Por la educación, contra la violencia
Más del 90% de los presos en nuestro país no tienen los estudios obligatorios completos. Esta información surge del Informe Anual del Sistema de Estadística y Ejecución de las Penas y constituye una prueba contundente de la vinculación entre falta de educación, inseguridad y violencia. En estos días en que el país se conmovió por la campaña #NiUnaMenos, la protección del ser humano contra los asesinatos y contra la violencia en general merece una reflexión.
Debemos partir de una realidad que nos debe doler como país y despabilarnos como sociedad: una de las causas más perversas del sufrimiento de una nación es la ignorancia. Donde las personas no alcanzan a leer o a escribir con solvencia hay retraso y pobreza; donde la mayoría no termina los estudios secundarios se desconocen los principios democráticos y el ejercicio pleno de la ciudadanía, y donde esto ocurre la comunidad se ve amenazada.
Todas éstas son consecuencias, en gran medida, de la falta de buena educación y conducen a una sociedad a padecer, entre otros males, una alta tasa estadística de hechos violentos. Es que la falta de aprendizaje es una de las causas principales de excesos y fanatismos, donde los daños físicos y psíquicos se reiteran y la pérdida de vidas humanas se convierte en una consecuencia casi normal de la barbarie. Nos hemos acostumbrado a que el fútbol se juegue sin los simpatizantes del club visitante porque ésta viene a ser una "solución" ante el problema que su presencia "dispara" (nunca mejor empleado el término). Y éste es otro ejemplo donde "hemos atado con alambre" la reconstrucción de valores ciudadanos, sin ir a la raíz del problema.
Y en las causas de estos males está el problema de la educación. La Argentina, pese a enormes esfuerzos, tiene en este sentido desafíos mayúsculos que atender. Su calidad educativa se ubica entre las peores de los sistemas evaluados del mundo y ha descendido marcadamente en América latina. La desigualdad entre provincias y escuelas es muy alta y el abandono y la falta de egreso en el secundario superan el 50%.
La falta de buena educación es un tema que a todos nos concierne, no sólo al gobierno de turno. Es un tema que la sociedad debe reclamar y atender. Los padres, los ciudadanos, debemos levantar la voz por un reclamo infatigable por buena educación y paz. Éste es el camino. Por eso es que este año tenemos una oportunidad extraordinaria: porque al haber elecciones las autoridades nos escuchan. Son conscientes de nuestro poder. Es por ello que desde Educar 2050 hemos lanzado la campaña #YoVotoEducación, porque apunta a la base del iceberg donde los problemas argentinos se dejan ver: la inseguridad, la pobreza, la violencia, el desempleo o la falta de desarrollo. Sumarse a esta causa es sencillo. Las redes sociales son vía de acceso principal. Hacer clic significa adherirse (www.yovotoeducacion.org.ar). Es manifestar que votaremos teniendo como eje central la necesidad de mejor aprendizaje para todos como una prioridad nacional. Y este reclamo contundente no descarta nuestros problemas económicos y sociales pero coloca la necesidad de buena educación como factor central a resolver, en la primera línea.
Comprometerse con "Yo voto educación" es exigirles a los políticos un plan serio, integral, con presupuesto, metas a alcanzar y tiempos de ejecución, monitoreo constante y resultados de mejora justificables. El candidato que demuestre ciertamente que la calidad y la equidad educativas son su prioridad, que justifique su compromiso, su talento y sabiduría para lograr una mejora, tendrá el mandato de una sociedad que le reclama y que se compromete a ayudarlo. Los ciudadanos saben que sin liderazgo político educativo del próximo presidente esto no se logra. Quien no lo demuestre no debe contar con nuestro voto. Hagámonos valer y reclamemos por el derecho constitucional de aprender y el derecho de todos de tener mejor educación y menos violencia. No es posible que no lo hagamos. La viabilidad de la nación está en juego. Despabilemos y gritemos juntos: Yo Voto Educación.
El autor es presidente de Proyecto Educar 2050
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