Política y terror: enciclopedia Gulag
El historiador británico Robert Conquest acaba de dirigir con el escritor ruso Alexander Solyenitsin una investigación que saca a la luz todos los archivos secretos del Estado soviético
NUEVA YORK.- "No nos dice más de lo que ya sabíamos desde hace veinte o treinta años. Pero muchos no nos creían y, ahora, con este trabajo, podemos probarlo."
Robert Conquest está exultante. Recién cumplidos los 89 años, el célebre historiador británico, autor de una veintena de libros sobre la Unión Soviética -entre ellos, El gran terror (1968), la obra que dio a conocer en Occidente la barbarie del estalinismo-, ha logrado concretar un sueño: completar una investigación sobre la represión estalinista que contiene siete tomos con cinco mil páginas y más de mil quinientos documentos secretos de la KGB y del Archivo Federal Ruso. Una obra monumental, algo así como la "enciclopedia del Gulag", con la cual Conquest espera dar por terminado cualquier debate que pretenda minimizar los crímenes, la miseria y la crueldad del sistema soviético de castigo justificándolo con la supuesta industrialización del país.
La "enciclopedia" es fruto de más de cinco años de trabajo realizado por veinticinco historiadores rusos, americanos y franceses que, a su vez, coordinaron la investigación de centenares de archivistas y estudiosos. El trabajo se realizó en Moscú, en colaboración con la Universidad de Stanford, y a la cabeza estuvieron el escritor ruso Alexander Solyenitsin, ganador del premio Nobel de Literatura por su libro Archipiélago Gulag, y Conquest, ambos autores también del prefacio de la obra.
Robert Conquest nació en Inglaterra en 1917. Realizó sus estudios de historia en la Universidad de Oxford, donde obtuvo un doctorado, y luego sirvió en el ejército británico durante la Segunda Guerra, luchando bajo el comando soviético contra los nazis en los Balcanes, en 1944. "Pude ver con mis propios ojos lo que los soviéticos hacían en Bulgaria, y eso marcó mi futuro. Al volver a Inglaterra me puse a escribir sobre la experiencia, no como académico sino en base a mis recuerdos privados, y desde entonces no paré más", explica orgulloso. Autor de otros libros señeros sobre el tema como Stalin: Breaker of Nations y The Harvest of Sorrow: Soviet Collectivization and the Terror-Famine, fue además delegado británico ante las Naciones Unidas y profesor de la Universidad de Columbia y de la London School of Economics. En la actualidad vive en California, donde se desempeña como investigador senior de la Hoover Institution.
Para Conquest, que acaba de publicar en Estados Unidos The Dragons of Expectation: Reality and Delusion in the Course of History (un asalto frontal a la izquierda que idealizó a la Unión Soviética y sigue subestimando el peligro que ésta representaba para Occidente), la investigación concluida en Rusia marca un salto cualitativo respecto a los estudios que se conocen sobre ese momento histórico, ya que en base a documentos reservados de los servicios secretos y del Ministerio del Interior de la época, se logra una perspectiva total del sistema comunista de arresto, deportación, condena a trabajos forzados y muerte. Por primera vez hay cifras oficiales de fuente fidedigna sobre el número de víctimas de la deportación y el Gulag, que aunque no puede ser exacta, da una idea aproximada del genocidio: cerca de veinte millones de personas.
Cada volumen trata sobre un tema distinto de esta "masacre lúcidamente planificada", como la describe Conquest en diálogo con LA NACIÓN: la represión en masa de la URSS, la estructura del sistema punitivo, la economía del Gulag, su población y las condiciones de vida, las colonias especiales y las insurrecciones. El séptimo volumen, que está por terminarse, será la primera guía completa tanto del archivo como de los documentos de la era comunista que están siendo custodiados en distintos puntos del planeta.
Datos precisos
En total, el trabajo señala que Rusia pagó con 60 millones de muertos su locura: 12 millones en la Revolución de Octubre, 20 en la represión y deportación a los gulags, 28 millones tras el pacto entre Hitler y Stalin, que fue una de las causas de la Segunda Guerra Mundial. Y una de las conclusiones más importantes que aporta el trabajo es que el genocidio fue instrumentado directamente desde las esferas más altas del Politburó y de Stalin mismo. Ellos no se limitaron a establecer objetivos: la investigación internacional liderada por Conquest y Solyenitsin presenta como prueba documentos firmados en los que se ordena el número de personas a ser reprimidas y asesinadas, mes por mes. Porque el Gulag, explica Conquest, no fue sólo creado para que Stalin eliminase a sus enemigos políticos, a la clase dominante prerrevolucionaria y a los independientes. Los documentos secretos prueban que la represión fue un pretexto para crear un ejército de millones de esclavos y obligarlos a realizar las grandes obras con las que la URSS quería mostrarse como superpotencia.
"Había una trágica finalidad pública en el Gulag. La reforma económica y agrícola, el impulso científico, la gigantesca infraestructura que se creó en tan pocos años, la carrera armamentista y, sucesivamente, la espacial y la nuclear, no habrían sido posibles sin el sacrificio de millones de esclavos", explicó al matutino italiano La Repubblica Andrei Sorokin, otro coordinador del proyecto.
El documento es claro: cualquier método, aun el más criminal, era considerado válido por Stalin para construir su "sociedad nueva". Hay flamantes pruebas de órdenes estratégicas de Stalin para, por ejemplo, destinar a cien mil detenidos -cien mil esclavos, subraya Conquest- a las excavaciones necesarias para abrir el canal entre el Mar Blanco y el Báltico; o sobre la destrucción de la agricultura ucraniana o sobre la "deportación reeducativa" de alemanes, ucranianos, polacos, tártaros de Crimea y chechenos. Tres millones de personas murieron al ser abandonadas en desiertos helados en las distintas deportaciones.
Sin embargo, la conclusión de Conquest es que, pese a la mano de obra gratis, no hubo tal éxito económico. "Fue una economía planeada, pero mal planeada. Eso es lo que podemos ver hoy -señala-. Porque si bien es cierto que el trabajo forzado es barato, no es tan barato como para que por eso la economía sea inmune a los problemas de oferta de insumos ni a un planeamiento irracional. Lo que el estudio prueba es que, contrariamente a lo que se cree, el trabajo esclavo en la URSS no fue un éxito económico."
Si bien Conquest subraya que nunca habrá cifras exactas, el trabajo permitió comprobar, por ejemplo, que a principios de la década del 50, los detenidos llegaron a ser ocho millones y medio de personas, con una tasa de mortalidad del 25 por ciento. Se moría de frío, de hambre, de tristeza y hacinamiento. Además, claro, de los fusilamientos: sólo en 1938, señala Conquest, se eliminó a otro millón de personas de esa manera, sin proceso judicial alguno.
Indiferencia y obstinación
Conquest destaca la excelencia de ese trabajo en equipo ("Fue fantástico -relata-; en Rusia hay académicos e investigadores de primer nivel, y jamás tuvimos ningún problema"), pero, al mismo tiempo, lamenta que el trabajo -escrito en ruso y sin proyectos de ser traducido- haya sido recibido con total indiferencia por los ciudadanos y ciudadanas rusas.
"El país está dividido. Por un lado, están los sobrevivientes, a quienes la Nomenklatura obligó durante medio siglo a reprimir sus historias y, ahora, realmente, lo que más quieren es olvidarla. Luego está la generación intermedia, que fue la más afectada, aquella de chicos que vieron cómo sus padres eran asesinados. Pero hoy ya estamos también lidiando con la generación de los nietos, que recuerdan poco y que, además, no están interesados. Hay una tendencia a la apatía en la juventud, les dijeron que Stalin había sido un gran líder y no quieren ver más allá de eso."
Sin embargo, aclara que lo que más le preocupa es la reacción -o más bien, la falta de reacción- en Occidente. "Eso es lo que me desvela. En Occidente todavía hay gente a la que le hemos refutado cada defensa que podía esgrimir sobre Stalin y, aun así, insiste y se niega a escuchar o a ver las pruebas. La opinión pública, en general, es bastante lógica, y los medios de comunicación tampoco dicen locuras al respecto. Pero en el mundo académico -se indigna-, la visión antioccidental es tan fuerte que aun personas en las más altas esferas universitarias se obstinan y terminan repitiendo cosas de un nivel de estupidez totalmente elemental, y se las escucha con atención".
Por eso, para este hombre que ahora vive bajo el sol de la costa oeste norteamericana, en donde encuentra tiempo para su otra pasión, la poesía -tradujo al inglés el poema de cincuenta páginas "Prussian Nights" de Solyenitsin antes de unirse a esta monumental investigación sobre el Gulag-, lo que amenaza con multiplicar la tragedia de Rusia es que lo sucedido no haya servido para nada.