Premio Nobel de Literatura 2017: Kazuo Ishiguro explora las incertidumbres de la memoria y la identidad
El escritor británico, nacido en Japón, tiene buena parte de su obra editada en castellano por Anagrama, donde suele tomar mitos e instituciones tradicionales de su país de adopción para subrayar la fugacidad de aquello que nos define; se considera cinéfilo y fanático de Bob Dylan, su predecesor en el Nobel de Literatura
Kazuo Ishiguro nació en Nagasaki, Japón, en 1954, nueve años después de la explosión de la bomba nuclear. A los cinco años se mudó a Guildford, al sur de Inglaterra, donde adoptó el inglés como lengua y en este idioma ha escrito su producción literaria –siete novelas, varios libro de relatos y algunos guiones de cine– que hoy fue distinguida con el Premio Nobel de Literatura . Este Oficial de la Orden del Imperio Británico apenas habla el japonés, a diferencia de Haruki Murakami, quien sí figura desde hace muchos años como favorito en las apuestas para alzarse con el galardón que otorga la Academia Sueca.
Existe, llamativamente, un arco entre el último ganador de este premio, Bob Dylan , e Ishiguro, quien se ha declarado admirador del cantautor. Ishiguro integra la generación –una etiqueta editorial– del British Dream Team, un grupo de narradores ingleses nacidos a fines de los años 40 o comienzos de los 50. Entre ellos destacan Hanif Kureishi (Intimidad, El buda de los suburbios), Jeanette Winterson (La pasión), Julian Barnes (El loro de Flaubert), Ian McEwan (Expiación) y Martin Amis (El libro de Rachel).
Ishiguro ha ambientado sus novelas en distintos momentos de la historia de Inglaterra, a diferencia de sus primeras ficciones, que transcurrían en Japón (Un artista del mundo flotante, por ejemplo). Su novela más conocida es Los restos del día (1989), un éxito en críticas y también comercial, fue llevado al cine con un guion que tuvo para su primera versión la firma del premio Nobel Harold Pinter. Esta historia en primera persona es narrada en 1956 por Stevens, el mayordomo de la mansión Darlington Hall, que hasta hace unos años fue propiedad de un aristócrata inglés: “Durante estos últimos meses, he sido responsable de una serie de pequeños fallos en el ejercicio de mis deberes. Debo reconocer que todos ellos son bastante triviales. No obstante comprenderán ustedes que para alguien acostumbrado a no cometer este tipo de errores la situación resultaba preocupante, por lo que empecé a elaborar toda clase de teorías alarmistas que explicaran su causa”. Stevens, quien el presente del relato sirve a un nuevo amo, estadounidense, muy distinto al anterior, parte a encontrarse con quien fuera la ama de llaves, Miss Kenton. La novela propone un viaje a través el cual Stevens recorre la geografía de Inglaterra, su historia y también su propia vida, en un ejercicio de memoria: “Es casi una revelación que Miss Kenton recuerde del mismo modo que yo un hecho que se remonta a hace más de treinta años, un hecho que debió de ocurrir una de esas tardes de verano a las que hace referencia. Ya que me acuerdo perfectamente de que una de esas tardes subí al segundo rellano de la escalera y de pronto encontré ante mí un haz de rayos anaranjados con que el atardecer cortaba la oscuridad del corredor, en el que se veían entornadas las puertas de las habitaciones. A través del umbral de una de ellas, vi la silueta de Miss Kenton dibujada contra la ventana. Al oírme pasar, se volvió y me dijo en voz baja: «Mister Stevens, ¿puede venir un instante?»”.
En 2015 Ishiguro sorprendió a sus lectores con El gigante enterrado, la primera novela luego de una década de silencio, ambientada en la Edad Media, cuando los romanos ocuparon Inglaterra . Este fantasy, con ogros y dragones, cuenta la búsqueda de un matrimonio de ancianos que parte hacia una aventura a buscar a su hijo en una atmósfera enrarecida, donde los habitantes han perdido la memoria. Los derechos de esta novela fueron adquiridos por Scott Rudin en simultáneo con la publicación de El gigante enterrado.
Pálida luz en las colinas (Premio Winifred Holtby), Un artista del mundo flotante (Premio Whitbread), Los restos del día (Premio Booker), Los inconsolables (Premio Cheltenham), Cuando fuimos huérfanos, Nunca me abandones (Premio Novela Europea Casino de Santiago) son sus otras novelas.
Existe un romance entre el cine e Ishiguro, quien se define a sí mismo como cinéfilo. Los realizadores han llevado a la pantalla varias veces sus relatos: Los restos del día (1993), con Anthony Hopkins y Emma Thompson; La condesa rusa (2005), con Ralph Fiennes, Natasha Richardson y Vanessa Redgrave; y Nunca me abandones, tanto en su versión para el cine en 2010, con Keira Knightley, Carey Mulligan y Andrew Garfield, como la miniserie japonesa de 2016. También se filmó su guion de La música más triste del mundo (1993), con Isabella Rossellini.
Quizá la mejor novela de Ishiguro no sea Los restos del día, sino Nunca me abandones, una novela incómoda, cruel, distópica, “un mundo feliz” con castas de humanos, una sociedad científicamente evolucionada que salva vidas, a fuerza de la experimentación y utilización de otros humanos. La acción de esta bildungsroman transcurre en el internado de Hailsham, en Inglaterra, a fines de los noventa, narrado por una voz femenina, Kathy. En este universo, un mundo sin Dios, sin trascendencia ni descendencia, la gente no muere, sino que “se completa”.
La memoria vuelve a ocupar un espacio clave en Nunca me abandones, donde Kathy recuerda como fue esa adolescencia donde, por única vez, experimentó una sensación de pertenencia: “He pensado una y otra vez en aquellos instantes, tendría que haber encontrado algo que decir. Podría haberlo negado sencillamente aunque lo más probable es que Tommy no me hubiese creído. Me habría sido enormemente difícil explicar las cosas sinceramente y con todos sus matices. Pero podría haber hecho algo, podría haber enfrentado con Ruth, haberle dicho que estaba tergiversando las cosas, que aun admitiendo el hecho de haberme reído jamás lo habría hecho en el sentido que ella quería darle. Podría incluso haberme acercado a Tommy y darle un abrazo, allí mismo delante de Ruth. Es algo que se me ocurrió años más tarde, probablemente podría haber sido una opción viable en aquel tiempo dado la persona que yo era y dada la forma en la que los tres nos comportábamos entre nosotros. Pero podría haber hecho algo”.
Ishiguro indaga en su prosa por la naturaleza de las acciones (Stevens se pregunta a sí mismo, aún con toda su experiencia en esa tarea, qué es ser un mayordomo) y por la autenticidad de la naturaleza humana, donde la razón y la emoción suelen estar en pugna. Nunca me abandones explora dónde está la humanidad del hombre, aunque suene redundante. Pero, así como Stevens es un ícono del estatismo, los adolescentes de esta fábula genética se rebelan contra la injusticia de un sistema cruel.
La literatura de Ishiguro está sujeta a múltiples interpretaciones, como también lo será este premio a un ciudadano británico, nacido en Japón, en un escenario donde el Brexit ha puesto a Inglaterra y a sus habitantes en vilo, una sociedad que cierra sus puertas a la inmigración, que ve al extranjero como una amenaza.