Por qué Sanz
Una mañana de mayo, en un café de barrio, Ernesto Sanz me ofreció acompañarlo en la fórmula del radicalismo para las próximas elecciones.
Hace años que participo del debate público sobre el país desde el mundo de las ideas. De repente tenía frente a mí al político más confiable de la Argentina invitándome a poner el cuerpo para ayudarlo a cambiar las cosas. Pasada la sorpresa, ya que soy un recién iniciado en la política activa, acepté con entusiasmo y sin la más mínima duda.
Admiro a Sanz desde hace mucho tiempo. Manos limpias, cabeza brillante, agallas bien puestas y un corazón amplio: ahí la anatomía de este hombre que es una oportunidad única para los argentinos. Fue ese corazón, capaz de unir lo diferente y de atraer lo distinto, el músculo con el que escribió su biografía reciente. Sanz unió argentinos en el Congreso a favor de la tolerancia a las costumbres privadas y en contra de intolerancias como atropellar a la Justicia o falsear las estadísticas. Este año Sanz luchó más que nadie, y le quedaron marcas en el cuerpo, por unir al partido que ama y por unir a todos los que queremos una Argentina diferente.
El paso siguiente es la conclusión natural de los anteriores: unir a todos los argentinos. Nada hay más antagónico a la política del kirchnerismo que la política de la unión. Unir a los argentinos incluye por supuesto cambiar el ataque por el debate como forma básica de disputa. Pero es mucho, muchísimo más que eso.
Unión también es que los argentinos seamos efectivamente iguales ante la ley. Hay división si el corrupto, el evasor, el delincuente o el barrabrava logran escaparse de ella. Sólo con las manos bien limpias se puede liderar el camino hacia la legalidad y la decencia.
Unión es que todos tengamos los mismos derechos, entendidos como la posibilidad concreta de elegir el propio destino. Hay división si algunos argentinos pueden acceder a un trabajo en blanco y otros, especialmente mujeres y jóvenes, no; hay división si desde el vamos hay chicos que reciben educación, salud, nutrición y servicios básicos de vivienda de calidad y otros que no. Sólo con una cabeza que piensa sin prejuicios se pueden aplicar políticas públicas inteligentes para llegar a una auténtica igualdad de oportunidades.
Unión también es darse cuenta de que la economía no es un juego en que las ganancias de todos tienen que sumar cero. Hay división si creemos que para que a los empresarios les vaya bien a los trabajadores les tiene que ir mal, o viceversa; si pensamos que para que prospere la industria tiene que sufrir el campo, o viceversa; si creemos que hay un conflicto entre más exportaciones y más mercado interno, o entre las economías del interior y la metropolitana.
La inflación, la pérdida de competitividad, los impuestos a la producción y las exportaciones, los obstáculos para importar, la tecnología más cara del planeta, las extravagancias con el dólar, todo eso que traba nuestro progreso proviene en última instancia de una concepción de la economía según la cual el bien de unos necesariamente implica el mal de otros. Es decir, de una visión que desafía la primera lección de la economía: se puede mover todo el tiempo la frontera de lo que es posible y mejorar simultáneamente la posición de todos. El próximo presidente necesitará agallas para negarse a las demandas individuales cuando sean a costa de otros y para coordinarlas cuando sean a favor de todos. Sólo así se podrá destrabar el camino al progreso.
En resumen: todos los problemas del país pasan por la división y todas las soluciones del país pasan por la unión. La unión de los argentinos no es sólo una consigna política, puede ser también un programa de gobierno, y es el programa de Ernesto Sanz: la vigencia efectiva de la ley, la igualdad y el progreso. A lo largo de esta campaña presentaremos los instrumentos concretos con los que llevar adelante ese programa de gobierno.
La democracia es un estado permanente, pero se ejerce con todo su poder cada par de años. En un país presidencialista la fecha clave es cada cuatro años y este 2015 es uno de ellos. Las PASO representan una enorme oportunidad para combinar el voto libre con el voto inteligente. El radicalismo decidió adoptar el criterio de constituir un espacio en las PASO con quienes compartieran el núcleo de ideas histórico y permanente de la UCR: la vigencia sin restricciones de las instituciones democráticas, con división efectiva de los poderes públicos y respeto absoluto a la libertad de las personas. Las PASO permiten a los ciudadanos votar a favor del cambio y al mismo tiempo elegir cuál es, exactamente, la naturaleza del cambio que desean, sin miedo a desperdiciar el voto.
Felizmente, vivimos en una época en que la tecnología permite comunicar ideas incluso sin tener detrás el poder económico de un Estado nacional o provincial. El principal límite para comunicar no es el dinero, sino el torrente de información que compite por la atención de los ciudadanos. La mayoría de los argentinos no está pensando hoy en la elección presidencial o en las volteretas de los políticos. Recién en las dos o tres semanas anteriores a las PASO del 9 de agosto se dará ese ejercicio tan democrático que es la conversación en las familias, entre los amigos, entre los compañeros de trabajo, hoy potenciada por las redes sociales. Es ahí y es entonces que se define una elección.
Todas esas conversaciones están unidas por intersecciones personales: si son buenas, las razones de tu hermano para votar tal cosa les llegan a tus compañeros de trabajo, a los amigos de ellos y quizás a sus parientes. Se trata, en el fondo, de un solo gran diálogo entre todos los ciudadanos, debatiendo cómo gobernarse. Nosotros haremos todo para que esa conversación sea lo más informada posible. En esa elección libre, debatida e informada de un pueblo eligiendo a su gobierno está lo más bello de la democracia.
El autor es profesor en la Universidad Torcuato Di Tella y precandidato a vicepresidente por la UCR
lanacionar