Por qué los ruidos urbanos nos afectan a todos
Origen de dolencias físicas y psíquicas, y denunciada por la ONU como un peligro para la salud pública, la contaminación acústica es la gran enemiga del bienestar en las grandes ciudades
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Una presencia constante en las grandes ciudades, el ruido llega a ser una verdadera contaminación imperceptible sobre la que no reparamos. ¿Qué causa el ruido en el organismo? ¿A qué nivel de ruido estamos expuestos a diario? ¿Cuáles son los puntos de mayor contaminación sonora en la ciudad de Buenos Aires? ¿Hay alguna ley que lo regule? Seguramente no tengamos una respuesta a estas preguntas porque simplemente no hemos reparado en ellas; es un tema poco tratado, faltan campañas de concientización, y, sin embargo, este tipo de contaminación repercute a largo plazo tanto en nuestra salud física como en la mental.
La contaminación acústica es un tema que preocupa en todo el mundo. Según el informe Fronteras 2022 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, publicado en febrero, representa un peligro creciente para la salud pública. El estudio destaca que los sonidos no deseados, prolongados y de alto nivel procedentes del tráfico, el ferrocarril o las actividades de ocio perjudican la salud y el bienestar de los ciudadanos, que padecen molestias crónicas y alteraciones del sueño que pueden derivar en graves enfermedades cardíacas y trastornos metabólicos, como la diabetes, a la vez que causan problemas auditivos y repercuten en la salud mental. “La contaminación acústica provoca 12.000 muertes prematuras al año en la Unión Europea y afecta a uno de cada cinco de sus ciudadanos. Los niveles de ruido aceptables se superan en muchas ciudades del mundo, entre ellas Argel, Bangkok, Damasco, Dhaka, Ho Chi Minh City, Ibadan, Islamabad y Nueva York”, destaca el informe.
La contaminación acústica es un tema que preocupa en todo el mundo. Según el informe Fronteras 2022 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, publicado en febrero, representa un peligro creciente para la salud pública
Global y local
En nuestro país, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es una de las más afectadas por esta problemática. El ruido provoca malestar a millones de personas que habitan en CABA en los primeros pisos de un edificio, sobre una avenida, en un corredor habilitado al paso de camiones o cerca de las obras en construcción que abundan en la city porteña. Pero el ruido no solo afecta al oído, “también tiene incidencia sobre el resto del organismo y puede traer problemas agudos o crónicos. Es un gran contaminante al que no se le da la preponderancia que tiene sobre la calidad de vida”, señala Paula Ontivero, jefa del servicio de otorrinolaringología del Sanatorio Güemes y otóloga del Hospital Naval Pedro Mayo (MN 94.824).
“Me afecta mucho el ruido, vivo entre dos avenidas, en un piso bajo. Me molesta el tráfico, autos, camiones, colectivos, el ruido de los motores, frenadas, bocinazos. En mi casa nunca hay un silencio absoluto. Considero que se le da poca importancia al tema del ruido. Por ejemplo, por la puerta de mi casa pasan camiones pesados que me parece que no deberían estar habilitados a transitar en zonas residenciales, deberían entrar por otros sectores”, dice Florencia Guzmán, del barrio de Villa Urquiza.
La contaminación sonora nos afecta de diferentes formas. En ese sentido, Ontivero asegura que el ruido es, de por sí, una interferencia para poder escuchar. “Si uno tiene una audición normal, por un proceso del sistema nervioso central cuando tenemos los dos oídos funcionantes con uno apagamos el ruido y con el otro nos enfocamos en la señal auditiva que queremos captar”, explica.
Pero esto depende del nivel de ruido, si la persona tiene alguna pérdida auditiva o no, y no es lo mismo si se habla de adultos o de niños, ya que en el caso de los más pequeños puede traer incapacidad de concentración o problemas en el aprendizaje. “En una gran ciudad, el ruido en la calle en ocasiones supera los 100 decibeles y esto puede ser dañino para la audición, pero también puede traer dificultad en la comprensión y consecuencias a nivel físico o psicológico porque el ruido genera irritabilidad, molestias, alteración del sueño”, advierte la otóloga y sostiene que podemos llegar a tener muchos problemas de salud por el estrés que genera y la falta de un buen descanso. “Por la noche podés despertar sobresaltado y no lograr un sueño profundo para obtener un buen descanso. Cuando hay alguna alteración del sueño terminás alterando el sistema cardiorrespiratorio y se eleva la presión arterial”, sostiene. Por otra parte, si nos exponemos a un ruido de más de 100 decibeles durante mucho tiempo, la principal consecuencia es el deterioro de la función auditiva. Según Ontivera, tenemos un reflejo en el oído por el que ante un ruido intenso se contrae el músculo del estribo y, por lo tanto, la onda sonora choca menos contra el oído interno. Ese reflejo después de un tiempo se satura y entonces los ruidos intensos pasan directamente al oído interno y producen una lesión que puede ser aguda o crónica; esa lesión puede generar pérdida auditiva futura y zumbidos.
Rolando Salinas (MN 72.241), jefe del servicio de salud mental del Hospital Alemán y fundador de IPEM (Instituto de Prevención en Salud Mental), también considera que el ruido es un verdadero contaminante. “Son muy conocidas las consecuencias del ruido excesivo o por tiempos prolongado sobre la salud general, tales como la pérdida auditiva y, últimamente, la incidencia sobre el desarrollo de estrés cardiovascular”, explica, y detalla que las principales consecuencias sobre la salud mental son la inestabilidad emocional, irritabilidad, agresividad y síntomas de ansiedad.
Para el especialista en salud mental, frente a la contaminación sonora de las grandes ciudades podemos actuar preventivamente, con estrategias para evitar o minimizar los efectos negativos del estrés ambiental. “No debemos caer en la llamada indefensión aprendida, que es un estado similar a una situación depresiva, caracterizado por el abatimiento y la pasividad. Para esto es necesario buscar ayuda, denunciar excesos, exigir actuar a las autoridades de control, y ayudarnos comunitariamente”, enfatiza.
“Me afecta mucho el ruido. A veces, cuando salgo a la calle trato de utilizar gorros queme tapen los oídos para bajar el nivel de ruido. También utilizo auriculares con música a nivel bajo que, por lo menos, disminuyen bocinazos, frenadas, caños de escape de camiones, autos y colectivos”, señala María Sáez, que vive en Parque Chacabuco, sobre una calle con mucho tráfico
Las más ruidosas
“Me afecta mucho el ruido. A veces, cuando salgo a la calle trato de utilizar gorros queme tapen los oídos para bajar el nivel de ruido. También utilizo auriculares con música a nivel bajo que, por lo menos, disminuyen bocinazos, frenadas, caños de escape de camiones, autos y colectivos”, señala María Sáez, que vive en Parque Chacabuco, sobre una calle con mucho tráfico. “Al tema se le da poca importancia de hecho, dejan utilizar la bocina en forma indiscriminada en cualquier hora del día, inclusive de noche”, agrega.
Claramente, las calles y avenidas con mayor caudal de tránsito y transporte pesado y público son las que resultan con mayores niveles sonoros. Así, los corredores más ruidosos del mapa porteño son fácilmente identificables, entre ellos la Avenida 9 de Julio, Avenida Belgrano, Avenida de Mayo, Avenida Rivadavia, Avenida Corrientes, Avenida Córdoba, Avenida Santa Fe, Avenida Paseo Colón, Avenida Ingeniero Huergo, Avenida Entre Ríos, Avenida Callao, Avenida Pueyrredón, Avenida Jujuy, Avenida General Paz, Avenida Lugones, Avenida Cantilo y la Autopista 25 de Mayo, entre otras.
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires posee una normativa propia: la Ley 1540 que regula la contaminación sonora y establece límites y condiciones de regulación. Hay que tener en cuenta que se trata de una metrópolis donde viven tres millones de personas y otros tres millones ingresan de lunes a viernes. “Tiene una realidad sonora compleja”, explica Renzo Morosi, presidente de la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires (APrA).
Por eso, según Morosi, se desarrolló el Mapa de Ruido de la Ciudad a partir de patrones internacionales. “Este permite conocer los niveles de exposición al ruido de los vecinos, como así también evaluar, controlar y corregir las causas que lo provocan”, agrega. Así se establecieron estaciones de monitoreo de ruido que permitieron medir de manera simultánea un total de 162 puntos geográficos. En el Mapa de Ruido están indicadas las Áreas de Sensibilidad Acústica en el Ambiente Exterior, donde se establecen los límites máximos de decibeles permisibles en las distintas zonas de la Ciudad; por ejemplo, en la zona del centro porteño hay un límite de 70 decibeles diurnos y 60 decibeles nocturnos. Mientras que en la Av. Gral. Paz, la medida permitida llega a 80 decibeles diurnos y 75 nocturnos.
En cuanto a la principal fuente de ruido en las grandes ciudades, según el presidente de APrA reside en el tránsito rodado vehicular: autos, colectivos, motos, camiones y trenes. Por ejemplo, en CABA el transporte colectivo (ómnibus, trenes, trafics, subte) es responsable del 60% de los viajes diarios, el transporte individual capta el 31% mientras que el 9% restante corresponde al desplazamiento de a pie.
En La Plata también se confeccionó en 2013 un mapa de ruidos diurnos sobre el casco urbano de esa ciudad para identificar las zonas con mayor contaminación acústica, que coinciden con las zonas de mayor tránsito. En estos sectores alcanzan los 78 decibeles, mientras que en las zonas más residenciales oscilan entre los 68 y 62. “Al mirar el mapa, las áreas de mayor contaminación sonora se corresponden con las de mayor circulación de vehículos pesados de carga o de transporte urbano de pasajeros. Las zonas de mayor circulación son la circunvalación del casco urbano, que es una avenida de alta velocidad, los principales accesos a la ciudad y el microcentro sobre la calle 7 y cerca de los edificios gubernamentales como la Casa de Gobierno, la Legislatura, la Municipalidad”, explica Nilda Vechiatti, ingeniera del Laboratorio de Acústica y Luminotecnia de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) de la Provincia de Buenos Aires.
En busca de soluciones
Una de las soluciones que propone ONU Medio Ambiente es incrementar las zonas verdes, ya que la vegetación absorbe la energía acústica, además de dispersar el ruido y amplificar los sonidos naturales. También incorporar más carriles para bicicletas que suponen, indirectamente, menor espacio para la circulación de vehículos automotores y, por lo tanto, contribuyen a reducir el ruido.
Desde la ONG Eco House Global citan al transporte, la construcción, el tráfico aéreo y la industria como las principales fuentes de contaminación acústica.
“Esto afecta también a la biodiversidad hasta el punto de llegar a alterar el equilibrio de los ecosistemas”, señala Clara Molteni, coordinadora general del departamento de Consultoría y Producción para la Sostenibilidad (CPS) de dicha ONG. Según considera Molteni, como base para una posible solución, en primer lugar es necesario que los tomadores de decisiones cumplan con lo que piden las Naciones Unidas, es decir, “aumentar las zonas verdes en las ciudades”. Por otra parte, señala que es necesario incentivar una movilidad sostenible, segura, eficiente. Desde nuestro lugar, como ciudadanos podemos “inclinarnos por el uso de la bicicleta o la caminata, que generan cero emisiones contaminantes y traen salud y bienestar. También preferir el transporte público al auto particular, de manera de reducir las emisiones y generar menos ruido”, sostiene Molteni. Además, es conveniente hacer un uso racional del automóvil particular, el consumo local para evitar largos traslados y la reducción del volumen de residuos, que también deben transportarse.
Para controlar o disminuir el volumen de ruidos en CABA, en los últimos años se llevaron adelante soluciones concretas desde APrA. Por ejemplo, la intervención acústica en los viaductos Carranza y Libertador, aplicando paneles con material fonoabsorbente en las paredes interiores de los túneles, observando reducciones de hasta 3,9 decibeles durante el día y hasta 4,6 decibeles durante la noche. O la repavimentación con asfalto fonoabsorbente en Avenida Vélez Sarsfield, con reducciones de ruido de 2,1 decibeles, entre otras intervenciones similares.
Además, APrA trabaja por estos días en el desarrollo de un Plan de Acción Integral que contempla una serie de medidas de corto, mediano y largo plazo a aplicarse en toda la Ciudad. Entre otras medidas, se prevé desarrollar y ejecutar campañas de concientización sobre la contaminación sonora, implementar la ejecución de asfalto fonoabsorbente en las principales avenidas, promover la renovación del parque automotor de transporte público, favorecer la instalación de barreras acústicas en situaciones urbanas puntuales (viaductos, autopistas, zonas ferroviarias), elaborar estándares de calidad acústica (ECA) para lograr progresivamente mejorar el entorno acústico de la ciudad.
Por su parte, en la provincia de Buenos Aires la CIC presentó un proyecto de ley en la Cámara de Diputados para ordenar la calidad acústica en todo el país. La iniciativa que impulsa el ingeniero Ariel Velis, desde ese organismo, prevé que, en todo el país, cada municipio tenga un plan acústico a diez años. Uno de los puntos principales es la zonificación, que busca establecer el máximo de decibeles permitidos según la zona, de manera que en cada ciudad o pueblo se trabaje para evaluar el impacto del ruido y se tomen medidas para un control adecuado. Asimismo, recomienda la capacitación y difusión de la información sobre el tema a toda la sociedad.