todas las pruebas posibles. Gobiernos de facto, dictaduras militares con administraciones económicas conservadoras nacionalistas-estatistas o ultra-neoliberales, intentos social-demócratas que trataron de equilibrar lo estatal con lo privado, peronismo neo-liberal menemista, peronismo populista kirchnerista y todas las combinaciones posibles dentro y fuera de la democracia y desgraciadamente siempre ostentamos déficits en lo económico y lo social, dos niveles que están estrechamente unidos. O se subsidia por una década, o se aumentan tarifas de servicios indispensables que, traducido al lenguaje común: "No tengo luz porque las empresas no pueden invertir lo que tienen que invertir o no tengo luz porque no puedo pagar el aumento".
Los controles de precios de los artículos de primera necesidad nunca han funcionado y desde aquellos lejanos años cincuenta con comerciantes de barrio que iban presos por la ley contra el agio y la especulación que implementó el gobierno de Perón hasta nuestros días, la lucha entre las necesidades reales y las oficialistas "canastas familiares" no han tenido, ni mucho menos, final feliz. Los discursos abundan, las promesas caen como cataratas de optimismo, los plazos para las soluciones son "al día siguiente" durante las campañas, "hay que esperar cien días" ni bien asumen, "no va a ser fácil" cuando ya ha pasado un tiempo prudencial y "habrá que hacer muchos sacrificios pero valdrá la pena" cuando se esté jugando la reelección.
Esto no es un pronóstico: ¿Quién es alguien para pronosticar?. Sino una evocación de lo que este ciudadano de setenta y siete años ha visto pasar desde un lugar de privilegio que, gracias al esfuerzo y a una profesión sostenida por el público y no por ningún gobierno, ha podido sobrevivir sin sufrir los avatares y reveses que otros muchos ciudadanos han sufrido y siguen sufriendo. ¿Hasta cuándo? Creo que ni Dios lo sabe.