¿Por qué enero en Buenos Aires es un placer?
Mientras esperaba en un café que llegara mi entrevistado se me ocurrió una teoría algo descabellada
Es un lugar común decir que enero en Buenos Aires las calles están tranquilas, que hay menos tránsito, que la gente anda sosegada. Y que todo es mejor...
Como soy de las que se quedan a trabajar en este mes, disfruto de todas estas ventajas. Se puede ir de una punta a la otra de la ciudad sin tener que hacer cálculos estrambóticos para llegar de Palermo a Montserrat, de allí adonde sea y luego a Congreso.
Mientras esperaba en un café que llegara mi entrevistado se me ocurrió una teoría algo descabellada. Sin ninguna duda, el problema de Buenos Aires son sus habitantes. ¿Y qué ocurre con estos habitantes durante el mes de enero? Muchos de ellos se van de vacaciones. Entonces podría ser que los que veranean en enero son quizás los responsables de tanta hostilidad en nuestra ciudad. ¿Serán ellos los que complican el ritmo de esta metrópolis? ¿Son ellos los que provocan embotellamientos feroces. Son ellos los que fomentan los cortes de calles? Salvo el de la Autopista Illia, que ya se solucionó, no hubo situaciones de cortes complicados.
Podría ser que los que veranean en enero sean los responsables de tanta hostilidad en nuestra ciudad
Sigo este razonamiento que no tiene ningún matiz político, es una ecuación matemática. Si como se sabe el mes de enero es el más caro en cualquier lugar de vacaciones, con sólo calcular como hacen muchos periodistas por radio y televisión lo que sale comer en cualquier lugar de la costa, sumado al alojamiento, no hay duda de que los que veranean en enero son los que tienen mayor poder adquisitivo. ¿Y serán ellos los intolerantes cuando no están de vacaciones? Me cabe la duda acerca de si son los que más gastan los que más complican el tránsito. ¿Serán los felices poseedores de autos grandes los que ocupan más espacio de lo necesario en una ciudad atiborrada de vehículos?
No es una reflexión clasista pero lo puede parecer. Es quizás una forma de encubrir la envidia malsana que provocan las fotos en diarios y revistas de los que disfrutan amontonados en las playas de la costa. Cuando en los almacenes y demás negocios se quejan de que venden poco porque en Buenos Aires no queda nadie, habría que concluir que quedan los que no se pudieron ir en enero. Quiere decir todo el resto. Ese resto, parece tranquilo, discreto, poco barullero..No sería ocioso concluir que los más gastadores, los más pudientes son los que convierten la ciudad en un infierno. Por eso tenía razón Eladia Blázquez: " ¡Nos gusta hacer las leyes, después crear la trampa tirando por la "rampa" las tangas a rendir, cargar a voz en cuello, y protestar bajito prefabricando mitos para poder vivir!
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