Por qué Issey Miyake fue un revolucionario en el mundo de la moda
El diseñador japonés, fallecido recientemente, impulsó nuevos modos de vestir y de disfrutar la ropa, de la mano de la creciente autonomía de las mujeres y la transformación social
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“Un trozo de tela envuelto alrededor del cuerpo”: con esa frase de impronta minimalista, el diseñador japonés Issey Miyake –recientemente fallecido, a los 84 años– no solo estipuló un modo de vestir, partiendo de la génesis más evidente, la del material con el que está hecha una prenda, sino que se transformó en un hito para la historia de la moda contemporánea. Y si bien el derrotero de su vida indica que sobrevivió a la bomba de Hiroshima, fundó su estudio en 1971 y realizó su primer desfile al año siguiente en Nueva York, el reconocimiento internacional llegó con Pleats Please a principios de la década del ‘90, la experiencia de vestimenta y tecnología que sigue siendo celebrada casi treinta años después de su lanzamiento.
Es que para hablar de Miyake hay que atender a las emblemáticas prendas plisadas que se volvieron el principal descubrimiento de su carrera. Técnica –la del plisado– que le dio aún más visibilidad a su trabajo y que hizo que sus creaciones sean admiradas tanto en Oriente como en Occidente. Tal fue la repercusión que tuvo que el propio Miyake lo reconoció como la contribución más valiosa que hizo al campo del diseño; al menos de esa manera lo aseveró en Pleats Please, libro editado por Taschen en 2012.
De acuerdo con Midori Kitamura, autora de dicha publicación, la colección Pleats Please surgió en un contexto signado por la caída de las empresas de fabricación textil en Japón. Algo que derivó, además, en que la marca desarrollara directamente su tela. Al mismo tiempo, en el plano social, coincidió con el momento en el que la mujer japonesa cambió su rol al trascender del ámbito doméstico al empresarial. Hecho que propició la necesidad de producir prendas que fueran cómodas y sencillas de llevar.
Liberador
“Un pañuelo fue mi inspiración”, dijo Miyake para explicar cómo es que comenzó a indagar en ese recurso. Lo cierto es que, a fines de los años ‘80, después de la exhibición Issey Miyake A-ON que hizo en el Museo de Artes Decorativas de París, se metió de lleno a profundizar en las posibilidades de expansión y condensación que podía lograr a partir de ese cuadrado de tela, doblado en cuatro y plisado al bies. Así nació la nueva metodología que permite múltiples variaciones en la forma de la indumentaria, basada en un sistema de tratamiento térmico que hace que el efecto plisado sea permanente, además fácil de lavar, conservar y trasladar en un viaje. Características a partir de las cuales la consagrada pronosticadora de tendencias Li Edelkoort le dio el mote de “nómadas’’ a las prendas y las puso en sintonía con la esencialidad de unos clásicos pantalones en denim o una remera básica blanca.
Se metió de lleno a profundizar en las posibilidades de expansión y condensación que podía lograr a partir de ese cuadrado de tela, doblado en cuatro y plisado al bies
Estas piezas hicieron posible, además, que el creador se corriera de la idea personalista que alude a tal o cual diseñador de moda. En cambio, procuró que se vuelvan anónimas y que la centralidad esté en su función, en la libertad que le dan al usuario. En ese sentido, los plisados se convirtieron en productos privilegiados para, por ejemplo, el mundo de la danza; fueron probadas por primera vez en 1991, dos años antes de salir a la venta, por los hombres y las mujeres miembros del ballet de Frankfurt dirigido por William Forsythe.
Eso le dio la pauta de que si cuerpos de diferentes pesos y contexturas podían divertirse intercambiando la ropa, lo mismo sucedería con los clientes en general. Luego, con el tiempo, los diseños fueron elegidos incluso por destacadas personalidades de la cultura: la reconocida pianista Mitsuko Uchida, la ensayista Masako Shirasu y la arquitecta Zaha Hadid, además de las occidentales Joni Mitchell, Grace Jones y, en la última década, Beyoncé.
Un dato para no perder de vista es que, aunque la propuesta del diseñador japonés trajo un aire renovador, él mismo hizo explícita la inspiración que su idea tuvo en las creaciones de Mariano Fortuny a principios del siglo XX. El creador español, asentado en Venecia, fue el factótum del vestido Delphos realizado justamente con plisados allá por 1910. Pieza que también pasó a ser un objeto de los más preciados por su funcionalidad, aunque sobre todo porque colaboró para que las mujeres dieran un paso importante al liberarse del corset. Fortuny fue uno de los grandes impulsores para que de una vez por todas dejaran de estar aprisionadas, física y simbólicamente.
Influencias
“Cuando salió Pleats Please fue una revolución”, indica Victoria Salías, directora del Museo del Traje, como dejando en claro que el impacto que causó el diseñador tuvo su onda expansiva también a este lado del mundo. ¿Cuál fue el verdadero hallazgo de esas piezas? Se podían guardar enrolladas, había variedad de colores, y estaban más vinculadas al active que a la alta costura. “Ese fue el principal atractivo: prendas plisadas para todos los días”, añade Salías, quien desde septiembre será vocal del Comité Internacional de Museos de Moda del International Council of Museums (ICOM). “Fue el primero en pensarlas por fuera del cuerpo, como formas escultóricas o de geometría abstracta, incluso exhibirlas de ese modo; espacio cuerpo-prenda, algo muy diferente a la cultura occidental”, concluye.
“Influenció a varias generaciones de estudiantes”, recuerda Araceli Pourcel, quien por esa época desandaba los pasillos de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU-UBA). “Su propuesta minimalista recuperó la identidad de su país, desde una mirada contemporánea, rescatando técnicas y encontrando nuevos modos para contar una historia a través de textiles tecnológicos”, agrega.
Tecnología que –según analiza Mariana Dappiano, dueña de la firma homónima y referente del diseño local– después fue incorporada por marcas de indumentaria deportiva. Y eso no fue todo, porque a la declarada investigación que encaró para cada una de sus colecciones, Miyake la acompañó con nuevas maneras de mostrar la ropa, haciendo que los desfiles se vuelvan presentaciones performáticas. “Eran absolutamente lúdicas y desestructuradas, generaba un espíritu muy diferente a los demás”, subraya Dappiano.
A su vez, desde el vamos, el genio japonés estuvo estrechamente relacionado con diferentes disciplinas artísticas: ya sea en términos de la convocatoria al pintor Nobuyoshi Araki, el fotógrafo Yasumasa Morimura y al escultor Tim Hawkinson –artistas invitados a colaborar en, justamente, Guest Series Artist, línea que dio lugar a las prendas en tanto soporte expresivo– como también en el marco de la veintena de exposiciones que llevó a lo largo de su carrera, desplegadas en el Museo de Arte Moderno de Tokio, la Fundación Cartier en París y el MoMA de Nueva York, entre otros.
Después de Pleats Please, marca que el año que viene cumplirá tres décadas, hubo otras firmas que integraron la propuesta global de la compañía y que hoy en día sostienen su permanencia en el mercado. Por caso, A Poc (que refiere a “A Piece of Cloth”) propone diálogos entre el producto, los creadores y usuarios, y Bao Bao, que se caracteriza por los bolsos de aspecto de origami, conformados por una estructura triangular, que pueden mutar en superficies planas tridimensionales para crear una nueva forma.
En un contexto mundial donde cada vez es más frecuente que la producción de ropa sea leída en conversación con su entorno, y donde se procura que la misma no dañe el medioambiente, el modo de producción original de Miyake, basado en el uso frecuente de fibras de poliéster, hace que surja la gran pregunta: ¿no es hora de comenzar a abandonar el plástico? Cuestión respondida el año pasado, cuando Miyake Design Studio dio a conocer la colección In Men, creada con el propósito genuino del multiuso, además de estar resuelta con moldes que evitan el desperdicio y confeccionada con un porcentaje de materiales reciclados. Sin dudas, esta última propuesta reconfirma la idea fundacional de diseñar prendas de vanguardia.
Encuentro
El vínculo entre Issey Miyake y Steve Jobs es el que, quizás, mejor expresa el profundo interés del diseñador por la tecnología y, en el reverso, el de Jobs por el diseño. Hay que decirlo: el creador de Apple fue otro de los que se fanatizó con la vestimenta pergeñada por el nipón. Esto pasó durante los años ‘80, cuando el estadounidense visitó la planta de la marca Sony en Japón y se detuvo en la ropa que Miyake había creado para los trabajadores. Lo mismo pidió para él, y así nació la imagen icónica de la polera de cuello alto negra, que a su pesar se transformó en un uniforme para Jobs, junto con el jean de Levis 501 y las zapatillas New Balance 991. La prenda fue retirada de la venta en 2011 cuando él murió y luego, seis años después, fue resignificada por Yusuke Takahashi en el modelo Semi Dull- T, una versión aggiornada de ese mismo producto.