Por fin descubrí la fórmula mágica de Javi Milei
Desde hace semanas me venía preguntando cuál era el secreto del éxito de la gestión de Milei; porque si todo te sale bien se debe a que tenés una fórmula, un modus operandi, un manual de procedimientos; exactamente lo contrario a ir inventando sobre la marcha. El martes, Mariano Cúneo Libarona, ministro de Justicia, develó el misterio. ¡Por fin! Imbancable que me preguntaran cuáles eran las causas de estos arrolladores primeros cuatro meses y contestar con generalidades, tipo “Milei es Gardel”, “el equipo la rompe”, “desde hace dos años veníamos preparando un programa de gobierno”... Marianito me salvó. Ese día, a la mañana, autorizó aumentos por los trámites de transferencias de vehículos ante el Registro Automotor; nada más razonable: estaban congelados desde octubre. Ese mismo día, a la tarde, anunció que los aumentos quedaban suspendidos; nada más sensato: no hay que alimentar la inflación. Al explicar la marcha atrás, el ministro dijo que se había decidido “revaluar la situación”. ¡Ahí estaba el secreto, la fórmula mágica! ¡Revaluar! Claro: nos hemos dado un gobierno revaluador, que no queda presa de sus decisiones. Qué lindo revisar lo hecho con espíritu crítico, y qué lindo verbo para conjugar: Javi revalúa, Karina revalúa, los ministros revalúan, todos revalúan. ¿Falla en la evaluación inicial? No, papá. Evaluar está al alcance de cualquier mortal. Revaluar es de dioses. Y de libertarios.
No me perdono haber tardado tanto en descubrirlo. Estaba muy, muy a la vista. Cuando Milei dio el OK para que Marcela Pagano fuera jefa de la Comisión de Juicio Político, y al rato mandó cortarle los pies, no estaba siendo confuso o contradictorio: había recalculado la situación. Eso provocó la fractura del bloque y que Zago, que remaba a Marcela, formara uno propio. Bueno, pronto llegará el momento de recalcular qué hacer con ese tipo. Salvo que él recalcule y vuelva.
Así, una y otra vez. Las dos columnas que sostienen el proyecto, la “Ley de bases” y el decreto XXXL, sufren cambios todos los días. Cuando sean aprobados lucirán irreconocibles. ¿El Presi se aumentó el sueldo mediante un decreto con su firma y después anuló el decreto? Muy sencillo: hizo mejor las cuentas y llegó a la conclusión de que con la guita que ganaba podía llegar a fin de mes. Karina tenía un presupuesto y además tenía, como todos los funcionarios, la orden de su hermano de achicar gastos, ahorrar. Pues bien, esta semana duplicó su partida. Las lenguas viperinas de la oposición hablaron de sobresueldos. Nada que ver: si Kari quiere –y todo indica que quiere– suceder a Javi en 2027, estaba obligada a revaluar el costo de una campaña tan madrugadora. Quién no prefiere que los fondos vengan por derecha y no en bolsos. Sospecho que aún hoy Cristina maldice no haber revaluado esa metodología.
Javi odiaba a Lula, le parecía un comunista y un ladrón, hasta que anteayer revisó sus prejuicios y está remando un encuentro amistoso con él. No podemos sino agradecer que el GPS le corrija el rumbo, y que esté dispuesto a borrar con mansedumbre lo que dijo con iracundia. A Lanata, que apenas había cuestionado la presencia del embajador de Israel en la reunión del gabinete, lo llamó mentiroso y corrupto. Tranqui, fieritas. Ahora lo va a llamar… por teléfono, para disculparse. Como hemos visto, no le cuesta nada reconsiderar lo que hace o lo que dice: al Papa lo llevó del infierno al cielo antes de que cantara el gallo.
También puso en revisión su vínculo con Fátima Florez: la rutilante carrera de los dos les impedía estar más tiempo juntos: no se veían nunca. Pero quedaron íntimos, y ella podría sumarse en la próxima campaña. Se comprometió a buscar un amigo para Kari.
El Presi ha impregnado esta filosofía de vida en todo el Gobierno. Me dicen que manda a su gente a equivocarse para que tengan la inmediata oportunidad de ir por la rectificación, sancta sanctorum de la Casa Rosada. Algunos, es inevitable, solo tienen asimilada la primera parte.
Son decenas los que asumieron un cargo y horas después, mientras ponían fotos de la familia en el despacho, se enteraban de que habían sido echados: no habían superado la revisión de su perfil. Lo mismo con decisiones que, tomadas al calor del entusiasmo, no tardan en ser anuladas. Hay algo de ligereza: se apresuran los que cumplen una orden antes de que llegue la contraorden.
Le pregunté a un alto funcionario de Economía –para resguardar el off the record no diré su nombre; solo su apellido: Caputo– en qué andaban los planes de dolarizar y cerrar el Banco Central. Me contestó que ambos proyectos estaban siendo evaluados, que posteriormente serán revaluados, y que no descarta que queden devaluados.
¿El Pacto de Mayo? Ni idea: para mayo falta un siglo.
Haber propuesto al juez Ariel Lijo para la Corte también supone un cambio de marcha. La guerra contra la casta puede esperar.ß