Problemas que no deberían serlo
¿Por qué una ciudad como Buenos Aires, que fue de las primeras en América Latina en tener subtes, no tiene la cantidad de líneas que debería tener debido a su extensión geográfica mucho más grande que la de París que, dicho sea de paso, tiene, desde que el geronte que esto firma la visitó por vez primera en 1976, más de quince líneas que conectan a la ciudad luz con todas las localidades de su conurbano ofreciendo también conexiones con el ferrocarril y los aeropuertos?
¿Por qué acuden a mi memoria comentarios familiares que datan de 1949 (época gloriosa de expansión peronista del peronismo de la primera hora) que reflejaban amargas quejas por la falta de agua en muchos sectores del conurbano bonaerense donde vivían mis tíos y mi abuela, los reclamos por líneas telefónicas inexistentes, pedidas y esperadas por años y años, reclamos que siguen vigentes veinte años más tarde o sea en 1964 (época gloriosa de la “Revolución Argentina” como se denominó eufemísticamente al golpe de Onganía)?
¿Cuántas muertes y cuántas tragedias evitables produjo la ruta a Mar del Plata bautizada como “la ruta trágica”, eufemismo para decir “la ruta angosta” de doble mano que existió desde los treinta a los setenta, mientras en otras ciudades americanas y europeas se construían miles de autopistas con varios carriles?
¿Cuántos inviernos de los de antes, o sea crudos inviernos de escarcha helada y vientos del sudeste que azotaban la carita entonces lozana del gordito que era yo caminando hacia la escuela primaria y secundaria, es decir doce inviernos desde 1946 hasta 1958 maldiciendo la falta de fuerza en el gas responsable de gripes y angustias bienvenidas como excusa para faltar a clase pero sumamente molestas y aburridas con cama obligatoria y encierro en casa sin calefacción arreglándose con una estufa volcán de cuatro velas?
Todavía recuerdo la cara de incrédulo estupor de ocasionales conocidos españoles cuando este porteño contaba al pasar en el año ¡1980! que muchísima gente de Argentina ¡no tenía teléfono! y estábamos en la “gloriosa época” del proceso de reorganización nacional, o sea con Perón, con milicos, con radicales intransigentes, del pueblo, socialdemócratas, liberales, conservadores neoliberales, y nos faltaban aún las glorias del Menemato, los corralitos aliancistas, los pingüinos nacionales y populares congeladores y el segundo semestre (sin especificar el año) del cambiemos.
Las respuestas son siempre las mismas; corrupción, inflación, robo, mano en la lata, la pesada herencia, la falta de inversión, las obras faraónicas nunca terminadas, la deuda externa, la deuda interna, la viveza criolla, la haraganería del pueblo, la falta de ubicación de pobres que quieren vivir como ricos, la falta de educación, el garantismo, y siguen los clichés. Ya se sabe, todo no es negativo, todo no fue malo, se hicieron cosas buenas, la Argentina es un corchito que flota en las tempestades, “lo mejor que tenemos es el pueblo” como dijo el Pocho, verdades no siempre verdaderas pero que nos sirven como parches para tapar parcialmente los agujeros negros que forman la corrupción, la ineficiencia y la frivolidad de muchos gobernantes.
Hubo épocas donde este rincón del sur se benefició con las desgracias del primer mundo que se desangró en guerras, destrucción y crisis que arruinaron a millones de personas y arrasaron con esfuerzos de siglos y siglos de cultura y adelantos. Pero muchos de esos países pudieron reconstruirse, salir adelante y por varias décadas lograron estados de bienestar y libertades democráticas que fueron modélicas. Hoy en día todo eso vuelve a peligrar y otra guerra más perversa y compleja se abate sobre esos territorios, ellos, los gobernantes, también repiten errores y desperdician oportunidades pero el gas, la luz, y el transporte no son un problema a resolver. Los verdaderos problemas son otros.