Poder: ¿responsabilidad o privilegio?
La vacunación vip, uno de los ejemplos en los que el gobierno exhibe su vocación de ponerse por encima de la ley
- 6 minutos de lectura'
Es común que el Presidente de la Nación mande a periodistas y ciudadanos a leer e informarse. El año pasado lo hizo con Cristina Pérez en pleno prime time, a quien le recomendó leer un par de leyes para no hacerle perder su tiempo.
Lo curioso es que entre esas leyes se encontraba la propia Constitución Nacional que tanto el Presidente como su equipo parecen desconocer en mucho de lo que dicen y -aún peor-, en mucho de lo que hacen.
Sin embargo, no es solo desconocimiento. Desde el principio de su gestión, el oficialismo, a través de sus decisiones, de las polémicas que se dieron a conocer e incluso de sus propios dichos, ha dejado algo claro: no desconoce las leyes, simplemente cree que no aplican a él. Como si el poder lo eximiera de cumplir como todos los demás.
Esta concepción de que quien gobierna está exento de la ley ha llevado a un manejo corrosivo del poder que es uno de los principales problemas estructurales que tiene nuestro país.
Y lo más grave de todo es que está naturalizado: lo que pasó con la vacunación VIP es un ejemplo de ello.
¿Cómo no iban a vacunarse entre ellos primero? Detrás de la vacunación vip hay una real creencia de que quien esta en el poder tiene prioridad por sobre el ciudadano de a pie, que hay personas que están más allá de la fila. El propio Presidente lo dijo: “colarse en la fila no es delito”.
Ni siquiera en una crisis sanitaria inédita en la historia, el kirchnerismo fue capaz de empatizar con una sociedad angustiada y golpeada social y económicamente. Y así, se vacunaron antes que abuelos, que enfermeros y que médicos. Se vacunaron antes de que muchos comercios pudieran volver a abrir e incluso antes de que los chicos volvieran a la escuela.
Y esto está naturalizado al punto tal de que el propio Procurador del Tesoro, abogado vacunado como personal de salud junto a su mujer, expresó que de lo único que se arrepiente es de no haberse sacado una foto mientras lo vacunaban. Esto, mientras miles de médicos esperaban su turno atendiendo a pacientes contagiados en las guardias.
Más allá del comentario provocativo del Procurador, lo que deja ver es una forma de pensar y ejercer el poder: ellos vienen primero y no hay nada de malo en eso, es lo que corresponde e incluso está bien mostrarlo porque tiene “derecho a eso”; son “personalidades que necesitan ser protegidas por la sociedad”. Sí, todas las citas son del Procurador.
Pasión, responsabilidad y mesura. Esas son las tres cualidades que, según Max Weber, deben guiar al político es su ejercicio del poder. Apasionarse por una causa, con la responsabilidad suficiente para orientar sus acciones a ella y la mesura necesaria para tomar una prudente distancia y poder pensar fríamente. Pasión, responsabilidad y mesura para no caer en “la enemiga mortal de toda entrega a una causa” que es la vanidad.
Lamentablemente, hay al menos dos de esas tres cualidades que no son parte ni del discurso ni del accionar del oficialismo. No podemos discutir que muchos de sus actores transmiten una teórica pasión por las causas que dicen defender, pero al carecer de responsabilidad para llevarlas adelante, esa pasión, aunque sea sincera, se limita a una revolución intelectual; en palabras del propio Weber, “gira en el vacío”. Se queda en el relato.
La mesura directamente parece quedar fuera de su vocabulario. No así la vanidad, que es lo que se desprende de la sincera creencia del Procurador y gran parte de su espacio de que hay “personalidades que necesitan ser protegidas por la sociedad”.
Ni siquiera en una crisis sanitaria inédita en la historia, el kirchnerismo fue capaz de empatizar con una sociedad angustiada y golpeada social y económicamente
Uno de los logros de la gestión de Cambiemos a nivel nacional fue mostrar que una cultura del poder diferente es posible. A través del fortalecimiento de los organismos de control, de leyes y políticas públicas orientadas a la transparencia y al gobierno abierto, la ética pública y a la lucha contra la corrupción, mostraron con el ejemplo lo que el gobierno debe ser: un servicio público con el foco puesto en su mandante, los ciudadanos argentinos, en solucionar sus problemas y fomentar su desarrollo, y no la mera supervivencia política con el principal objetivo de mantenerse en el poder para ejercerlo como privilegio.
No se trata únicamente de una cultura del poder distinta, sino de algo más profundo: una concepción totalmente diferente de lo que significa el poder. Mientras algunos creen que el poder lo tiene quien gobierna, otros creemos que el poder es del pueblo y que hay que honrar esa responsabilidad delegada todos los días.
Después de meses durísimos y de muchísima incertidumbre, los argentinos entendimos que la salida de la pandemia es trabajando juntos. Sin embargo, y a pesar de que desde la oposición se mostró una clara predisposición al diálogo y a la búsqueda de consensos en todos los niveles, el Gobierno nacional quiere poder decidir solo y de forma unánime para todo el país.
Hace poco más de un mes, el Senado dio media sanción a la ley que faculta al Presidente a tomar decisiones en el contexto de crisis sanitaria. Es una ley que faculta al titular del Poder Ejecutivo a cerrar escuelas, a no dejar abrir comercios e incluso a prohibir la circulación de las personas en todo el país, sin consensuar con nadie y violando la autonomía de los distritos para tomar sus propias decisiones.
En ese sentido, no pareciera ser Cristina Pérez quien tiene que releer la Constitución, que en su artículo 29 expresa claramente que el Congreso no tiene la potestad para darle al Poder Ejecutivo facultades extraordinarias. Tanto lo enfatiza que considera “infame traidor a la Patria” al que las pida o las dé.
Incluso la propia Corte Suprema, en el fallo por las clases presenciales, expresó que aun a través de una ley en el Congreso las medidas que se estaban intentando tomar desde el Gobierno nacional eran inconstitucionales porque atentaban contra la autonomía de las provincias y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Pero, de nuevo, no importa qué dice la Corte, no importa qué dice la Constitución. Porque todo eso no aplica a ellos.
Nadie niega la necesidad de adoptar medidas que restringen por un tiempo limitado el ejercicio de nuestras libertades durante la pandemia, algo que ocurrió en todo el mundo. Pero no de manera arbitraria.
Nadie niega la necesidad de adoptar medidas que restringen por un tiempo limitado el ejercicio de nuestras libertades durante la pandemia, algo que ocurrió en todo el mundo. Pero no de manera arbitraria.
Nada, absolutamente nada -ni siquiera una crisis como la que estamos viviendo- habilita a alguien a perder de vista la Constitución Nacional. Ni siquiera al Presidente.
Si el Gobierno nacional ve desgastado su liderazgo, más que intentar recuperarlo a través de un manotazo inconstitucional, lo que debería hacer es mirar para adentro y evaluar qué manejo está haciendo del poder.
El poder no es autoritarismo. El poder no es amiguismo, ni es sacar ventaja. El poder es responsabilidad. Es confianza. Es servicio. Y son el diálogo y el consenso los que nos van a sacar adelante, no solo ahora en la pandemia, sino siempre.
Exministro de Desarrollo Urbano y Transporte de la Ciudad de Buenos Aires (2015-2019)