Por qué Chávez cerró Radio Caracas Televisión
Por Emilio J. Cárdenas Para LA NACION
Con la lamentable desaparición de Radio Caracas Televisión (RCTV), consumada a través de la no renovación de su licencia y la confiscación de sus equipos de transmisión, Hugo Chávez parece haber asestado un golpe mortal a la libertad de prensa y expresión en Venezuela. Lo sucedido, sin embargo, no es sorpresivo. Es, en todo caso, evidencia del tránsito -ahora acelerado- al totalitarismo. Quienes con la experiencia de lo sucedido en Cuba alguna vez lo anticiparon, fueron calificados de agoreros. Hoy, no obstante, los hechos les dan la razón.
Lo sucedido no sorprende en un ambiente institucional cuyos trazos republicanos se han vuelto irreconocibles, conformado por un Parlamento adicto que -mediante una vergonzosa "ley habilitante"- no ha vacilado en delegar a Hugo Chávez por un año y medio, y sin que mediara estado de excepción alguno, la suma del poder público, por un Tribunal Supremo de Justicia cuya voluntad Chávez se aseguró a través de la ampliación caprichosa del número de sus miembros, que ya declaró inadmisibles los recursos de amparo presentados con relación a RCTV, y por fuerzas armadas que han constituido, con Chávez a la cabeza, una verdadera oligarquía militar que controla férreamente el país. A lo antedicho deben sumarse la decisión de transitar en dirección del partido único y los anuncios de adopción de un "socialismo moderno", eufemismo utilizado para describir la reproducción del "modelo" cubano, que con variantes hoy también se procura imponer en Bolivia, Ecuador, y Nicaragua. Por todo ello, se podía esperar una decisión que impidiera la libertad de expresión en los medios de comunicación masiva.
Es comprensible que sean los jóvenes, cuyo futuro está en juego, quienes hayan salido espontánea y masivamente a las calles, a pesar de la dura represión policial que Chávez desató sobre ellos. Ellos tienen en claro que les ha sido burdamente birlada una de las libertades individuales más importantes: la de expresión, sin la cual la posibilidad de comportarse como seres libres queda cercenada. Advierten, con razón, que la opresión parece haber llegado. De allí sus conmovedoras protestas.
Venezuela vio nacer su primer medio privado de televisión hace ya 53 años. Fue, precisamente, RCTV. Eran tiempos de otro dictador, Marcos Pérez Jiménez. Sólo cuando, en 1958, el país pudo recuperar la democracia apareció el primer programa televisado de opinión, una expresión de pluralidad ideológica que los totalitarios no toleran, porque exigen la adhesión incondicional a sus discursos únicos.
En los últimos cinco años, RCTV acaparó las preferencias del público, manteniendo constantemente el primer lugar en las mediciones de sintonía, con un promedio del 33% de audiencia y una penetración que alcanzó al 90% de la población, al menos durante tres días por semana. Chávez no pudo tolerar tamaña presencia libre. Y decidió cerrar la voz que -incómoda- personificaba la independencia de criterio.
Las encuestas sugieren que hoy el 80% de los venezolanos rechaza abiertamente el cierre de la emisora. Lo sucedido a RCTV ha generado una fuerte caída en el nivel de popularidad de Hugo Chávez, que perdió repentinamente nada menos que nueve puntos, pues descendió a un 41% de aprobación de su gestión. A eso cabe agregar que tres de cada diez personas que en su momento votaron por Chávez hoy no lo harían. Pero, como suele suceder, es demasiado tarde apara revertir un triste episodio, consumado.
En sugestivo contraste con la popularidad de RCTV, todos los canales de televisión del gobierno, sumados, lograron el año pasado sólo el 5,6% de la audiencia venezolana total, lo que es bien distinto. Pese a sus esfuerzos, la productora multiestatal Telesur aún no ha podido salir de un nivel de calidad que deja, ciertamente, mucho que desear. La Argentina es, recordemos, socia fundadora de Telesur.
La baja penetración de los mensajes del oficialismo en la audiencia venezolana preocupaba mucho al gobierno de Chávez. Sumado a la crítica razonable, esto le quitaba el sueño. Por eso, en lugar de competir decidió eliminar de un plumazo RCTV. La actitud, abiertamente antidemocrática, conforma, además, un notorio abuso de autoridad. Uno más.
Chávez adoptó esa decisión a riesgo de despertar a un gigante. Uno que no es un medio de comunicación, sino la conciencia de una opinión pública venezolana que, adormecida por un rato, parece haberse conmocionado ahora porque no acepta que se use el otorgamiento de frecuencias como mecanismo para premiar, castigar o presionar discriminatoriamente a medios o a periodistas en función de sus líneas editoriales o de pensamiento.
Ha advertido que con ello se cercena una de las libertades fundamentales del hombre como tal, la de pensar y expresar públicamente sus ideas. De allí su reacción.
De poco valdrá armar las consabidas contramarchas desde el propio Estado, utilizando para ello los recursos de todos, porque el genio bien puede haber salido de la lámpara, sin voluntad alguna de regresar a ella.