Prince vs. Warhol: la batalla de las imágenes
No sabemos si Andy Warhol (1928-1987) fue un genio, un ladrón de guante blanco o las dos cosas al mismo tiempo. En 1984 se apropió de una imagen del músico Prince tomada por la fotógrafa Lynn Goldsmith, la recortó, la coloreó de anaranjado y la vendió por miles de dólares. En estos días la Corte Suprema de los Estados Unidos decide si hubo o no plagio: se trata de Prince vs. Warhol, quizás la última gran batalla por la propiedad de las imágenes.
La fotógrafa se enteró de esta apropiación recién en 2016, e inmediatamente inició acciones legales. La primera sentencia fue a favor de los herederos de Warhol, quien ya había hecho lo mismo con resultados celebres a Marylin Monroe, a Elvis Presley y a la caja de jabón Brillo. Pero Goldsmith interpuso una apelación. “Como abogada puedo entender la sentencia, pero como aficionada al arte contemporáneo me cuesta compartir sus conclusiones porque solo veo un Warhol, no la obra original”, explica Blanca Cortés, abogada española especialista en propiedad intelectual.
Se lo suele llamar apropiacionismo y es moneda corriente en el arte contemporáneo, donde los discípulos de Warhol “homenajean”, “resignifican” o meramente copian otra imagen. Perdimos la inocencia de la mirada y quizás por eso, esa sensación de déjà vu al visitar una galería de arte: ante la inflación de imágenes en nuestra vida, todas se parecen a algo ya visto. Son tiempos de reciclaje y cada nueva obra de arte es el fantasma de un fantasma anterior.
Además…
Se ha comparado al artista con un DJ que genera significados nuevos a partir de material encontrado. Todo es de todos, se dice por un lado; por el otro resuena la sugerencia de Pappo a aquel DJ, al que le pidió con sorna: “¿por qué no te buscás un laburo decente?”