¿Por qué ser médico hoy en la Argentina?
Este interrogante, que mantiene plena vigencia, es el título de uno de mis libros de cabecera (¿Por qué se médico hoy?, Libros del Zorzal), cuyos capítulos fueron redactados por médicos de extraordinaria trayectoria y honestidad intelectual. La conmemoración del Día del Médico, el 3 de diciembre, invita a su relectura. A lo largo de sus atrapantes páginas se plantea una serie de interrogantes y desafíos que presenta el ejercicio de la medicina, en un escenario que ha sufrido un deterioro ininterrumpido. Lejos estaban aquellos insignes colegas coautores del libro de imaginar que nos enfrentaríamos a un evento excepcional como fue la pandemia Covid-19. El sentido común indicaría que el excepcional desempeño del equipo de salud en esas aciagas circunstancias debería haber generado espontáneamente un imprescindible reconocimiento laboral en sus múltiples aspectos. Nada de eso ocurrió.
En el prólogo del libro, el doctor Pedro Cahn expresa: “Ser médico hoy implica saber que la práctica de la medicina se inscribe en una atmósfera poco amigable, cuando no hostil. El médico de hospital es la cara visible de un sistema ineficiente, expulsivo y poco amigable para el supuesto beneficiario, el otro que padece. El médico de prepaga u obra social, obligado a trabajar a destajo por la degradante remuneración que recibe, es el rostro de una institución que aumenta sus cuotas y/o restringe servicios al supuesto beneficiario”.
El recordado maestro y académico Alberto Agrest expresa en su capítulo: " Hoy la medicina asistencial es una industria que produce recursos para combatir enfermedades pero, sobre todo, riesgos, y los vende como seguros de salud. Los médicos hemos pasado a ser concesionarios de esa industria”.
El doctor José María Ceriani Cernadas, figura descollante de la pediatría y la neonatología, eligió para su capítulo el título “Los cambios en el ejercicio de la medicina, su influencia en la profesión médica y en el cuidado de la salud”. Allí expresa: “En lo que hace a la función del médico, al cumplimiento cabal de sus obligaciones y al pleno desarrollo de su vocación, las modificaciones en el ejercicio de la medicina motivaron, a mi entender, principalmente tres hechos perniciosos relacionados entre sí y que hoy vemos con especial preocupación. Ellos son: le pérdida progresiva de nuestra dignidad como profesionales, la profunda alteración en la relación médico-paciente y, como derivación directa de los anteriores, un empeoramiento paulatino en el cuidado de la salud de la población”.
Ante la crisis del humanismo, Ceriani Cernadas cita a Karl Jaspers, quien propuso que, ante esa situación, había que “seguir con la idea de que la medicina se basa en la ciencia y en el humanismo. Esta asociación es eterna, pero no existe por sí misma, necesita una constante renovación”. Respecto del excesivo empleo de los nuevos métodos auxiliares de diagnóstico, Ceriani Cernadas expresa: “La forma más adecuada de evitar estudios innecesarios es contar con médicos que tengan tiempo suficiente para la consulta y que su trabajo sea reconocido mediante honorarios adecuados”. “El Estado y las organizaciones privadas –manifiesta Ceriani Cernadas– deben comprender que la proletarización médica actual no es un buen camino ni para la población ni para los mismos médicos y que conduce a un empeoramiento del cuidado de la salud”.
Existe una evidente crisis en cuanto al nivel de satisfacción de los médicos respecto de su profesión. El doctor Guillermo del Bosco resume en su capítulo cinco causas de insatisfacción profesional que, a su criterio, se destacan: la imposibilidad de satisfacer las demandas de pacientes y gerenciadores, el sometimiento a guías de estudio y tratamiento generadas por la industria, la violencia física y amenazas en especial en hospitales públicos, la disminución de la retribución económica y la amenaza legal.
El profesor Guillermo Jaim Etcheverry, exdecano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y exrector de la UBA, admirado por todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo, respondía a la pregunta “¿por qué ser médico hoy? expresando: “Por las mismas razones de siempre: para ayudar al semejante que sufre, para obedecer al impulso de escrutar la naturaleza y así cumplir con el insoslayable mandato humano de conocer, para transmitir a las nuevas generaciones eso que logramos saber y dar testimonio, con nuestra conducta, de aquello que cuando nos iniciamos quisimos – y a veces logramos– ser”.
En el epílogo del prólogo merecen ser rescatadas expresiones conmovedoras del doctor Cahn: “Quienes elegimos trabajar en hospitales públicos sabemos que estos representan la última línea de defensa para los pacientes. Paciente que se ‘cae’ de la prepaga o la seguridad social pasa al hospital público, al que cae del hospital público solo le queda el precipicio. El médico, al igual que el resto del equipo de salud, trabaja en malas condiciones salariales, malas condiciones de horarios, sin insumos, asistiendo a una población que con toda justicia reclama servicios más eficientes. Ese reclamo muchas veces se ejercita contra el médico. Sin embargo, los médicos seguimos empujando y lo hacemos porque entendemos que el que está del otro lado del mostrador está mucho peor, porque sufre todas las consecuencias del sistema, pero, además, está enfermo. El día que eso deje de importarnos, deberemos dedicarnos a otra cosa”.
Está muy claro que la problemática del ejercicio profesional del equipo de salud no ha estado en el foco de la agenda política 2023, en una sociedad en la que el 40% de la población está sumergida en una lucha diaria por la supervivencia. También está clara la debilidad del equipo de salud a la hora de efectuar sus reclamos, dado que su compromiso ético de atender al paciente está por encima de todo reclamo. Si esta injusta situación se prolonga en el tiempo, la sociedad corre el riesgo de quedarse sin sus mejores médicos y con especialidades críticas desiertas. Cuando eso ocurra, revertir la situación demandará mucho tiempo y generará mucho sufrimiento que se podría haber evitado.
Como consideración final, dedico estas líneas a mis colegas, que, a pesar de un escenario tan adverso para ejercer la profesión, continúan brindando generosamente a sus pacientes sus conocimientos, su experiencia y, por sobre todas las cosas, su contención. La sociedad está en deuda con ellos.
Profesor consulto de la cátedra de Oftalmología de la Facultad de Medicina de la UBA; doctor en Medicina (UBA. Hospital de Clínicas)