Prepotentes, dialoguistas e hipócritas
Las intensas discusiones en la Cámara de Diputados se dan porque ningún otro gobierno mandó al Congreso un proyecto tan enorme; los legisladores prefieren postergar por ahora los cambios que no influyen en la solución del descalabro económico
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El mundo parecía esperar que un argentino le explicara cómo es el mundo, cuál es su historia y qué sucedió desde el origen del hombre. Felizmente, la espera no fue larga porque llegó Javier Milei para cumplir ese papel en la cumbre económica de Davos. Ya en años anteriores Cristina Kirchner había desempeñado ese rol en casi todos los foros internacionales, menos en el de Davos, al que no iba por una cuestión meramente ideológica. La sorpresa consistió en que el presidente argentino hizo una arenga también ideológica, que incluyó su aceptación de político libertario en lugar de liberal, más cercano por lo tanto al anarcocapitalismo que a cualquier otra cosa. Un liberal, por caso, no juega al tiro al blanco con el periodismo; el libertario tiene menos compromiso con la libertad de la prensa. De hecho, el Presidente maltrató verbalmente a tres periodistas mujeres en apenas 10 días: Silvia Mercado, Luisa Corradini y María O’Donnell, en ese orden. Corradini, enviada especial de LA NACION en Davos, consignó con su habitual exactitud que hubo “estupor y sorpresa” entre los que asistieron a la exposición del mandatario argentino en la ciudad suiza. Cómo no. En rigor, Milei salvó de su diatriba solo a los que creen en sus ideas, porque luego cargó por igual contra nazis, fascistas, socialistas, socialdemócratas, conservadores y contra los propios líderes políticos y económicos occidentales. Es extraño, pero Milei y Cristina Kirchner se dedicaron a darles lecciones a los principales dirigentes mundiales desde el fracaso argentino. Ahí, en ese fiasco nacional, residen la paradoja y el absurdo. Milei desmintió también la existencia del cambio climático, que existe según la certeza y las pruebas, y negó la necesidad de políticas de igualdad que beneficien a la mujer. Raro en un mundo decidido, como dijeron los organizadores de Davos, a dejar atrás las objetivas desigualdades que perjudican a las mujeres desde siempre. ¿Una síntesis de las posiciones económicas en pugna? Tal vez podamos encontrarla en una reflexión de Juan Carlos de Pablo, de cuya lealtad a la ortodoxia económica nadie puede dudar. De Pablo escribió que “Joseph Stiglitz ve fallas de los mercados por todos lados. Javier Milei no ve ninguna. El primero recomienda la masiva intervención estatal; el segundo, la abstención estatal absoluta. Desde el punto de vista práctico, ambos exageran”. Milei debería conversar más seguido con su viejo amigo De Pablo.
En Buenos Aires aguardaban al Presidente cuestiones menos evanescentes. Veamos las conclusiones más importantes. En verdad, las intensas discusiones en la Cámara de Diputados, tanto las visibles como las invisibles, se deben a que ningún otro gobierno mandó al Congreso un decreto de necesidad y urgencia tan vasto ni un proyecto de ley ómnibus tan enorme. Es claramente el producto intelectual de académicos que no consultaron con juristas ni con parlamentarios expertos. Milei tiene la suerte de que gran parte de su oposición es dialoguista, desde Pro hasta el radicalismo, pasando por el variopinto bloque que conduce Miguel Ángel Pichetto. Incluso, Pichetto le aconsejó al presidente del cuerpo, Martín Menem, con el que tiene una buena relación personal, que redujera el tratamiento previo a tres comisiones (Legislación General, Presupuesto y Hacienda y Asuntos Constitucionales) para no hacer de esas discusiones una cuestión eterna. El decreto de necesidad y urgencia está dentro de un paréntesis, a la espera de que Menem termine la conformación de la comisión bicameral que analiza primero esas decisiones excepcionales del Presidente. No es culpa de Menem; sucede que el presidente de Diputados le dio tres lugares al kirchnerismo, para un total de ocho diputados, respetando la representación proporcional de las coaliciones y partidos políticos. El kirchnerismo le mandó los nombres de cuatro diputados y no quiere bajar a ninguno. Prepotencia pura y dura. El Senado ya designó a sus ocho representantes. Los DNU se incluyeron en la Constitución durante la reforma de 1994 con el propósito de encogerle los márgenes de discrecionalidad al jefe del Ejecutivo. Y así fue hasta que la entonces senadora Cristina Kirchner escribió en 2006, durante la presidencia de su esposo, la ley reglamentaria de la disposición constitucional. Conclusión: el reglamento arruinó el espíritu y la letra de la Constitución. El Presidente tiene ahora más poder que antes.
El kirchnerismo es, una vez más, hipócrita cuando se escandaliza con el DNU presidencial
El kirchnerismo es, otra vez, hipócrita cuando se escandaliza por el decreto de necesidad y urgencia de Milei. Durante 16 años, mientras fue gobierno, esa facción política envió en septiembre al Congreso un presupuesto con pronósticos a la baja de todos los resultados de la economía. El Congreso aprobaba esos presupuestos a fines de septiembre. En octubre, algún presidente Kirchner o Alberto Fernández firmaba un decreto de necesidad y urgencia ampliando nada menos que el presupuesto de la Nación. Los números reales de la economía les permitían hacer esa pirueta en el aire. Convertían al presupuesto, la ley más seria y solemne del Estado, en un simple y volátil borrador. Guste o no lo que hace Milei, les falta autoridad moral a muchos de sus críticos.
Hay cierto consenso entre los bloques dialoguistas para aprobarle a Milei gran parte de las medidas económicas y las referidas a los hidrocarburos. Diputados que pertenecieron a lo que fue Juntos por el Cambio sostienen que el error político de Milei consiste en pretender que el Congreso apruebe todo cuanto antes. Axel Kicillof mandó a la Legislatura bonaerense el 28 de diciembre pasado un proyecto de ley por el que los legisladores le delegaban facultades. La ley fue aprobada por unanimidad un día después. ¿Cuál fue la diferencia con la ley ómnibus de Milei? Que el proyecto de Kicillof estaba referido a una sola cuestión: la delegación de facultades. El proyecto del Presidente modifica, por ejemplo, los códigos Civil y Penal, que tienen una monumental envergadura propia. Los códigos se reforman, por lo general, con un proyecto de ley especial, y sus modificaciones son enviadas al Congreso luego de largos debates entre especialistas. Un código tiene una estructura determinada, cuya coherencia es perceptible desde el primer artículo hasta el último. Al Código Civil, los escribidores de Milei le serrucharon 50 artículos sin muchas explicaciones. La reconocida jurista Aída Kamelmajer de Carlucci, que injustamente nunca llegó a ser jueza de la Corte Suprema, les suplicó a los legisladores que pasen esa parte del proyecto de Milei para que sea tratada en sesiones parlamentarias ordinarias luego de “un estudio sistémico del Código”. Kamelmajer subrayó que los cambios propuestos en el Código Civil no tienen ninguna relación con la inflación ni con la desregulación de la economía ni con el déficit del Estado. Es la voz de una persona que está más allá de las ambiciones personales y que tiene sobrada autoridad en la materia. Un informe en poder de los diputados dialoguistas sostiene también sobre la reforma de la Justicia Penal para implantar el sistema acusatorio que es “un 40 por ciento más caro que el actual”, y que sería más caro todavía si se pasara a un sistema de juicios por jurados. Estas reformas están entre los cambios al Código Penal, que también pasarán seguramente a un tratamiento más sereno durante la sesiones ordinarias del Congreso.
Un asunto especialmente conflictivo es el referido a la suspensión de la movilidad jubilatoria, que tiene un sistema de actualización que todos los gobiernos trataron (y a veces consiguieron) cambiar. De hecho, entre 2017 y 2023, los jubilados perdieron cerca del 40 por ciento de sus ingresos, según estudios privados. El aspecto que más le objetan a Milei es que su proyecto de ley suspende la movilidad jubilatoria y, al mismo tiempo, le da al Poder Ejecutivo amplias facultades para establecer los futuros aumentos. Los diputados quieren tener una idea, al menos, de qué hará Milei con los salarios de los jubilados. Esto es: no quieren negarle al Presidente la suspensión de la movilidad jubilatoria, pero aspiran a saber qué fórmula la reemplazará y durante cuánto tiempo.
Milei tendrá seguramente su ley para enfrentar la monumental crisis económica que le tocó, pero no tendrá todo lo que le pidió al Congreso en sesiones extraordinarias. Los legisladores prefieren postergar por ahora los cambios que no influyen en la solución del descalabro económico. Solo la corporación sindical es intransigente, y la prueba es la extorsiva amenaza del líder cegetista Héctor Daer a los legisladores que apoyen las decisiones de Milei. Prepotencia pura y dura. El bloque dialoguista está cerca del Presidente solo porque coincide con una parte importante de sus propuestas económicas y porque tiene la intención de no debilitar la figura presidencial. Es lo que hay, aunque el Gobierno tiene al alcance de la mano un acuerdo con la necesaria mayoría en Diputados. Todo lo demás, el cambio electoral, judicial y cultural, deberá esperar un tiempo de armonía, que no es este.