Por qué la baja del riesgo país es más crecimiento y mejores salarios
Hoy el riesgo país medido por el índice EMBI+ bajó 40 puntos, a 569 puntos básicos, por debajo de las 600 unidades por primera vez desde el año 2018. De esta manera, desde el inicio de la gestión del presente gobierno, se redujo casi 2400 puntos básicos en solo un año, habiendo heredado un indicador sideral de riesgo de nada menos que 3000 unidades en noviembre 2023.
El índice mide el riesgo de los bonos soberanos de mercados emergentes comparándolos con los bonos del Tesoro de Estados Unidos, considerados los activos más seguros del mundo. Ello determina directamente la tasa de interés doméstica activa de los créditos para invertir. En otros términos, el riesgo país indica cuanto más cuesta invertir en la Argentina respecto de los Estados Unidos.
Una baja tiene un doble efecto sobre la inversión. Por un lado, indica mejores expectativas de los inversores respecto de la economía argentina, y por otro significa una reducción del costo del financiamiento para invertir en el país.
De esta manera proyectos potenciales que no se realizaban como consecuencia del encarecimiento sideral del crédito durante la hiperinflación de 2023 resultan rentables incentivando la inversión.
En efecto, ahora una empresa o inversor que desea apostar a la Argentina se puede financiar a una sobretasa de interés en dólares de menos del 6% anual, mientras que un dólar invertido durante el caos hiperinflacionario del año pasado hubiese requerido una rentabilidad superior al 30% anual, niveles equivalentes a países fallidos como Venezuela o Somalia.
Según el modelo “q” del Premio Nobel James Jobin, la inversión se incentiva tanto por mejoras en las expectativas respecto de la rentabilidad futura de invertir como por la baja del costo de la inversión. La baja del riesgo país mejora los dos componentes de la “q” de Tobin.
La opinión pública y los medios se pregunta en qué influye en la vida cotidiana de los argentinos esta baja. El impacto en el bienestar es directo y palpable, incluso a corto plazo. En efecto, la impresionante baja en el costo del crédito significa más crecimiento económico, más empleo y mejores salarios.
Los países desarrollados lo son por lograr altos niveles de PIB per cápita o ingreso por habitante por capitalizar su economía mediante inversiones e innovación tecnológica con altos niveles de eficiencia, como señalaban los premios Nobel Hayek, Solow o Phelps, entre otros.
En efecto, el principal motor del crecimiento del ingreso por habitante es la inversión. Mas inversión es más empresas y nuevas líneas de producción de las empresas existentes. Ello asegura la generación de nuevos puestos de trabajo.
Asimismo, más inversión significa más máquinas por trabajador y por lo tanto más productividad laboral. Más productividad del trabajo genera también mejores salarios. Capital y trabajo en una economía de mercado son complementarios.
Sin embargo, luego de décadas de combatir el capital mediante un populismo socializante, los motores del crecimiento del PIB per cápita argentino se encontraban parados al comienzo de la presente gestión. El año pasado la economía terminó un ciclo de casi una década y media sin crecer. El ingreso por habitante de 2023 era equivalente al del año 2011.
Según las series del proyecto ARKLEMS+LAND, la Productividad por Trabajador es inferior a la de 1974 como consecuencia de la insuficiente capitalización de la economía por la baja inversión. En efecto, se invertía tan poco que apenas compensaba la depreciación de los equipos y muchos años tuvimos inversión neta negativa. Asimismo, la Productividad Total de los Factores como resultado de la eficiencia y la innovación tecnológica fue equivalente a la de 1950.
Cabe mencionar que el capital humano por trabajador, fuente complementaria del crecimiento económico, también estaba desperdiciado, posibilidad señalada por economistas como Azariadis o el Premio Nobel Robert Lucas.
El efecto desperdicio del capital humano se demuestra por la caída en la calidad educativa por la decisión de cerrar a la presencialidad la educación primaria y secundaria por más de un año y la educación universitaria durante dos años debido a la cuarentena política adoptada por la anterior gestión, aun después de la pandemia de coronavirus.
Efectos escala, rendimientos crecientes y aprendizajes por la práctica señalados por Arrow, Kremer y Romer, entre otros -que también influyen en la aceleración del crecimiento-, son imposibles de generar o aprovecharse en una economía estancada bajo imperio del caos inflacionario y de las finanzas públicas. Por lo tanto, el equilibrio fiscal y la estabilidad económica son esenciales para que un país crezca.
Sin embargo, todavía estamos lejos del resto de América Latina. El riesgo país argentino se encuentra por encima del promedio en la región, que es de 427 puntos básicos. Algunos vecinos están incluso más abajo: Paraguay (166), Perú (156), Chile (120) o Uruguay (89).
Brasil, en medio de una profunda crisis fiscal, dispone de un riesgo país de 250 puntos básicos. ¿Acaso la Argentina, además de superar a nuestro vecino en fútbol, es potencialmente peor en economía? No.
Muchas veces se han señalado las potencialidades productivas del país. Las fuentes comprobadas de energías renovables, Vaca Muerta, litio, campo competitivo, industria potencialmente exportadora y servicios basados en conocimiento de jóvenes emprendedores lo demuestran.
Sin embargo, el fracaso del “modelo” postconvertibilidad de las últimas dos décadas, basado exclusivamente en despilfarrar en gasto público ineficiente y sujeto a corrupción, no ahorró para invertir ni para generar productividad ni bienestar para los argentinos.
Hacia adelante, la consolidación fiscal y la desregulación garantizarán un Estado más pequeño y eficiente, incentivando la competitividad del sector privado. La baja del riesgo país, el RIGI y el resto de las reformas estructurales permitirán reconstituir las fuentes del crecimiento impulsando la inversión, y por lo tanto el crecimiento y el bienestar que los argentinos tanto esperan desde hace décadas.
* Ariel Coremberg es director del Centro de Estudios de la Productividad de la Universidad de San Andrés; y coordinador e investigador principal del proyecto ARKLEMS+LAND sobre Crecimiento, Competitividad y Productividad de la Economía Argentina de la iniciativa WordKLEMS Universidad Harvard y Universidad Groningen (www.arklems.org)