Por qué Obama no pide perdón por Hiroshima
En uno de sus últimos viajes al exterior el presidente Barack Obama completó una visita a Japón, aliado de su país, y concurrió a Hiroshima, pero no pidió perdón por las consecuencias de la bomba atómica arrojada el 6 de agosto de 1945. Aquel apocalipsis y el de Nagasaki, tres días después, causaron en total 250.000 muertos e infinidad de heridos y mutilados de por vida.
¿Qué motivos llevaron a Obama, premio Nobel de la Paz en 2009, a silenciarse en una ciudad cuya plaza principal lleva todavía recuerdos del desastre y conmociona hasta el llanto al visitante? Precisamente, Obama guardó silencio. El mismo mandatario que destrabó medio siglo de tensión bélica e ideológica con Cuba, que reconoció la acción de la CIA en el golpe de Irán en 1953 para cuidar sus intereses petroleros y el papel nefasto del Departamento de Estado durante el golpe de 1976 en la Argentina guardó silencio.
Japón es un caso distinto. Es algo del pasado que sigue doliendo al ciudadano medio norteamericano. Todavía hoy se honra a los escasísimos sobrevivientes del conflicto y a los 500.000 muertos que afligieron al país, en total, por la Segunda Guerra Mundial. Es decir: los esfuerzos bélicos del país a lo largo del siglo XX son heridas abiertas que no han cicatrizado, aun cuando Washington haya fundado vínculos comerciales y económicos de importante conveniencia con sus ex contrincantes.
De igual forma, a los norteamericanos les duele la muerte de quienes cayeron en la Primera Guerra Mundial (en la que sólo participaron un año), en la de Corea, en la que combatieron junto con las fuerzas de las Naciones Unidas en plena Guerra Fría, más la violencia inaudita de Vietnam y las intervenciones en Irak y Afganistán.
Muchos de estos dramas surgieron porque Washington se propuso cumplir con "el Destino Manifiesto", esa consigna que lleva a los norteamericanos a estar en todo lugar donde ellos crean se clausura la libertad o impera la opresión.
En la década del 30, en Japón, un grupo de militares, acérrimos nacionalistas, tomaron el poder. El emperador Hirohito los exaltó y protegió sus decisiones. Tenían deseos imperiales, se sentían encerrados y con escasos recursos. Por cualquier pretexto comenzaron a invadir sitios del Pacífico. Se adueñaron de Corea, a cuyos hombres trataron como de una raza inferior y a sus mujeres, como esclavas sexuales. Impusieron en una región de China el reino de Manchukuo (Manchuria) con emperador propio y toda su corte. En 1936 destrozaron Nankin, encerraron a 200.000 soldados chinos en un solo sitio y los masacraron sin piedad.
Los historiadores precisan que cuando los Estados Unidos, precavidos, les bloquearon la entrega de petróleo los japoneses adoptaron una solución suicida. Ellos lo sabían. El 7 de diciembre de 1941, sin haberse declarado en guerra, 353 aviones fueron lanzados desde su flota sobre Pearl Harbor, una base estratégica de los Estados Unidos. Japón se adueñó de islas y naciones de alto valor estratégico, incluso las de Holanda e Inglaterra. El Pacífico presenció la muerte de casi 30 millones de personas entre prisioneros maltratados, militares, civiles armados y simples pobladores. Se infligieron torturas indescriptibles.
En 1945, lograda la paz en Europa, el frente del océano en el Este seguía en llamas. Desde 1943, los japoneses habían perdido toda su Armada y eligieron resistir hasta morir.
Muerto Franklin D. Roosevelt y con Truman en la presidencia, hubo que decidir. Víctima de bombardeos con napalm en 97 ciudades, Japón no cedía. Ocupar el archipiélago, se calculó, exigiría el sacrificio y la muerte de 200.000 soldados estadounidenses. La presión fue intensa, las polémicas sobre métodos de guerra no cesaron. Truman no estuvo solo en elegir la bomba atómica en vez de sus soldados: lo acompañó la opinión pública sin chistar y por larguísimo tiempo. Por eso mismo , Obama no pide perdón.
Miembro del Club Político Argentino