Profeta en tierras ajenas, Milei suma apoyos en el exterior y dentro de la “casta”
En el ambiente empresarial hay quienes creen que lo peor ya pasó, y se sorprenden cuando conocidos de otros países preguntan entusiasmados por las perspectivas de la Argentina
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“¿Y si llegara a salir bien?”, se pregunta un importante empresario industrial a quien las ventas le cayeron, en lo que va del año, algo más del 20%. “Y tengo colegas a los que les fue bastante peor”, agrega. “Me dolió en el alma tener que echar gente, pero no tuve alternativa”, afirma un líder en servicios financieros. “Pero en abril decidí apostar a que la cosa se dará vuelta rápido”. Ambos votaron a Javier Milei en el balotaje, aunque sin estar convencidos. Y hasta hace unas semanas protestaban por la falta de un plan de estabilización. Ahora creen que lo peor ya pasó y se sorprenden cuando conocidos del exterior preguntan entusiasmados por las perspectivas del país. “Yo sabía que estaba votando a un loco, no me asustan sus agresiones ni que, cada tanto, se vaya al pasto”, confiesa un experimentado abogado especialista en concursos que participaba del mismo almuerzo. “Pero me sorprende el clima casi místico que veo en los principales integrantes del gabinete”, la confianza que tienen en que le van a encontrar la vuelta. “Hay muchas peleas cruzadas, no sé hasta qué punto eso puede escalar y convertirse en un problema serio”. Este analista trató de convencerlo de que no existen gobiernos sin internas, fricciones, desgastes y enfrentamientos personales, en todos los países y en cada ministerio o repartición pública: es la naturaleza humana potenciada por un entorno siempre demasiado tóxico, como es la política.
Milei parecería tener más apoyo dentro de esa casta política-empresarial que tanto detesta que entre la ciudadanía a la que interpela y sobre la que busca influir para catalizar un supuesto “cambio cultural”, ese concepto tan amorfo como inasible que obsesionó en su momento en vano a los estrategas del macrismo y que se instaló ahora en la narrativa libertaria. El Gobierno obtuvo la media sanción en Diputados para su Ley Bases y, seguramente con modificaciones, tiene muchas chances de navegar con éxito las complejas aguas de la Cámara alta. En simultáneo, comienza a visualizarse un cierto desgaste en la opinión pública, de acuerdo con el último estudio de D’Alessio-IROL/Berensztein. Nada para preocuparse demasiado teniendo en cuenta la fiereza del ajuste y, en particular, que ningún líder opositor se exhibe capaz de capitalizar la erosión que naturalmente experimenta el Gobierno.
Más: en cierta medida podría interpretarse que la opinión pública todavía le sonríe bastante al Presidente, sobre todo sus votantes. A casi cinco meses de iniciada su gestión, el gobierno de Milei cosecha una aprobación del 44% (una caída de 3 puntos respecto del mes pasado) y una desaprobación del 56% (4 puntos más que hace 30 días). La mala evaluación del Gobierno entre los votantes de UP es casi unánime: el 98% expresó una opinión negativa de esta administración. Entre quienes eligieron LLA, el romance aún perdura: se mantiene en niveles cercanos al 77% actual desde enero. Esto significa que el 22% de los que pusieron en la urna la boleta de LLA durante el balotaje consideran que la gestión oficialista es “mala” o “muy mala”, bastante por encima del 17% registrado el primer mes de este año. Los fantasmas se agitan entre los ciudadanos de a pie: el 48% asegura que esta coyuntura le remite a la vivida nada menos que en 2001.
Los temas que desvelan a los argentinos son los mismos de siempre, pero en proporciones algo modificadas: la inflación (70%, un drástico 20% por debajo de lo registrado en febrero), la inseguridad (63%, 5 puntos menos que en abril) y la incertidumbre económica (61%, una caída de 6 puntos en apenas un mes). Otro guiño de la sociedad al mandatario: más de la mitad de las personas están de acuerdo con realizar un sacrificio personal si eso ayudara a mejorar la macroeconomía e impulsar el crecimiento, una visión que prevalece entre los votantes de LLA y en el nivel socioeconómico medio-alto. En el segmento medio-bajo, uno de los más afectados por el ajuste, la adhesión al sacrificio es más acotada: 49% de acuerdo y 49%, no. En todos los casos, el “aguante” no es infinito: el 58% espera que los cinturones apretados comiencen a aflojarse hacia el final de este año; en verdad, dos tercios de ellos pretenden que todo mejore a partir del segundo semestre. Un semáforo amarillo: apenas 9% considera que las medidas fiscales y monetarias son suficientes para alcanzar una eventual reactivación. O bien el “germen colectivista” prendió fuerte en la sociedad argentina o bien la mayoría de los actores económicos se entusiasmaron con los “correctivos” que Luis Caputo está aplicando para que el mercado se comporte como corresponde.
El empeño de Milei en enfatizar los componentes medulares de su narrativa “puenteando” a la política para comunicarse sin intermediarios con la sociedad no tendría el impacto buscado: más de 7 de cada 10 personas no están conformes con el estilo comunicacional del Presidente. Y si bien a la “tropa propia” la satisface escuchar sus propuestas, se están volviendo más exigentes: pretenden que priorice las razones por sobre las agresiones.
Mientras se suceden estos vaivenes puertas adentro, el Presidente se mueve como pez en el agua ante una porción del mundo que aplaude su visión y siente un soplo de aire fresco cuando un líder político halaga sin reparos el papel del sector privado. Las críticas son inevitables, en especial cuando se trata de los exponentes, viejos y nuevos, de las izquierdas reales. Lo vimos con AMLO o Nicolás Maduro, hasta con Gustavo Petro u Oscar Puente (el ministro de Transporte de España, que finalmente pidió disculpas luego de su exabrupto). Sin embargo, como ocurrió en su momento en Davos, también en estos días en Los Ángeles el Presidente logró deleitar a una audiencia calificada y exigente. Stanley Druckenmiller, uno de los inversores más importantes y prestigiosos, exsocio de George Soros y titular del fondo Duquesne Capital, calificó al Presidente como “único líder del libre mercado en el mundo”. Ian Bremmer, titular de la influyente consultora Eurasia, le dedicó un artículo titulado “No llores por la Argentina de Milei”, en el que analiza el sorprendente comienzo de la gestión libertaria y se pregunta, como casi todo el mundo, si puede lograr los resultados que pretende. Hasta Elon Musk tuvo la deferencia de mandar un mensaje en su red X que decía: “Inviertan en la Argentina”.
Muy cerca del Presidente trabajan en estrechar lazos con algunos de los principales gigantes tecnológicos que animan y protagonizan un proceso de innovación sin precedente, basado en la inteligencia artificial. ¿Podrá el país aprovechar el proceso de desacople de las economías norteamericana y china, que impulsó el famoso nearshoring (inversiones en países cercanos) y friendshoring (en países amigos)?
“Lo mejor que puede hacer Milei es viajar”, afirma un veterano especialista en finanzas que está trabajando en un proyecto para impulsar préstamos hipotecarios en dólares, no solo en pesos como los que los bancos ofrecen hasta ahora. “Sería una gran oportunidad para canalizar los recursos del blanqueo para pequeños y medianos ahorristas que busquen una renta más segura que los bonos soberanos y las acciones. Esto requeriría, entre otras cosas, un cambio regulatorio por parte del Banco Central. “Hasta que baje la inflación, se acomoden los precios relativos y vuelva el crecimiento, el desgaste interno será infernal”. El mundo aprecia su visión confiada e implacable acerca de la capacidad transformadora del capitalismo y su superioridad moral y fáctica en relación con cualquiera de sus alternativas. El país, por el contrario, sobrelleva como puede la implementación de un ajuste de una severidad nunca conocida.