Presidentes en la tormenta. Avellaneda, entre la pelea con Mitre y la crisis económica
Conciliación: Avellaneda buscó negociar con los adversarios políticos para lograr un acuerdo
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Nicolás Avellaneda fue un presidente cuya gestión se inició de forma turbulenta en 1874, se desplegó durante una gran crisis económica y se cerró con un conflicto político que cambió la organización política del país. El primer presidente que “no sabía disparar una pistola”, como lo describía Sarmiento, debió enfrentarse a levantamientos armados al llegar y dejar el poder.
El 3 de octubre de 1837 nació Avellaneda en Tucumán. Desde muy joven, con sólo 31 años, se convirtió en ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la presidencia de Sarmiento. Este cargo le permitió tejer redes y apoyos políticos en el interior del país que serían esenciales para dar el salto a la presidencia. Desde 1871 se supo que sería candidato a presidente y que Sarmiento lo apoyaba. Entre sus principales contendientes estaban los porteños Bartolomé Mitre, que aspiraba a una segunda gestión en la primera magistratura, y Adolfo Alsina, que era el vicepresidente pero no contaba con el visto bueno de Sarmiento. Frente a los candidatos porteños, Avellaneda se presentaba como un candidato “nacional” que representaría a todas las provincias.
La campaña electoral generó un gran revuelo en la opinión pública ya que las futuras elecciones prometían ser competitivas. Sin embargo, la competencia electoral terminó en un levantamiento armado. Primero, tuvieron lugar las elecciones a diputados en las que triunfaron mayoritariamente los candidatos de Avellaneda. Frente a los resultados, Alsina decidió renunciar a su candidatura y sumarse al proyecto de Avellaneda. En cambio, Mitre denunció las elecciones por considerarlas fraudulentas y convocó a movilizaciones públicas de protesta.
Tras las elecciones presidenciales, en las que se coronó la fórmula Avellaneda-Mariano Acosta, los partidarios de Mitre se levantaron en armas. Tal como ha demostrado la historiadora Hilda Sabato, el uso de la fuerza no era algo ajeno a las prácticas políticas de la época. Los mitristas creían que el pueblo tenía el deber cívico de recurrir a las armas frente al fraude electoral. El gobierno nacional declaró el estado de sitio y movilizó a la Guardia Nacional. Luego de una serie de enfrentamientos, los mitristas fueron derrotados y Avellaneda lograba colocarse la banda presidencial.
En su gestión, el presidente buscó continuar con el proyecto modernizador de Sarmiento pero encontró algunas dificultades: oposición de grupos políticos y una crisis económica
En su gestión, el presidente buscó continuar con el proyecto modernizador de Sarmiento pero encontró algunas dificultades: oposición de grupos políticos y una crisis económica. Según relató Sabato en Historia de la Argentina 1852-1890: “Avellaneda no logró conquistar la adhesión del público porteño. Tuvo inicialmente poca prensa amiga, y la mayor parte de los diarios ironizaba sobre sus maneras suaves y su baja estatura (lo apodaban el chingolo), y criticaban sus inclinaciones clericales”. Al mismo tiempo, el nacionalismo mitrista era cada vez más intransigente con el gobierno y tomó la decisión de abstenerse electoralmente para deslegitimar el sistema.
Ante la amenaza latente de un nuevo levantamiento, Avellaneda eligió una estrategia política novedosa para la época y para las tradiciones políticas argentinas: la conciliación. El presidente y su principal opositor, Mitre, se reunieron en una entrevista para sentar las bases de su acuerdo. Por el lado del gobierno se prometió limpieza en los comicios y se reincorporó al ejército a los oficiales que participaron de la revolución de 1874. Por el lado de la oposición se levantó la abstención electoral. Los antagonismos se suavizaban para reconocer en el adversario político un jugador legítimo que representaba otros intereses.
Ante la amenaza latente de un nuevo levantamiento, Avellaneda eligió una estrategia política novedosa para la época y para las tradiciones políticas argentinas: la conciliación. El presidente y su principal opositor, Mitre, se reunieron en una entrevista para sentar las bases de su acuerdo.
Esta estrategia de pacificación en el frente político no se reprodujo en el frente económico donde el presidente adoptó una posición más intransigente. En 1873, cuando el presidente todavía era Sarmiento, estalló un pánico financiero internacional por la caída de la Bolsa de Viena. La crisis afectó a muchos países de Europa que decidieron retirar los capitales invertidos en países como la Argentina. La retirada de capitales extranjeros puso en jaque las finanzas de un país que se había integrado hacía muy poco al mercado mundial. En una escena que se repetiría numerosas veces en el futuro, las cuentas externas entraron en déficit y Avellaneda tuvo que elegir entre el ajuste o el default. Optando por lo primero, el presidente sostuvo: “Hay dos millones de argentinos que economizarán hasta sobre su hambre y su sed, para responder en una situación suprema a los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros”. Para honrar las deudas, salió del patrón oro, devaluó, redujo el crédito e hizo ajustes en el gasto público.
La presidencia de Avellaneda se cerró con un nuevo conflicto armado. Si bien la causa directa eran las candidaturas para suceder al presidente, detrás subyacía un problema recurrente: la disputa entre la provincia de Buenos Aires y el gobierno nacional. El candidato oficialista era Julio A. Roca que se había fortalecido al ocupar el cargo de Ministro de Guerra. Su principal competidor era el gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor. La mayoría de las provincias apoyaba a Roca, mientras que Buenos Aires estaba con Tejedor y denunciaba la candidatura de Roca como una “imposición” del gobierno nacional. Con el triunfo de Roca, Buenos Aires se preparó para resistir y organizó batallones de voluntarios. Avellaneda se fue de la ciudad hacia Belgrano y preparó al ejército para doblegar a la provincia díscola. El 20 y 21 de junio las milicias de la provincia se enfrentaron al ejército nacional. El resultado fue la derrota de la provincia que terminó por perder su ciudad más importante. La presidencia de Avellaneda se cerró con la capitalización de la ciudad de Buenos Aires y dio inicio a una nueva etapa en la organización política nacional.