Reseña: Las series, el mundo, la crisis y las mujeres, de Gérard Wajcman
¿Por qué estamos mirando series en serie? ¿Por qué una buena parte de la sociabilidad de la población joven y adulta de Occidente se basa en el conocimiento de las series? El escritor y psicoanalista francés Gérard Wajcman indaga el fenómeno cultural de este tiempo en Las series, el mundo, la crisis y las mujeres, un ensayo vibrante en el que la profundidad de la teoría se mide desde el sillón del espectador. Esto es que Wajcman puede recurrir a las ideas de Gilles Deleuze, Jacques Lacan o Walter Benjamin teniendo muy en claro el trauma psicológico de Tony Soprano o los abismos de la metanfetamina de un Walter White, el maestro devenido productor de drogas sintéticas de Breaking Bad. Wajcman, autor de libros como El objeto del siglo, es uno más de nosotros en la conversación sobre las series solo que ha conseguido atravesar la pantalla y remar el flujo del streaming para esbozar una hipótesis de la centralidad del formato en el consumo cultural de las primeras décadas del nuevo siglo.
El centro del análisis son los Estados Unidos, el país que más series produce por año en el mundo. Dice Wajcman que a diferencia de Europa, cuyos mitos han sido revelados por textos, el mito de los Estados Unidos como nación se construyó con el cine en las primeras dos décadas del siglo XX. Y el derrumbe o la deconstrucción de ese mito es lo que están mostrando las series ahora en su modo fragmentario y serial de narrar.
Wajcman sitúa el inicio de este nuevo apogeo de las series (también las hubo en la televisión de los años 60 a los 90, pero eso es otra cosa) hacia 1999 con el comienzo de The Sopranos cuyo quiebre y fragilidad emocional preanuncian el de toda una sociedad a partir del 11 de septiembre de 2001. Las series, piensa Wajcman, muestran la muerte del padre o al menos su crisis. De ahí que la nostalgia de esa figura lleve al poder a líderes fuertes del estilo de Trump y la saga mundial de autócratas.
Al mismo tiempo, en un mundo de superhéroes abatidos, en las series emerge una figura que Wajcman llama la "mujer desquiciante". Se trata de protagonistas que desplazan a los hombres del lugar central y están fuera de control. Ya sea por su condición bipolar (la Carrie Mathison de Homeland) o por el abuso de alcohol (la superheroína Jessica Jones). "Desquiciada pero decidida, bastante salvaje, liberada, insumisa, aventurera, guerrera sin miedo y sin bandera, intratable, incontenible, indomable, desatada, irreductible, inabarcable, fuera de norma, provocadora, insolente, sin interdicciones, sin límite, Jessica Jones es un modelo de mujer desquiciante", explica Wajcman. Estos atributos también pueden ser aplicados a personajes del pasado (las series ambientadas en escenarios históricos) como sucede con las mujeres de Vikings o Game of Thrones.
La serie actual, en la que se refleja el mundo, tiene poco que ver, dice Wajcman, con lo que llamábamos serie televisiva. Poco que ver con la televisión en sí. "Se considera la televisión como una máquina de dormir –entretenimiento–; la televisión es ojos cerrados y almohada del espíritu. La serie no es solo un ojo abierto al mundo, sino una máquina de abrir los ojos", elucubra. No es casual, entonces, que una cadena como HBO promocione sus series con el slogan "No es televisión, es HBO".
Formato de un mundo de crisis en serie, de una ingeniería social donde el goce es casi una imposición y las conductas adictivas se multiplican (de allí la centralidad de las drogas en las series: Breaking Bad, The Wire), la "forma-serie" es para Wajcman tan representativa de nuestras sociedades como lo pudo ser el formato del cuadro, ventana al mundo, durante el Renacimiento y el inicio de la modernidad. Al fin, para el pensador francés "la serie sería en sí misma la conciencia de la crisis del mundo". Nuestro consumo casi frenético de la "forma serie", queda claro tras la lectura de este ensayo, es algo serio.
LAS SERIES, EL MUNDO, LA CRISIS Y LAS MUJERESGérard WacjmanUnsam edita131 páginas. $ 620