Presencialidad, una política de Estado
Los números del período 2020-2021 con respecto a la educación en nuestro país son alarmantes: 500.000 alumnos en todo el país se desvincularon de sus escuelas, de los cuales 280.000 corresponden a la provincia de Buenos Aires. Hubo 700 días sin clases y cientos de problemas aquejaron a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, desde el primer día de 2022, la política argentina pareció recuperar la memoria y la educación volvió a ese lugar del que nunca se tendría que haber ido: desde todos los sectores se reconoció el fracaso de la política educativa pasada y en los próximos días –todo parece indicar– comenzarán las clases.
La importancia de un compromiso político que trascienda los espacios en temáticas como la educación está clara: la experiencia pasada nos muestra la enorme desigualdad a la que expone a los chicos y sus familias el hecho de mantener las escuelas cerradas. Durante el último año, en la provincia de Buenos Aires se dio la mayor cantidad de alumnos desconectados del sistema escolar producto de la negativa a la vuelta a la presencialidad, junto a la falta de políticas de Estado eficaces para contener a ese universo de chicos. En otras jurisdicciones, como Santa Cruz o Santiago del Estero, la situación fue aún peor y ostentaron el récord de ser las que más tarde retornaron a la presencialidad.
Sin contar con datos oficiales a nivel federal, las recopilaciones recaen en los datos provinciales –cuando existen–. La falta de información clara y transparente sobre el sistema educativo en general es preocupante e imposibilita cualquier intento de política pública que realmente pueda reparar el daño de mantener las escuelas cerradas. Es por esto que los sindicatos docentes deben dar un salto conceptual en cuanto a lo que hacen. Históricamente, en esta época del año, a poco tiempo de comenzar las clases, la sociedad era siempre rehén de un grupo de “dirigentes gremiales” que decidían que, por tiempo indefinido, los chicos no podrían ir a las escuelas. Y si buscamos el progreso para nuestro país, esto se debe terminar.
Hace cuatro años venimos trabajando en esta dirección de transformación del paradigma sindical, estando junto a cada docente en sus escuelas, para cuidar las condiciones laborales, salariales y la calidad educativa, para que tanto el docente como los chicos y toda la sociedad entendamos y unifiquemos un criterio fundamental: las aulas son el mejor lugar para garantizar el derecho de los niños, niñas y adolescentes. Porque luego del derecho a la vida, el derecho más importante del ser humano es el la educación. Pareciera que esto, de una vez por todas, la política lo escuchó y lo comprendió.
Este 2022, la premisa de acción es clara y contundente: #AulasLlenas, se convierte en un mensaje central para nunca más tener un aula vacía. Para que, de ahora en más, la presencialidad sea la regla, y no la excepción. Porque las escuelas vacías ya se sufrieron mucho tiempo, y con distintas excusas que motivaron, entre otras cosas, los más de 1092 paros docentes que sufrimos desde el inicio de la democracia. Hoy es el momento de tener las escuelas llenas, gestando el futuro de nuestro país. La presencialidad es irreemplazable. Y es momento de proponernos cumplir el calendario académico de por lo menos 180 días de clase, algo que, desde el retorno de la democracia, jamás se cumplió. Sobre esto radica la importancia de aquellos sindicatos docentes dispuestos a garantizar la educación, y se ve la diferencia con aquellos que no. Seduca es el primer y único del país que se propone hacerlo, garantizando las aulas llenas y cumpliendo el calendario académico. Porque quedó clara una coincidencia: la presencialidad de la educación se ha convertido en una política de Estado que marca el camino correcto. Ahora resta esperar para que no sea la única.ß
Secretario general de Seduca (Sindicato de Educadores Argentinos)