Por qué el mundo revaloriza la industria
Fabless, perder la fabricación es perder el negocio
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Hace algunas décadas, en Occidente se generó una teoría denominada “fabless”. Es un término en inglés que significa “sin fábricas”. Un paradigma que identifica como más rentable, por un lado, el comienzo de las cadenas de valor: el desarrollo, investigación y diseño de los productos; y por el otro lado, el final: la venta, distribución, marketing y desarrollo de marca. Bajo esta lógica, la producción -en el medio de la cadena de valor- al ser de baja rentabilidad y requerir de alta inversión, se trasladó a fábricas del continente asiático, donde se garantizaban los bajos costos de producción.
Inicialmente, este concepto alcanzó el objetivo de las empresas de disminuir los costos de producción. En simultáneo, desde el punto de vista de los gobiernos, a nivel macroeconómico, ante la suba de los precios de los servicios, la baja de los precios de los bienes importados permitió una disminución de la inflación internacional.
Lo que sucedió, al pasar los años, es que estas empresas (proveedoras) adquirieron el conocimiento, el diseño, y generaron, a través de la prueba y el error, la mejora de sus productos. Ante esto, China, entendiendo el fenómeno y la oportunidad, implementó la política “Made in China”, con la cual desde el Estado acompañó a todas estas empresas proveedoras con planes de transferencia tecnológica y desarrollo para competir a nivel internacional con sus propias marcas y productos. Ejemplo: la empresa Huawei, habiendo comenzado en la década del 80 como fabricante de marcas internacionales, hoy lidera la producción y venta de equipos de telecomunicación de su propia marca en el mundo.
En este sentido, las empresas que habían logrado bajar sus costos de producción, se dieron cuenta que, al perder la producción, perdían el negocio.
A nivel estatal, los Gobiernos comprendieron que este esquema llevaba a la destrucción de su entramado industrial nacional y al rompimiento de las cadenas de valor. Es por eso, que las empresas y los gobiernos entendieron la importancia de recuperar la producción, de tener las fábricas en origen, en occidente. Y para que esto sucediera los Estados implementaron medidas que otorgaron mayores niveles de competitividad.
Competitividad, la clave para el crecimiento
En principio, Occidente desarrolló una política macroeconómica de orden y baja inflación. Esto trajo aparejado mayores niveles de ahorro y en consecuencia disponibilidad de créditos y financiamiento a bajo costo para que las empresas industriales pudieran desarrollar nuevos productos y actualizar sus procesos productivos, con incorporación de tecnología y altos niveles de automatización. A modo de ejemplo, en Europa se implementaron políticas agresivas con esquemas de inversiones productivas financiadas a tasa 0%.
Desde el punto de vista de la educación, Europa tenía un gran sistema educativo, pero en las últimas décadas fomentaron las carreras técnicas enfocadas en las necesidades del sector productivo. Por ejemplo, en 2008 se crean los ITS en Italia (institutos con carreras diseñadas por los empresarios y el Estado para tener salida laboral directa).
En segundo lugar, la inversión en infraestructura que permitió bajar los costos de transporte, puertos y todo lo que impacta en el comercio y la exportación de productos. En términos de legislación laboral, realizaron las actualizaciones para adaptarse a las condiciones de alta productividad de las industrias, incluyendo el cumplimiento de normas básicas en las empresas.
Todo lo que hicieron para aumentar la productividad y la competitividad fue fundamental pero no suficiente para defenderse de Asia, países que subsidian exportaciones.
Defensa, no protección
Los países occidentales cambiaron su mirada sobre el libre comercio, y entendieron que el sector transable (la industria) tenía la exigencia de competir con el mundo. Es por ello que debían igualarle a la industria las condiciones con el resto de los actores para poder competir.
Para ello, desarrollaron: política de reducción de impuestos, amortización acelerada para fomento de la inversión, leyes de promoción sectorial (para sectores de mano de obra intensiva) y el establecimiento de herramientas como antidumping, reglamentos técnicos y aranceles para detener la agresividad comercial de Oriente.
No es protección, es defensa, defensa del sector productivo ante un ataque. Exigiendo la competencia pero dándole las posibilidades para hacerlo. Decir que Occidente vuelve a priorizar su industria es decir que entendió la importancia de tener sus cadenas de valor funcionando en origen.
Industrialismo en Argentina
Estamos en una situación compleja, atrasados si se quiere en términos de desarrollo, pero con una gran ventaja: debemos aprender lo que el mundo nos está mostrando, aquello que hicieron bien pero también de sus errores. Tener un orden macroeconómico, bajar la inflación, disponer de créditos a baja tasa, un sistema impositivo que fomente la producción, generar programas de formación según las necesidades del mercado, invertir en I+D, en infraestructura para bajar los costos de transporte y logística, esto es industrialismo básico. Tal como hizo Occidente, el Estado debe nivelar la cancha a la industria nacional, antes de que sea tarde. El tiempo es un factor clave en este proceso.
Es necesario y fundamental bajar la inflación con una visión sistémica del impacto en los sectores productivos. No podemos sacrificar al sector transable, su producción, la generación de empleo y el capital social que aporta a nuestro país.
Presidente de la Unión Industrial de la provincia de Buenos Aires