Presidentes en la tormenta. Ramón Castillo, una víctima de conspiraciones militares
Derrocamiento: un conflicto con Ramírez, el ministro de guerra, desencadenó el golpe de 1943
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En las fraudulentas elecciones de 1937, el conservador Ramón Castillo obtuvo la vicepresidencia de la nación. Oriundo de Catamarca, este profesor de derecho, integraba las filas del Partido Demócrata Nacional. Representaba el ala conservadora de La Concordancia, la coalición que gobernaba el país desde 1932. Años después, la fortuna le permitió llegar a la primera magistratura a causa de la enfermedad y muerte del presidente Marcelino Ortiz. Su presidencia terminaría abruptamente con el golpe militar de 1943.
Mientras ocupó el cargo de vicepresidente, Castillo tuvo muy malas relaciones con el presidente, perteneciente a la Unión Cívica Radical Antipersonalista. Se oponía a los intentos de Ortiz de terminar con el fraude electoral. Aunque al principio la oposición resultó infructuosa, el de Castillo era un poder en potencia, tal como había sostenido el primer vicepresidente norteamericano John Adams: “Ahora no soy nada, pero puedo significarlo todo”. Así fue como en julio 1940, le llegó a Castillo el turno de gobernar, luego de que el presidente se tomara una licencia provisoria por un desprendimiento de retina causado por la diabetes.
Esa potencia, sin embargo, no podría terminar de desplegarse. Por los siguientes dos años, se dio una situación peculiar: el vicepresidente ejercía el poder, mientras el presidente se encontraba de licencia.
Esa potencia, sin embargo, no podría terminar de desplegarse. Por los siguientes dos años, se dio una situación peculiar: el vicepresidente ejercía el poder, mientras el presidente se encontraba de licencia. No obstante, dos situaciones le permitieron a Castillo inclinar la balanza política en su favor. La primera se dio cuando estalló el escándalo de corrupción por las tierras de El Palomar que involucraban a ministros de Ortiz.
Frente a esta situación, Castillo pudo tomar el control del gabinete al reemplazar a los ministros “orticistas” por funcionarios propios. La segunda situación fue la creación de una comisión bicameral que informara sobre el estado de salud de Ortiz con el objetivo de declararlo “inhábil” en el caso de que quisiera reasumir la presidencia.
Estas maniobras le permitieron a Castillo desandar el camino iniciado por su predecesor en relación con el fraude electoral. A fines de 1940 e inicios de 1941 tuvieron lugar elecciones fraudulentas en Santa Fe y Mendoza. Castillo se negó a intervenir las provincias en nombre del federalismo y otorgó así una clara ventaja a los conservadores por sobre los radicales. Muy enfermo, Ortiz renunció a la presidencial el 27 de junio de 1942, semanas antes de su muerte. Castillo pasaba a tener las riendas completas del gobierno, pero se le avecinaba una tormenta que no podría controlar.
Cada vez más la situación internacional se filtraba en la política doméstica. Los opositores al gobierno de Castillo, radicales y socialistas principalmente, tenían una postura crecientemente aliadófila y asociaron el gobierno de Castillo con los totalitarismos europeos. Por su parte, el ex presidente Agustín P. Justo (1932-1938) se declaró aliadófilo y partidario de elecciones libres. Reticente a apartarse de la política, su objetivo era presentarse como candidato en las próximas elecciones presidenciales por un gran frente común en oposición al presidente.
Castillo, por su parte, quería recortar el poder de Justo. Por eso, comenzó a buscar apoyos entre los sectores nacionalistas del ejército que tenían una visión del mundo antiliberal, corporativa y autoritaria. Los nacionalistas defendían la neutralidad argentina en relación con la guerra mundial, en contraposición con las posturas de Justo, los radicales y los socialistas.
En un gesto a sus nuevos aliados, el presidente reemplazó en el ministerio de Guerra al general Tonazzi, cercano a Justo, por Pedro Ramírez, un neutralista. Según señaló a la nacion el historiador Ignacio López, autor de La república del fraude y su crisis: “Castillo lo elige a Ramírez para mojarle la oreja a Justo, pero ya le habían advertido que era un conspirador, tiene meses para deshacerse del tipo y no lo hace. Halperín Donghi dice que tenía la testarudez de un anciano caprichoso. Era un tipo inflexible y rígido”.
La creciente alianza con los nacionalistas se convertiría, meses después, en la sepultura del presidente.
En enero de 1943 la muerte de Justo cambió el tablero político. Desplazado el caudillo político y militar, afloraron las tensiones entre Castillo y sus aliados nacionalistas.
Todo empezó con la decisión presidencial de elegir a Robustiano Patrón Costas, un aliadófilo, como candidato para las elecciones. Para Ignacio López, la decisión de nombrar a Patrón Costas es evidencia de que Castillo todavía tenía capacidad de maniobra: “Hay una línea que primó en la historiografía que lo muestra a Castillo como un prisionero de sus aliados nacionalistas. Yo lo que creo es que Castillo tiene margen de acción en determinadas coyunturas críticas, como cuando elige a Patrón Costas. En esas coyunturas tiene la posibilidad de tomar decisiones y es inflexible”.
A fines de mayo de 1943, se aceleró el camino al golpe por un conflicto entre el presidente y su ministro de guerra. Empiezan a circular rumores de que los radicales van a ofrecerle la candidatura a Ramírez. Si bien el propio ministro desautorizó los rumores, el presidente Castillo se alteró por la posible traición y le pidió la renuncia el 1° de junio. La posibilidad de que Ramírez fuera desplazado aceleró las conspiraciones.
A fines de mayo de 1943, se aceleró el camino al golpe por un conflicto entre el presidente y su ministro de guerra. Empiezan a circular rumores de que los radicales van a ofrecerle la candidatura a Ramírez. Si bien el propio ministro desautorizó los rumores, el presidente Castillo se alteró por la posible traición y le pidió la renuncia el 1° de junio. La posibilidad de que Ramírez fuera desplazado aceleró las conspiraciones.
La madrugada del 4 de junio, tropas militares encabezadas por el general Rawson marcharon hacia la Casa Rosada. El presidente se trasladó a un barco de la marina con el objetivo de impulsar una contraofensiva. Sin embargo, los militares se impusieron y Castillo debió presentar su renuncia. Se iniciaba así, el régimen militar que permitiría el ascenso del peronismo.
Historiadora