Prevención del suicidio: un llamado a la acción
Con el lema “Crear esperanza a través de la acción”, conmemoramos el 10 de septiembre el Día internacional de la prevención del suicidio.
Según la OMS, cada año en el mundo se producen más de 700.000 suicidios y por cada uno que lo concreta hay muchos que lo han intentado.
Nuestro país no escapa a esta tragedia. Representa la segunda causa de muerte asociada a causas externas y tiene un alto impacto en la franja etaria de la adolescencia y la juventud. Quizás este es el dato más preocupante y revelador, el de una adolescencia y juventud que, desde sus limitaciones, nos interpela, demandándonos estrategias de intervención sólidas, sostenidas en el tiempo, intersectoriales e interdisciplinarias.
Jóvenes y adolescentes que se encuentran detrás de cifras y datos estadísticos, con proyectos de vida truncados, a quienes les faltó una mano que se extendiera para sostenerlos, una escucha atenta y comprometida que comprendiera sus situaciones, y una mirada que que los ayudara a superar la difícil situación que les toca vivir.
La problemática del suicidio está rodeada por mitos y rótulos estigmatizantes, agregando complejidad a un tema ya por demás complejo, porque cuando se concreta, genera un profundo impacto en el entorno y porque, además, una tentativa no se resuelve solo con revertir las lesiones físicas autoinfligidas. Se deben revertir las lesiones emocionales, aquellas que en lo profundo del alma fueron abonando el camino a la toma de una trágica decisión.
Los jóvenes nos piden ayuda y si el escenario ya resultaba preocupante, la pandemia le agregó un nuevo componente dramático con el debilitamiento de los vínculos que generó el aislamiento, que vino también a truncar proyectos y sueños.
Por estos días en el discurso público, hemos escuchado atónitos la oferta que se le hace a los jóvenes asociada a la inmediatez, a un hoy concentrado en el momento, sin proyectos ni futuro, expresión del poco respeto de algunos hacia los jóvenes a quienes solo identifican como una masa homogénea y no los consideran en su irrepetible y valiosa individualidad y dignidad.
La problemática del suicidio requiere de una sociedad que, articulada en sus diversos sectores construya redes de contención y promoción de la persona, fortaleciendo una mirada solidaria que comprenda, sostenga, y contenga a quienes, por diversos factores, se encuentran en una situación de vulnerabilidad.
El Estado es el responsable de organizar esta respuesta sobre la base de la cooperación y la coordinación de variados recursos que con frecuencia trabajan desarticulados. A lo largo y a lo ancho del país, hay personas comprometidas que, desde los servicios de salud, la docencia, los medios de comunicación, las organizaciones de la sociedad civil trabajan con denodados esfuerzos por llegar antes.
Por eso es imprescindible también que el Poder Ejecutivo proceda a la pronta reglamentación de la ley 27.130 de prevención del suicidio que, sancionada en abril de 2015, aguarda enredada en una maraña burocrática su reglamentación; aun cuando la misma ha recibido ya la adhesión de 18 jurisdicciones.
El suicidio es prevenible y una de las herramientas para hacerlo es construir puentes que se orienten a proyectos de vida que proporcionen realización y plenitud, que valoren a las personas por lo que son, y, sobre todo, puentes que les devuelvan un futuro con derechos y oportunidades en el marco de una sociedad que debe trabajar para el bien común.
Senador nacional por Jujuy (UCR-Juntos por el Cambio)