¿Primeros pasos en falso de Milei?
El debate sobre la libre portación de armas; el uso de pasajes aéreos solventados por el Estado y las demandas judiciales contra periodistas pueden poner en riesgo el crecimiento del líder libertario
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Solo el tiempo dirá si el auge que hoy vive Javier Milei en los sondeos de opinión pública es un fenómeno creciente y duradero o si, simplemente, terminará siendo un ejemplo más del llamado efecto espuma. Más allá de cualquier conjetura de tipo electoral, el líder libertario que se propone terminar con los privilegios de la denominada “casta” política deberá asumir que, en adelante, cada uno de sus actos, gestos y declaraciones serán auscultados por la ciudadanía y seguidos bien de cerca por sus adversarios.
Es tal vez la desventaja de Milei por haber ubicado la vara muy alta a la hora de diferenciarse del resto de la dirigencia política, de cara a una campaña electoral hacia la Casa Rosada que, por haberse iniciado con tanta anticipación en su caso, podría implicarle un mayor riesgo de desgaste.
En los últimos diez días, el conductor de La Libertad Avanza fue noticia tanto por su crecimiento en términos de imagen positiva y de intención de voto en las encuestas de opinión pública, como por tres supuestos pasos en falso que le reportaron severas críticas de parte de buena parte de sus rivales políticos y abrieron interminables discusiones en las redes sociales.
Sus detractores de Juntos por el Cambio festejaron en los últimos días que Milei se pronunciara públicamente en favor de la “libre portación de armas” en la Argentina, inmediatamente después de que se registrara la matanza de Texas que sacudió al mundo y en la que murieron 19 niños y dos maestras en una escuela primaria.
El diputado anarcocapitalista sacó a relucir la teoría del recordado economista estadounidense Gary Becker, profesor de la Universidad de Chicago para quien toda actividad a la cual se le baja el costo y se le aumenta el beneficio termina expandiéndose. “Cuando prohibís el uso de armas, los delincuentes las usan igual, por más que se lo prohíban. Aumentan los beneficios esperados y hay más delincuencia”, sostuvo Milei para justificar la posibilidad de que cualquier ciudadano común pueda acceder libremente a adquirir un arma para estar protegido ante la pasividad del Estado para reprimir la delincuencia.
El calificativo más leve que desde distintos sectores políticos se le dirigió a Milei fue “delirante”. Y no es improbable que buena parte de la sociedad rechace su idea sobre la libre portación de armas. Sin embargo, no habría que dejar de lado que la inseguridad es, después de la inflación, la segunda cuestión más preocupante en distritos como la provincia de Buenos Aires.
Quizás sea interesante recordar que, en las elecciones de 1999, Carlos Ruckauf le ganó la gobernación bonaerense a Graciela Fernández Meijide por un estrecho margen, dando vuelta en los últimos días de campaña un resultado que le era adverso, tras instalar la cuestión de la inseguridad a partir de una frase suya más que controvertida y políticamente incorrecta, pero que resultó efectiva: “Hay que meter bala a los delincuentes”.
Es probable que la definición de Milei sobre la necesidad de imitar a los Estados Unidos en materia de libre portación de armas, como aquella frase de Ruckauf, escandalicen a buena parte de la ciudadanía, pero no tanto a quienes ya tendrían decidido votarlo o a quienes admiten que podrían hacerlo. En todo caso, la estrategia del dirigente libertario es hoy consolidar su núcleo duro de adherentes y sumar potenciales votantes de Juntos por el Cambio afines a posiciones asociadas a la lucha contra la delincuencia y enfrentadas al llamado “garantismo”.
El segundo cuestionamiento que recibió Milei en los últimos días fue el uso de pasajes aéreos solventados por el Congreso de la Nación para concurrir semanas atrás a Mendoza, donde encabezó un multitudinario acto político que los libertarios definieron como una clase pública. También su compañera de bloque, la diputada Victoria Villarruel, recurrió a esos pasajes para visitar diferentes lugares del interior del país.
En este caso, el discurso anticasta y favorable a la fuerte reducción del gasto del Estado pareció jugarle en contra a Milei. Si bien ni él ni la diputada Villarruel hicieron algo diferente a lo que hace la mayoría de los legisladores nacionales, que disponen de un cupo mensual de pasajes aéreos, mayormente empleados para los traslados de los diputados y senadores a sus provincias –Milei y Villarruel viven y trabajan en Buenos Aires–, muchos observadores políticos juzgaron las actitudes de ambos dirigentes libertarios como una contradicción con su propio discurso.
“A vos te asignan movilidad. Si vos no usás esos pasajes, ese cargo se cae, y el dinero vuelve a la Cámara de Diputados, o sea, a la casta”, expresó Milei, al tiempo que aclaró que viajó a Mendoza para reunirse con empresarios y hablar sobre sus problemas. “Soy diputada nacional y, de La Quiaca a Ushuaia, voy a todos los rincones del país donde haya argentinos sin ser escuchados. Porque en donde no sean escuchados, acá tienen una diputada con la que cuentan”, expresó Villarruel en su cuenta de Twitter.
De todas formas, Milei pareció acusar recibo de los cuestionamientos y anunció que en el próximo sorteo de su sueldo, junto a esa donación mensual reintegrará el dinero de los dos pasajes aéreos a Mendoza que utilizó.
El tercer acto del líder libertario que fue objeto de severas críticas fue su denuncia en diferentes causas civiles contra cinco periodistas (Martín Candalft, Fabián Doman, Pablo Duggan, Débora Plager y Paulo Vilouta). Le reclama un millón de pesos a cada uno de ellos por “afectación al honor” y “daño moral”. Si bien las denuncias datan de fines del año pasado, se conocieron recientemente a raíz de una publicación en Perfil.
La controversia se originó luego de que Milei considerara en el programa televisivo que conduce Viviana Canosa que los libertarios son “superiores moralmente, estéticamente, y eso les duele” y que “los zurdos de mierda (sic) están perdiendo la batalla cultural”. Tales conceptos merecieron fuertes críticas de los citados periodistas, quienes con distintos tonos opinaron que se trataba de expresiones emparentadas con el fascismo y el hitlerismo.
La reacción de Milei ante las opiniones vertidas por la prensa puede sí interpretarse como un traspié en la propia lucha por la reivindicación de la libertad que el dirigente postula en su discurso público. Fue, sin dudas, un error que les permitió a sus adversarios políticos de Juntos por el Cambio preguntarse qué podría esperarse de Milei como presidente de la Nación si como diputado promueve una demanda judicial contra hombres de prensa por simples opiniones críticas.
Tanto la intolerancia frente al disenso como los intentos por silenciar las opiniones críticas de la prensa contravienen los principios del auténtico liberalismo. Milei deberá acostumbrarse a que, en adelante, estará expuesto a cuestionamientos y refutaciones permanentes y tendrá que aprender a convivir con ellos.