Por un debate sin prejuicios
El 31 de enero, en un editorial titulado "Dejar atrás el populismo", LA NACION criticó la ley de emergencia social (LES) por considerarla fiscalmente riesgosa y lesiva para la cultura del trabajo. Advierte sobre la "crítica solvencia fiscal" sin aclarar que es consecuencia, principalmente, de la transferencia de más de 250.000 millones de pesos a los sectores concentrados de la economía, que no invirtieron ni crearon empleo, demostrando una vez más que la teoría del derrame es un sofisma. Tampoco repara que en 2020 la Argentina deberá pagar 6000 millones de dólares de intereses de deuda, pero se atreve a imputar la insostenibilidad temporal de las cuentas fiscales a la ley de emergencia social.
Se dice que los $ 30.000 millones comprometidos en 3 años implican un riesgo fiscal y que es "una expresión de deseos" que pueda ahorrarse en otras partidas presupuestarias. Si analizamos los números veremos que se pagarán $ 5000 millones en concepto de aporte para salud, vía el monotributo social, que permitirán brindar prestaciones acordes a las necesidades de los beneficiarios, posibilitando reducir la demanda en los hospitales públicos. Los restantes $ 25.000 millones se destinarán al pago de salarios "atados" a una contraprestación laboral efectiva y se volcarán al consumo de bienes gravados por lo que cabe estimar que otros $ 5000 millones volverán al Estado vía impuestos, mientras se mantiene la actividad económica en los barrios y se posibilita una vida decente a millones de compatriotas. El costo neto para el Estado se reducirá si las obras públicas encomendadas a las cooperativas se atienden con partidas predestinadas a tal fin dado que el precio a pagar por esas obras será menor que si se encomendaran a empresas con fines de lucro.
Luego descalifica por voluntarista el artículo 2º de la LES, sin advertir que se limita a reproducir los derechos esenciales que consagra el art. 116 de la ley de contrato de trabajo, que son aquellos que debe garantizar el salario mínimo, vital y móvil. La LES fija el monto del salario complementario en el 50% del mínimo que la LCT asegura a todo trabajador dependiente, porque lo considera un accesorio de los ingresos que los trabajadores de la economía popular logran por sus medios. No se advierte en qué se funda la imputación, a no ser que se considere que a los excluidos del mercado laboral tradicional, obligados a autogenerar su trabajo sin empleador que les pague, les corresponde un estándar de vida digna inferior al que el legislador estableció como vital para los demás trabajadores hace ya más de 40 años. Sólo se trata de una variante modesta de la asignación universal parcialmente aplicada en Finlandia y Holanda, que fue objeto de un referéndum reciente en Suiza, que está propuesta por el oficialismo en Bélgica y que ocupará un lugar central en los debates del proceso electoral en Francia.
El físico Stephen Hawking plantea que este capitalismo llevará a la humanidad al colapso ya que no se ha resuelto qué hacer con una población que crece exponencialmente y un empleo que decrece en términos relativos debido al desarrollo tecnológico. Según la Organización Internacional del Trabajo, en el mundo hay 1400 millones de personas con trabajos vulnerables y 1800 millones con empleos formales. La informalidad y la consiguiente ausencia de derechos son una constante a escala global. Las matrices de movilidad laboral en la Argentina indican que, en una economía en crecimiento, sólo 7 de cada 100 trabajadores que tienen trabajos precarios terminan obteniendo empleos formales y mejores. La definición de la OIT sobre empleo vulnerable es elocuente: "Es menos probable que estas personas tengan acuerdos formales de trabajo. Por lo tanto, es más probable que carezcan de condiciones de trabajo decente, seguridad social apropiada y una «voz» a través de sindicatos y otras organizaciones similares". De esto trata la ley de emergencia social que, aun siendo un paliativo, complementa el ingreso familiar de los trabajadores más vulnerables.
Como dijo el Papa, "en América latina el populismo significa el protagonismo de los pueblos". Por eso, la intención de englobar en un mismo concepto el fascismo de Le Pen, el tosco nacionalismo xenófobo de Trump y a los movimientos sociales argentinos es por lo menos un análisis erróneo y desatinado.
Es útil el debate y estamos dispuestos a darlo con altura y lealtad. Pero sería saludable que quienes censuran el "populismo" de los movimientos sociales estudien la nueva problemática social y consulten las corrientes actuales de las ciencias sociales. Es curioso que en un país con familias con una tercera generación sin trabajo, se le diga al nieto que es mejor que espere a un posible empleo formal cuando son las políticas que defendieron los abanderados del libre mercado las que dejaron sin trabajo regular a su abuelo y a su padre.
Diputado de la provincia de Buenos Aires. Movimiento Evita