Por qué cantamos, a pesar de todo
Un nuevo Día Internacional de la Mujer. Uno más, en un tiempo especial. A la pregunta de por qué cantamos en medio de la adversidad, con Benedetti respondemos: porque somos militantes de la vida. Por eso las mujeres celebramos este día, hermanadas en el dolor y en la esperanza. Aún lejos de alcanzar una paridad de género auténtica, aún desprotegidas frente a las múltiples violencias de las que seguimos siendo blanco.
Cantamos porque el río está sonando, tal como lo señala el poeta. Prueba de ello es el tema que la ONU propone para la conmemoración de este año, centrado en la necesidad de encaminarnos hacia un liderazgo femenino pleno y efectivo en todas las áreas de la realidad. Nuevas representaciones de la feminidad se abren paso a la par de las masculinidades actuales. Es claro que mujeres y varones coevolucionamos. Es evidente que seguimos definiéndonos en relación a una otredad que nos devuelve la propia imagen, en una ecuación que se traduce en roles sociales en permanente interjuego. Porque más allá de los condicionantes genéricos y generacionales, hablamos de igualdad en sociedades que hacen culto de las cualidades individuales.
Cantamos porque el sol nos reconoce y este reconocimiento se expresa en la instalación de un concepto ampliado de igualdad, que introduce la noción de igualdad sustantiva. En este marco, resulta insuficiente garantizar a las mujeres un trato idéntico al de los hombres. Se requiere, además, que tengamos las mismas oportunidades a cada instante y en un entorno orientado a la conquista de la igualdad de resultados. Deben contemplarse las diferencias biológicas y culturales, y esto depara que en ciertas ocasiones sea preciso tener un trato no idéntico que equilibre los contrastes. En suma, esta igualdad ampliada y contextualizada tiene mucho que ver con la equidad y nos exige diseñar e implementar estrategias eficaces dispuestas a corregir, redistribuir, ponderar y equiparar recursos y poderes.
Cantamos porque el grito no es bastante, en momentos en los que las mujeres compartimos la primera línea de batalla en esta pandemia que nos azota y en la que también padecimos la exacerbación de prácticas machistas por las situaciones de confinamiento.
Cantamos porque creemos en la gente, porque nos dirigimos a construir comunidades en las que sea posible vivir la igualdad en la diversidad. En las que los roles sean complementarios y alternos, y no fijos y monolíticos. En las que los espacios sean flexibles, maleables, configurables, abiertos a una mutua acomodación que permita desterrar patrones y sometimientos. Promoviendo la singularidad de cada ser en un ambiente que favorece y moldea sus potencialidades.
Cantamos porque apuntamos a trascender las dicotomías desde el ejercicio de una igualdad situada, contextualizada. Cantamos porque esto se aprende y se vivencia en las familias, ámbitos esenciales para revertir los mandatos que nos agobian. Desde un abordaje que aspira a igualar aquello que detenta diferencias de origen en una circunstancia dada. Y que por eso se propone conciliar desde un paradigma de equidad.
Hoy vemos, como el poeta, que llueve sobre el surco. Y confiamos en que los interrogantes sembrados podrán tener mañana su respuesta en cada tallo, en cada fruto.
Familióloga, especialista en educación, directora de estudios del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral