Pónganle la firma
"Cuando yo administro, pongo mi nombre."
(De Mario Ishii, intendente de José C. Paz.)
Rápido y mal se interpretó la decisión de ciertos intendentes de estampar sus nombres en patrulleros (Verónica Magario, de La Matanza, y Walter Festa, de Moreno), ambulancias (Mario Ishii, de José C. Paz) y camionetas de zoonosis y libros para niños (Jorge Macri, de Vicente López). Donde los malpensados vieron proselitismo, megalomanía, egocentrismo, desvergüenza y afán de apoderarse de lo ajeno, se esconde algo más profundo.
La presencia del oficialista Macri impide atribuir la moda al peronismo. Peor: los peronistas afirman que fue idea del primo del Presidente. Ellos la copiaron en una escala mayor con la desmesura que los caracteriza, pero el invento lleva la firma del peronismo desde 2001, cuando la gobernación bonaerense compró 800.000 pares de zapatillas con la firma del gobernador Carlos Ruckauf bien visible en la lengüeta. Desde entonces hubo intendentes que rubricaron camiones atmosféricos, baldosas, anteojos para niños, remedios oncológicos y botes.
Ahora, Magario ploteó 40 patrulleros flamantes con su nombre. Tras recapacitar, admitió que "tal vez fue un error, pero fue una forma de decir acá está lo que hacemos juntos porque esos patrulleros los aportamos nosotros", no la gobernación bonaerense.
Enojado, Ishii fue más lejos y explicó que su municipio compró 35 ambulancias "con plata propia. Cuando yo administro, pongo mi nombre". Podría suponerse que los dos pagaron de sus bolsillos los vehículos, gesto que haría más potable los autógrafos, pero lo más probable es que se trate de dinero de sus comunas. Que por lo visto consideran suyo.
En Cien años de soledad García Márquez narra que, cuando los habitantes de Macondo sufrieron la peste del olvido, José Arcadio Buendía etiquetó todos los objetos para recordar sus nombres. Algo parecido ocurre en un mundo donde la verdad perdió valor y ganan terreno las invenciones y falsedades. Aspirantes a la trascendencia, los intendentes comprendieron que, cuando la palabra y los relatos se devalúan, el blableteo político carece de ideología y todo se reduce a mantener el statu quo, entonces pocas cosas sólidas quedan donde poner a pasear el nombre rumbo a la posteridad. Firmar es clamar contra el olvido. Como los artistas. Aunque a los intendentes quizá les falte la obra.